Entonces
me pregunté cómo podía la oscuridad cobijarnos a todos, cómo podía encerrarnos,
convertirnos en seres inseguros, rabiosos, primitivos en cavernas, en lamentos.
Cómo de tanto estar a oscuras nos íbamos quedando ciegos, guiándonos por el
sonido, la textura, el olfato, quizás el gusto…
Si,
ya sé que la oscuridad se vence con luz interior, pero después que vuelve la
luz yo sigo a oscuras. Mi mente sigue a oscuras. Es la angustia que no se va,
así al día siguiente vuelva la electricidad. Es un tránsito. Yo soy de ritmos y
cuando este se altera requiero de tiempo para retomarlo.
Y
me asusta el temblor de la luz cuando sentados comemos el almuerzo. Y vuelvo a
la calle como río en crecida. Y me turba el semáforo que funciona al lado del
negocio a oscuras o el semáforo que no funciona al lado del negocio con planta
eléctrica. Y me siento en la mente de un bipolar donde los búhos son amos del
día y los gallos no cantan.