martes, 22 de octubre de 2013

Metro, motos y trogloditas piroperos

Existen tres cosas que día a día me aportan una dosis de amargura: el metro, las motos y  los hombres “piroperos”- trogloditas- falta de respeto. En cualquiera de los tres casos es muy difícil no pasar rabia y perder el control. Por ejemplo: “Dejar salir es entrar más rápido”, que se traduce en (si estás adentro del vagón) prepárate y pon tus codos en posición de ataque porque absolutamente nadie te va a dejar salir, y menos si lo intentas a las 6:30am, tratando de bajarte en Palo Verde. Hoy no me reconocí, golpee a un montón de gente para poder salir, y lamentablemente me sentí muy bien al hacerlo. Es increíble que siempre deba llegar con un moretón o un rasguño a causa de la cantidad de personas salvajes que diariamente toman el metro. En este momento debería escribir la frase, políticamente correcta, de que no es la mayoría. Pero señores, si es la mayoría, y de vez en vez uno se convierte en uno de ellos para poder defenderse.

Otro ejemplo: las motos. E inmediatamente viene a mi mente la imagen de un montón de moscas, que se meten por todos lados, se le lanzan a la gente, las atropellan y encima les reclaman. Todos, sin excepción, incluye policías y guardia nacional, quebrantan la ley, y uno debe esperar un montón de minutos para poder cruzar una calle “sano y salvo”, cada vez que los miro es inevitable que desee que se caigan de su “trono de impunidad”.

Y por último, mi dosis diaria la completan los “hombres”, y es que en este país ya uno no se puede poner absolutamente nada, es que ni con pantalones te respetan. Y te podrás imaginar si te colocas short o falta. Por Dios, no podemos ser libres de vestir como nos da la gana, porque en las calles transita una cuerda de depravados esperando la menor oportunidad para decir una asquerosidad. Un día escuché como una tipo decía un “piropo” con las palabras vagina, pelos y chupar, incluidas.


Bien, a esto me debo enfrentar diariamente. Y lo siento, en este momento no puedo pensar  que esto va a mejorar en el futuro próximo. Hay una crisis de valores muy fuerte y, ahora sí puedo decirlo, la mayoría de los venezolanos-as no ayudan a que esto cambie.  

miércoles, 2 de octubre de 2013

La violencia también viste de verde militar

Hoy fui testigo de uno de los tantos actos de ira que he presenciado desde que llegue al país, hace aproximadamente un mes. Sucedió aproximadamente a las 8:30am en uno de los vagones del Metro de Caracas, en la estación La Hoyada. Un señor se montó y comenzó a pedir dinero, como ya es habitual, explicaba que tenía leucemia y que no podía trabajar. “Miren mi brazo izquierdo, tengo una vía y desde anoche no he comido”, indicaba. En ese instante, un militar que estaba sentado le dio dinero y le dijo que se dirigiera a Miraflores, que ahí le iban a solucionar, porque esta revolución si servía y sentenció- grito- provocó en todo el vagón: “Y a mí no me importa si aquí hay escuálidos, me saben a mierda”. Con ese modo salvaje y ofensivo era inevitable que alguien se quedara callado. Un señor, que estaba de pie agarrado de una de las barras del vagón le dijo que respetara, que aquí en este país la gente podía pensar distinto. El militar se levantó, comenzó a manotear mientras se acercaba al señor, y gritó que le sabía a mierda, que el si se metía en el barrio. El señor le contestó: “¿Y tú qué crees que yo vivo en el Country Club?, yo también vivo en un barrio”. El militar más agresivo le dijo: “Mientras tú vives cagado en tu rancho, yo estoy en el barrio protegiendo”. Me pregunto ¿eso es un argumento para insultar? Si eso es proteger, ¿qué será agresión? Un tipo que ni siquiera respeta lo que representa el uniforme, ¿merece portarlo?

jueves, 24 de enero de 2013

Casi me roban, casi me matan...


