jueves, 29 de enero de 2015

Gonzadera con Gonzo

Hoy Gonzo está preocupado. Ni el mate que tomó en la mañana ni llegar temprano a la presentación lo han relajado. Quizás para calmar la ansiedad camina con sus chalupas negras alrededor del escenario de concreto, recoge un par de papeles, una lata de refresco y los bota en la papelera. También puede ser porque es muy meticuloso con todo lo referente a su acto. Habla con las personas de sonido, con la moderadora del evento, mira a su alrededor y hace mover las barreras rojas que rodean el lugar, porque ante todo es un hombre de contacto. De todos modos Gonzo está preocupado: “El público del boulevard de Sabana Grande es bastante complicado”. Se refiere a que hay que mantenerlos enganchados, entretenidos y hacer que participen, de otra forma se irían por donde vinieron.
Transcurridos unos minutos el espacio se empieza a llenar de mujeres con bolsas de zapatería, niños con cotufas, hombres con cascos de motos y jóvenes con celulares. Todos aguardan debajo de los generadores de sombra, seis toldos blancos en forma de pétalos de flor con base alargada, que hoy son el techo de una carpa invisible.
Primer intento
—¡Buenas! ¿Qué tal? Mi nombre es Gonzo. ¿Cómo se llaman?—sale a escena rápido, eufórico, con su maleta.
Nadie responde.
—Cheeeee. ¿Acaso son una congregación de sordomudos?—bromea y es inevitable que se escape la ironía que lo caracteriza.