jueves, 24 de septiembre de 2015

La hermana Zaida Pérez

La hermana Zaida Pérez tiene 10 años viviendo en Kavanayén, una comunidad al sur del estado Bolívar donde viven los indígenas de la etnia pemón. Trabaja en el internado de las niñas y apoya como docente en la escuela de la comunidad. Ahí está junto a un sacerdote capuchino y tres hermanas franciscanas más. El 7 de septiembre estuvo en el Centro Gumilla y el padre Trigo me la presentó.

miércoles, 23 de septiembre de 2015

Guayabo de una montañista

Nunca me han gustado los parques de diversiones. Las atracciones me parecen máquinas de torturas y simplemente les tengo pavor. Me he montado, si, solo por masoquista. A otra cosa que siempre le he tenido pánico es a las máquinas de resonancia magnética. Sobre todo por la claustrofobia que pueden generar. No en vano a más de uno lo tienen que sedar para meterlo en esa especie de túnel del tiempo. Bien, a principios de mes me tocó a mí y lo primero que pregunté fue si me meterían completa. Afortunadamente quedé libre de los hombros para arriba. Pero eso solo me calmó unos segundos, porque cuando aquella cosa comenzó a hacer esos ruidos galácticos toda la tensión se acumuló en mis manos que sujetaban un dispositivo que debía presionar si me sucedía algo. Definitivamente tampoco podría ir a la Luna. No entiendo cómo te dicen que no te muevas si el cuarto es un congelador. Fueron ocho minutos en los que solo pensaba en dos palabras que alguien unió para mí: desgarre, meniscos. Transcurrieron algunos días y los resultados de la resonancia indicaron otro diagnóstico y aprendí dos palabras más: condromalacia patelar.

miércoles, 2 de septiembre de 2015

Mis 29 con el Mar Caribe

Una carretera zigzagueante nos trajo hasta a ti. Pensaba en todas las veces en que había preferido los senderos de tierra, los verdes de selva nublada, los azules con brochazos naranjas y las nubes atrevidas tapando cuanto pico quería fotografiar. Hoy, en cambio, una fuerza magnética me hacía salir de mi montaña para lanzarme en tus brazos. Pude hacerlo a medias, porque cientos de verdes me llevaron hasta a usted Mar Caribe y recibí estos 29, soleados, arenosos y con sabor a pescado y tostones. Lo hice porque quería sumergir mi espíritu así fuese unos minutos en sus sales, porque quería que la brisa, siempre indiscreta, me susurrara sus secretos al oído, porque quería que mis pies se hundieran en su arena tibia y mi rodilla descansara. Y disculpe mi atrevimiento señor Mar Caribe, es que también vine porque me dijeron que #ElCaribeTeLoDa, y yo quería pedirle una cosa. Ya usted sabe que lo mío son los cerros y el monte, pero también sabe que tiene un efecto en mí que no logro descifrar. Y bueno me entusiasmé enormemente porque resulta que no conocía este rinconcito de su mar.