Hace aproximadamente 20 minutos casi pierdo la vida a manos de un ladrón y su navaja. Iba bajando por la urbanización Palo Verde rumbo a una entrega de premios de Derechos Humanos cuando un hombre me interceptó y me dijo que le diera mi cartera o “me cortaba”. Yo hice resistencia, y sé que muchos me criticaran, pero cómo le voy a dar mis pertenencias a ese tipo, cómo voy a perder los contactos, información que llevaba en mi bolso. Pero mi resistencia casi me cuesta la vida, y justo cuando su mano con su navaja casi alcanza mi abdomen solté el bolso. Llena de rabia empecé a correr detrás del hombre, gritando que me había robado, que ahí llevaba mi trabajo. 

Como una cuadra más adelante unos hombres lo agarraron pero lo dejaron ir. Yo seguí corriendo, pero los tacones me quitaban velocidad. Tres cuadras más arriba, en la panadería de Palo Verde, me detuve y entré en crisis, lloraba, gritaba. De repente una señora me trajo mi cartera, mientras tanto una cuadra más arriba al hombre lo caían a golpes. La gente me compró agua, me trajeron azúcar. Y un motorizado, el que lideró el rescate de mi bolso y mi dignidad,  se me acercó y me dijo que él vivía desde hacía 40 años en Palo Verde, que él tenía que cuidar a su gente. 

Con todo esto y aun en crisis decidí regresar a mi casa, el señor de la moto me escoltó y me dijo “tranquila sube a tu casa y tómate una manzanilla”. Yo le pregunté su nombre y a estas alturas me siento mal porque lo olvidé por completo, solo recuerdo que tiene 46 años me dijo: “aquí todo el mundo me conoce, cualquier cosa pregunta en la licorería por el señor de las palmeritas”.

Me da rabia sentir que estoy perdiendo la esperanza en la gente de este país, yo que siempre he amado esta tierra, que he apostado por Venezuela. Hoy estuve a punto de ser herida o muy probablemente perder la vida por poner resistencia ante un delito, por defender mis cosas que más que algo material es mi dignidad.

jueves, 20 de diciembre de 2012

De cómo yo hubiese respondido en el #MissUniverso



— Señorita Venezuela si en sus manos estuviera promover una ley, cuál escogería y por qué.

—Por cada problema que existe hay una ley. Pienso que lo que debemos hacer es presionar a los Gobiernos para que las cumplan y las refuercen como por ejemplo un plan de desarme tras la masacre en Connecticut, o una ley que regule la venta de video juegos ya que día a día estos “juegos” convierten a los niños, niñas y adolescentes en personas violentas. Nosotros, como líderes de un cambio, también tenemos una responsabilidad: continuar empoderando a la gente en sus derechos para que los exijan. GOOD NIGHT LAS VEGAS!

.....jajajajaja

miércoles, 31 de octubre de 2012

Tío SAMdy



Dar una cobertura adecuada al paso del huracán Sandy por Haití implicaba una cachetada al mundo entero. Verían la "ayuda humanitaria" tras el sismo del 12 de enero de 2010. Demasiadas promesas incumplidas.

Y es que ver el boom mediático de Sandy hizo que me diera cuenta como los medios, descaradamente, ponen valor a las víctimas.

Muchos de mis amigos me dijeron: “es que allá hay más equipos y medios de comunicación”, “la mayoría de las personas de otros países tienen familiares en Estados Unidos”, etc., etc., pero como buenos comunicadores coincidieron en que lo que se hizo fue un acto nefasto y totalmente incoherente con la esencia de la comunicación.

Señores antes que todo somos servidores públicos. Nos debemos a la sociedad. Jamás podré entender cómo los medios son tan desiguales, monopólicos, injustos y discriminadores.

Mi punto: todas las víctimas son igual de importantes. Y claro que en Estados Unidos la situación es grave, pero cuando Sandy pasó por Haití, Cuba, Jamaica, Bahamas, República y Puerto Rico, ¿importó? Díganme,  ¿que veían en la televisión o en la prensa?  Tacos de información. Y no me refiero a que haya más muertos en un lugar. Denuncio como los "medios de comunicación más poderosos" asumían, asumen, la comunicación invisibilizando lo que no les conviene.

