miércoles, 17 de febrero de 2021

Enero 2021




Sentarse a escribir un informe de derechos humanos es lo más parecido a limpiar la casa donde hicieron una rumba caníbal. El descuartizamiento en el suelo. La relatora con la pala recogiendo una pierna por aquí, una cabeza por allá, el corazón en la otra esquina. Intentando zurcir el absurdo. Ya ni siquiera lleva guantes, tampoco logra la distancia, ¿alguna vez pudo? Sepulta en la grieta del muro papeles donde escribe los nombres que no aparecen, antes imagina sus vidas y ensaya un destino en el que no mueren de desnutrición, tuberculosis o covid-19. Sale un momento para respirar antes de volver a hundirse en la mierda. Aquí solo hay dos noticias: el sufrimiento de un pueblo y la propaganda del gobierno.