Al llegar a la orilla de la playa la
encontramos echada mirando hacia los manglares. Uno de los muchachos de
Cictmar, acostado a escasos centímetros de distancia, justo detrás de ella,
sostenía una bolsa marrón introducida perfectamente en el nido que cavó el
animal. En completo trance ella desovaba uno a uno los huevos, mientras él se
aseguraba de que éstos cayeran en el plástico. Ella continuó sin percatarse que
había ocho personas, cinco visitantes y
tres miembros de Centro de Investigación y Conservación de Tortugas Marinas (Cictmar).
La escena evocaba una sala de parto.
De
vez en cuando otro de los asistentes de Cictmar alumbraba con una luz roja para
poder observar el proceso. Uno de ellos señaló la placa o marca colocada en una
de las aletas posteriores del reptil. Una especie de cédula de identidad, enviada
desde Barbados, con un serial que indica que ella ha estado aquí antes, que esta
tortuga marina fue marcada cuando desovó por primera vez en Querepare.
También
aprovecharon para medir a la tortuga y anotar en una hoja todos sus datos. En
ese instante pudimos tocar su caparazón semejante al cuero, y notar que tenía
una especie de crustáceos incrustados. Sus aletas, rugosas al contacto, eran
anchas y fuertes.
Transcurridos
algunos minutos el joven sacó la bolsa repleta de huevos, ochenta aproximadamente.
Inmediatamente pensé “Melania”, nombre con el que decidí bautizar al
tortuguillo que adopté simbólicamente, motivo de mi viaje. Imagino que el resto
de los tortupadres pensaron lo mismo.
El
joven que extrajo la bolsa se marchó rumbo al vivero donde enterraría los
huevos. El resto permaneció en el lugar. Mientras tanto la tortuga, pensando
que sus huevos estaban en el nido, comenzó a ocultarlos. Con sus aletas
delanteras arrastraba la arena hacia atrás, era como si estuviera nadando sin
agua, en cada movimiento imprimía mucha fuerza, tanta que incluso debimos
alejarnos porque las ráfagas de arena se elevaron algunos centímetros del
suelo.
—Más
de un morado nos han sacado— dijo José Martínez, coordinador voluntario de la
temporada.
Poco
a poco el hoyo se fue rellenando. Y se escuchaba un sonido que recordaba a
bostezo, gemido, suspiro, fatiga, todo al mismo tiempo. Ella estaba cansada.
Sus aproximadamente 300 kilos eran más pesados en tierra y presionaban todos
sus órganos por la gravedad.
El
guía nos explicó que todo este desorden de arena era una forma de proteger a
sus crías y despistar a los depredadores para que no encontraran los huevos.
Conté
40 minutos y finalizó el despiste de arena.
Ahora
Samy, así la bautizó Fernando, uno de los niños que estaba en el patrullaje con
nosotros, empezó a salir del agujero, y como todo este tiempo había estado mirando
hacia los manglares, giró en dirección al sonido del mar, donde terminaban las
olas. El rastro que iba dejando era como una huella de tractor y a los lados se
podía observar el vestigio de la placa que la identificaba.
Continuó
arrastrando su anatomía de 1.52 metros de largo. Todo el proceso de esta cardón
en la orilla, realización del nido, desove y despiste, había durado como dos
horas.
Segundo
a segundo observamos como su caparazón de 153 centímetros de ancho era vestido
y desvestido por el mar a su antojo, para luego hundirse y desaparecer. Samy nadó.
Y nadó. Quién sabe a dónde.
—Volverá en 10 días a desovar
nuevamente—sonrió José.
Eran como las 11 de la noche.
***
La Península de Paria es el área continental
más importante para el desove de tortugas marinas en Venezuela. En la costa
norte de la península, jurisdicción del municipio Arismendi, se han
identificado más de 30 playas de anidación de estas especies y más de 20
localidades adicionales han sido reportadas. Entre las más importantes se
encuentran Cipara o Sipara, Querepare, San Juan de las Galdonas, Cangua, El
Guamo y Pui Puy, entre otras.