Es importante agregar que hoy el Gobierno haitiano decretó estado de urgencia, y que ya la cifra se elevó a 54 muertos.

También resulta alarmante el impacto de este huracán en los miles de campos de refugiados que aún permanecen en este país. Si quieren profundizar en el tema les comparto un informe que realizaron los jesuitas de Haití, donde nos presentan un panorama de la situación de las personas desplazadas que viven una situación muy difícil en los campamentos: http://sjrlac.org/noticias/haiti-informe-de-los-jesuitas-de-haiti-sobre-impactos-del-huracan-sandy-en-los-campamentos

Por otro lado, me llevo la imagen de David Bollero, un corresponsal en Londres, que pregunta: “¿Cuándo olvidamos por el camino la humanidad en favor de la noticia espectáculo con escenografía de película?” Pues sí, Nueva York era tremenda escenografía para hacer las mejores fotos y tomas. Pero les digo que peores imágenes iban a encontrar en estos países que decidieron ignorar.

También me alarma cuando Bollero dice que el paso de Sandy por Estados Unidos lo vivimos  “como más cercano, como más nuestro, con o sin palomitas de maíz, aunque no suceda lo mismo cuando un tifón asola una urbe asiática”, o, yo agregaría, una isla del Caribe.

Señores también nos tiene que doler nuestra gente. Para qué sirve entonces tanta agencia de noticia Latina.

A continuación les dejo algunas cifras que tomé de El Diario de Guayana, donde se hace un conteo de la huella de Sandy por El Caribe:

- Cuba: Las autoridades informaron que la tormenta mató a 11 personas —entre ellos un menor_, dañó más de 130.000 viviendas y destruyó unas 15.000 casas en el este de la isla.
- Jamaica: Un anciano murió cuando una roca que rodó aplastó su propiedad cuando el ojo de Sandy pasaba por el este del país. La crecida de las aguas arrasó con granjas y destruyó viviendas en barrios pobres y áreas rurales.
-Bahamas: La policía informó que al parecer el huracán mató a dos personas, incluido el director general de un banco que cayó del techo cuando trataba de arreglar la persiana de una ventana mientras Sandy se aproximaba el jueves.
-República Dominicana: La tormenta mató a dos jóvenes que se ahogaron cuando intentaron cruzar ríos en incidentes separados. Casi 30.000 personas fueron evacuadas por las extensas inundaciones en el sur del país, incluyendo partes de la capital.
-Puerto Rico: El territorio estadounidense se libró de un impacto directo, aunque las fuertes lluvias causaron inundaciones en la isla. Se reportó que un hombre murió al ser arrastrado por un río crecido por la lluvia en el pueblo sureño de Juana Díaz. 

Que esto sirva para seguir denunciando. Tanto medio, tanta agencia, ¿para qué? Señores de los grandes medios revisen la cobertura que hicieron sobre esta catátrofe en las islas del Caribe, y no se engañen ni se justifiquen. Todos somos seres humanos. Todos somos dignos.



viernes, 27 de julio de 2012

Un pedazo de Colombia y Afganistán en Panamá


Al entrar a Colón (Panamá) lo primero que llama mi atención son los colores de las casas. Sus paredes desconchadas dejan al descubierto las distintas capas de pinturas que sus habitantes han aplicado. Hoy llovió, y las calles de Colón están inundadas.

Bajamos del carro y nos dirigimos a la parroquia. Al entrar caminamos por un pasillo, una cancha, desde donde se ven más casas de colores, y finalmente subimos unas escaleras que conducen al salón donde acompañaremos una actividad realizada por el SJR Panamá.

Poco a poco van llegando las mujeres solas o con sus hijos, y algunos hombres. La actividad que se llevará a cabo forma parte de un proyecto para "Facilitar el empoderamiento, acceso a información y recurso de grupos de mujeres en necesidad de protección internacional en la provincia de Colón".

