miércoles, 20 de mayo de 2020

Es la séptima vez que salimos a caminar...



Es la séptima vez que salimos a caminar. No hemos sido constantes. Tres días una semana, tres días otra, el primero de esta. Es difícil volver a empezar. I. lleva un rosario en su mano, yo recojo flores, hojas, musgos. Caminamos en silencio para escuchar a esta ciudad que nos alberga en medio de la pandemia. Los primeros mangos, las flores moradas de los apamates, el autobús dejando a la gente en la parada, los rostros enmarcados con las máscaras de la inclusión. Sigo recogiendo seres desprendidos de sus cuerpos.

martes, 19 de mayo de 2020

Lloraron los perros



Antes de que los gallos cantaran, lloraron los perros. La mujer en la cama llamó al esposo y le dijo que tenía miedo, había recordado que su abuela decía que cuando los perros lloran es porque algo están viendo. “Esas son creencias tuyas, los perros lloran, las personas lloran”, le dijo el esposo y siguió durmiendo. Era la madrugada del Sábado de Gloria y la madera de los muebles crujía por toda la casa.

sábado, 16 de mayo de 2020

Abril 2020


Estoy sembrada de islas. Cada una se gobierna. Lo único que las une son estas aguas a veces tranquilas, otras turbulentas. Aguas dulces, saladas, calientes, frías. Por las mañanas salgo y recorro mis islas. Camino por las arenas de la autoexigencia, la culpa, la competencia, los celos, la vergüenza. Cruzo a la otra orilla. Lo hago en curiara porque no sé nadar. Me adentro en el ramaje de un bosque. Acaba de llover y las gotas se deslizan desde las hojas hasta mi cuerpo. En este bosque la energía erótica que me envuelve invita a la creación. De una isla a otra transcurren los días. El miedo a caer en el agua es permanente. Una vez casi pasa. Me rescató una ballena. La onda de agua que provocó cuando salió a la superficie fue tan sutil que enderezó la embarcación.  Pronto llegará el día en que tenga que sumergirme. No habrá ballenas ni leones marinos ni delfines que puedan ayudarme. “¿Acaso no has empezado a hacerlo? Mira tus piernas”, dice la voz de una de las islas.  Miro mi cuerpo. Es verdad. Huelo a sal, el agua me llega a las rodillas, los peces hacen círculos en mis tobillos, un caracol en mi oído intenta decirme un secreto de luz y viento.  ¿Cuándo pasó? “Han sido años, faltan más”, vuelve la voz. ¿Cuántos? “Más”.