En
esta zona desovan cuatro de las cinco especies de tortugas marinas presentes en
Venezuela: la tortuga o tortuga blanca (Chelonia
mydas), la tortuga cabezona (Caretta
caretta), la tortuga carey o parape (Eretmochelys
imbricata), la tortuga guaraguá o maní (Lepidochelys
olivacea) y la tortuga cardón (Dermochelys
coriacea). Esta última se diferencia de las anteriores porque tiene un
caparazón suave sin recubrimiento de placas córneas duras.
Los
tamaños de las tortugas oscilan entre los 60 cm y 45 kg de peso, hasta más de
1.5 metros de caparazón para la tortuga cardón, la cual puede pesar más de 500
kg. La tortuga guaraguá o maní no desova en las costas venezolanas pero si se
alimenta en estas.
Pero
cuando realmente podemos observar a estos reptiles es en su temporada de desove
que va del 15 de marzo hasta finales de agosto, siendo el periodo más fuerte de
marzo a junio. Durante estos meses la orilla de la playa de Querepare puede
recibir hasta 80 tortugas.
Sumergido
en este contexto surge el Proyecto de Investigación y Conservación de Tortugas
Marinas en la Península de Paria, que se realiza bajo el auspicio del Centro de
Investigación y Conservación de Tortugas Marinas (Cictmar), y es coordinado por
Hedelvy Guada. Este se lleva a cabo en las dos áreas de anidación más importantes
para la tortuga cardón en Venezuela: Cipara (desde 1999) y Querepare (desde
2002).
Las
actividades de Cictmar consisten en el seguimiento del período reproductivo de
las tortugas marinas en estos dos lugares, donde anualmente se marcan unas
80-140 hembras, se liberan entre 3 mil y 10 mil tortuguillos, y se capacitan de
2 a 4 asistentes de investigación, aparte de unos 4 a 8 asistentes locales[1]. También tiene un
componente de sensibilización y otro dirigido a identificar, promover e
instrumentar iniciativas que promuevan el desarrollo sustentable en las
comunidades costeras en la Península de Paria. El proyecto trabaja en alianza
con la Red de Conservación de Tortugas Marinas en el Gran Caribe (Widecast).
Pero
estas especies presentes en los océanos desde hace más de 120 millones de años
tienen muchos problemas para poder sobrevivir; ya que a pesar de estar
completamente protegidas por la legislación venezolana y por diversos acuerdos
internacionales, las tortugas marinas, hasta no hace mucho, encontraban su
muerte en las orillas Querepare.
***
A
los niños nunca los dejaban llegar cerca porque la gente estaba esperando para
agarrar su parte. Pero una vez, como a los seis años, el niño Evelio Cedeño llegó
cerca y fue tan fuerte lo que presenció que salió corriendo a su casa.
—Mamá,
¿por qué tienen que matar a esos animales?, ¿no pueden comer otra cosa?, ¿no
pueden hacer algo?—dijo con un dolor muy grande y rompió a llorar.
—Mijo
desde hace cuántos años que nosotros tenemos comiendo eso en temporada— su
madre intentó consolarlo.
—Pero
no debiera de ser.
Evelio
fue creciendo con aquel momento fijado en su mente y con el tiempo comenzó a
buscar a personas que lo pudieran ayudar a cambiar la situación.
Cuando
Evelio se entera que había una bióloga recorriendo las playas para hacer las
marcas de estos animales y que estaba conversado con los jóvenes “para ver cómo
hacían para no matar tortugas”, quiso conocerla.
Mientras
Evelio –hoy en día, carpintero y agricultor- se empapaba más sobre el tema de
preservación y conservación de tortugas marinas, reafirmaba que estos animales
se protegían, y entonces comenzó a “meterle miedo a la gente”.
—Yo
los amenazaba y les decía que yo había hablado con personas y que si los veían
matándolas venía un helicóptero y se los llevaban presos. Cuando entra la
revolución a Venezuela hay un amigo que se lanza como alcalde y cuando gana yo
recibo un apoyo. Nos reunimos y planteamos a todos los comisarios[2] de la comunidad que al que
consiguieran matando a una tortuga o sacando huevos iba preso. Y es cuando
iniciamos a medio respetar. Luego Hedelvy Guada se entusiasma más porque
comenzamos en reuniones, talleres, y se comienza el proyecto acá.