Llega el momento de presentarnos. Muchas de estas mujeres son migrantes forzadas. Ana, de cabello largo, tez blanca, contextura gruesa, de unos 30 años, viene de Barraquilla, Colombia, y tiene diez años en Panamá. Ella dice que cuando le hablan que hay una organización que está brindando apoyo, inmediatamente piensan que les van a dar los papeles, pero que esto va más allá, es un grupo que te permite motivarte y relacionarte con los demás, porque “aunque estés lejos de tu país sientes que eres importante”.

Y así cada una va dando su testimonio. Una de las cosas que más llamó mi atención durante esta visita fue el Capital Semilla, que es una ayuda económica (donde no hay reintegro) que brinda el SJR para algún emprendimiento o negocio ya iniciado.

Y es que lo que pude observar en Colón fueron personas con iniciativa, emprendedoras. Tuvimos la oportunidad de visitar a tres de estas luchadoras. Mujeres que no detuvieron sus vidas tras salir de Colombia huyendo del conflicto armado.

Ellas son colombianas pero se quieren quedar en Panamá, como “regular legal”, como muchas de ellas dicen. No han venido a quitarle el trabajo a nadie, porque así como los panameños quieren un mejor futuro, ellas por circunstancias ajenas a su voluntad deben continuar sus vidas en este país.

Venta de helados, venta de materiales escolares e incluso una especie de centro de copiado, donde se hacen transcripciones, investigaciones para trabajos escolares y se sacan fotocopias, son algunos de los negocios de estas mujeres. Estas experiencias mueven profundamente y reiteran que definitivamente los migrantes forzados tienen mucho que aportar en las sociedades de acogida.

De vuelta a ciudad de Panamá…
Otra realidad que me conmovió infinitamente por su complejidad cultural, fue la entrevista a dos de los cinco afganos que atiende el SJR en Panamá. Mohammad 1 y Mohammad 2 llegaron hace dos años, pero el primer año lo pasaron en un albergue donde uno de ellos cuenta que “nunca hubo una doctora”.

Mohammad 1 salió de su país “porque vio algo que no debía ver” y lo iban a asesinar si permanecía en aquel lugar. En su desesperación fue víctima del tráfico de personas. Pagó 25 mil dólares para que lo llevaran a Australia. Supuestamente la ruta sería Dubai-Brasil-Ecuador-Australia. Pero lo dejaron en Ecuador, donde tuvo que pagar 2000 dólares más para que lo llevaran a Panamá.

Mohammad 2 no habla casi español, pero me cuenta que tiene dos años sin hablar con su familia. Coloca su dedo sobre su cien y repite insistentemente que tiene mucho dolor de cabeza, que no puede dormir, pensando.

—Mira —me dice y se quita la gorra— yo antes no tenía cabello blanco, ahora cabello blanco porque estoy muy preocupado.

Ambos son mecánicos pero trabajan vendiendo inciensos, perfumes, jabones. Un hindú les dio 10 dólares para iniciar esta actividad. El resto de las personas al saber que son afganos les dicen que no los emplearán porque ellos llegaron para “traer bombas”.

Mohammad 1 y Mohammad 2 van casa por casa desde las 7am hasta las 4pm.  El trabajo se torna más peligroso porque van a vender a barriadas como San Miguelito. Ya los han robado tres veces con cuchillo y pistola. “Yo me vine para salvar mi vida, y ahora por unas zapatillas no la voy a perder”, dice Mohammad 1 mientras señala sus zapatos.

Cuentan que tienen el carnet de admisión a trámite pero con eso no pueden obtener el permiso de trabajo. La Oficina Nacional para la Atención de los Refugiados (ONPAR) tampoco les da información sobre cómo va el proceso.

Y si algo es definitivo es que ellos no se sienten bien en Panamá y la discriminación es muy marcada.

—No hay mezquita, si hay musulmanes es distinto. Mi cultura es distinta, no hay mi religión. Nosotros somos chiíes— dice Mohammad 1.

—Cuando pensamos me viene el dolor de cabeza— dice Mohammad 2.

—Usted es católica y no chía. Yo pienso que yo no le puedo molestar porque usted es humano— concluye Mohammad 1.