De
estatura baja, sin que esto subyugue su valor, tuvo bastantes encontronazos con
la comunidad y llegó a ser enemigo de más de la mitad por tratar de evitar los
pasos de los carros, la realización de fogatas durante la temporada de desove,
y por enviar a la cárcel a varias personas. Fue amenazado con machete,
pistolas, y ahora, era su mamá la que lloraba diciendo que lo iban a matar.
La
otra cara de la moneda, la más presente durante aquellos años, nos la cuenta
Dirson Cedeño, hermano de Evelio: “La tortuga más grande que vi en mi vida la
maté, tenía como 700 kilos. Y teníamos una fórmula. Si la tortuga estaba aquí
-dice señalando el suelo- hacíamos un hueco grande y la empujábamos; al
voltearla, con un cuchillo le abríamos el pecho y le sacábamos la carne y los
huevos que tenía dentro. Después la gente vendía la carne por los cerros y en
la casa nunca fartaba. Era una carne
muy deliciosa pero de tantos años que tengo sin probarla ya se me olvidó el
sabor”.
Dirson
explica que no había remordimiento porque no sabían que estaba en extinción y
que era como una cacería corriente. Crecieron viendo eso como algo cultural: consumir
o vender huevos y carne de tortuga marina.
Al inicio del proyecto
Dirson y Evelio trabajaron patrullando la playa y recibieron clases de biólogos
que llegaban del extranjero.
—Aquí en gracia de Dios, ya tu vez la
diferencia en la gente que se ha concientizado bastante. Ya tortuga no han matao, si la ven muerta es porque es en
otra playa y vara aquí—dice Evelio.
El
desove de las tortugas marinas muchas veces coincide con la temporada de pesca y
a veces ocurren accidentes. Como el de hace algunos días donde una tortuga se
quedó atrapada en uno de los trenes utilizados para pescar. Los pescadores
buscaron rápidamente a la gente de Cictmar, y en un gesto de completo
desprendimiento material cortaron la red y la liberaron.
En
general se podría decir que Querepare está sensibilizada, sin embargo, aún
queda trabajo por hacer en otras comunidades.
Hace
tres años salió una tortuga carey en una de las playas de Carúpano con las
cuatro aletas amputadas. Esta es una de las especies más buscadas por su
caparazón con el que hacen zarcillos, pulseras, espuelas para peleas de
gallos. Este año han tenido dos casos
más: una tortuga que llegó con una aleta casi amputada porque la tenía enredada
en un nilón y al retirárselo prácticamente le quedó el hueso descubierto; y
otro caso donde la tortuga tenía toda la red enredada en el hocico y las
aletas.
***
Se
podría comparar a Hedelvy Guada con una madre para las tortugas. Guada estudió
Biología en la Universidad Central de Venezuela, y ha trabajado durante toda su
vida con el tema de la conservación de estas especies. Esta bióloga emana
familiaridad y lleva a las tortugas hasta en sus zarcillos. Ella es la
coordinadora general del Proyecto de Investigación y Conservación de Tortugas
Marinas en la Península de Paria.
Guada
cuenta que la historia del proyecto va mucho más allá de estos 15 años, ya que
la primera vez que estuvieron en la zona de Paria fue en 1988, donde se
observó, en un proyecto de reconocimiento auspiciado por Fundación para la
Defensa de la Naturaleza (Fudena), que esta era un área increíble para la
anidación de tortugas marinas en Venezuela. Luego en 1989 se estableció un
campamento patrocinado por la misma fundación. Y 10 años después pudieron fundar
el proyecto en Cipara y luego en Querepare.
Desde
1999 el proyecto de Cictmar ha atendido a más de 10 mil personas, a través de
charlas y talleres a estudiantes, docentes, sector turístico, autoridades,
pescadores, principalmente en las zonas del municipio Arismendi. Pero algunas
de las actividades se han extendido al municipio Bermúdez en Carúpano.
Sin
embargo, Guada explica que esto no es suficiente: “El tema de conservación de
tortugas marinas y del ambiente debe ser parte del currículo escolar del
municipio Arismendi, y en toda Paria (...) Tiene que tratarse con propiedad por
los docentes de la zona para que todos esos niños sean los principales
defensores del ambiente de la Península”.
Para
que este tipo de proyecto sea exitoso hay que plantearse
una expectativa de quince, veinte años, o más. Al tener un escenario
de ejecución de mediano a largo plazo, porque el ciclo de vida de las tortugas
marinas es largo y complejo, los esfuerzos puntuales no tienen un impacto
significativo, por eso es necesario algo más: la educación ambiental.
Y
precisamente en este punto Hedelvy dice que tienen “una pata coja o con
muletas”. Anhela que Cictmar y otras ONGS que trabajan en el área de
conservación de vida silvestre cuenten con un personal suficientemente
preparado y permanente para abordar este tema a todo nivel: “La educación
ambiental no es un afiche, no es una calcomanía, no es una charla, se trata de
un proceso de perpetua evaluación”.
Otra de las cosas que ha permitido aún más la
sensibilización hacia el tema de tortugas marinas es que el proyecto ha traído
beneficios directos para las comunidades donde se desarrolla.
En
el caso de Querepare se han reparado casas, sustituido techos y realizado
mejoras a la escuela, gracias a un convenio entre la Alcaldía de Arismendi con
la Agencia Española de Cooperación Internacional y Desarrollo. Y en Cipara se
han colocado tuberías de distribución de agua.
“Las
comunidades han respondido positivamente al mensaje que llevamos de manera
permanente de que una tortuga viva significa mucho más para ellos que los
huevos en la sartén o la carne de la tortuga cocinándose”, dice Guada.
Evelio
Cedeño constata esta realidad: “Al principio la gente estaba rebelde pero a
través del tiempo han entendido que eso ha favorecido enormemente a la
comunidad, porque gracias a ese proyecto Querepare es reconocido por lo que es.
Han venido cualquier cantidad de turistas a conocer tortugas, se dio a conocer
con PDVSA, y muchas instituciones que visitan acá que anteriormente no lo
hacían porque Querepare ni en el mapa aparecía. La comunidad se ha abocado
porque de una u otra manera han obtenido beneficio”.
Después
de la permanencia de Cictmar en la playa, no solo durante la temporada, sino
durante todo el año a través de la presencia de los coordinadores de
conservación de Cipara y Querepare así como de los asistentes, Guada está
segura que el saqueo de tortugas marinas está prácticamente suprimido en estas
dos zonas. “Ya ninguna tortuga se toca. Los mismos saqueadores ahora son los
que te llaman para que vayas a identificar la tortuga, la trabajes y cuides los
huevos”.
Las
tortugas marinas están completamente protegidas por la legislación venezolana
desde 1979, con dos decretos: uno que las incluye en la lista de especies en
peligro de extinción (desde 1996) y otro que indica que están en veda.
Pero
en Venezuela no existe legalmente una red o federación de grupos que trabajen
con tortugas marinas. Solo hay distintas ONGS o líneas de investigación en
algunas universidades, como en la Universidad del Zulia.
Desde
los años ochenta, se reúne informalmente un Grupo de Trabajo de Tortugas
Marinas a través del cual se convoca a las organizaciones para intercambiar
resultados de proyectos y otros aspectos. Lamentablemente algunas de estas
reuniones han dejado de ser periódicas y han dejado de asistir autoridades gubernamentales.
Hedelvy
insiste en que todas estas cuestiones deben establecerse de manera legal porque
al momento de realizar un pronunciamiento serán más contundentes como red que
como ONG, y da el ejemplo de la red de organizaciones ambientalistas, ARA.
Cictmar
tiene una relación permanente con el Ministerio del Poder Popular para el
Ambiente (Minamb) y la Guardia Nacional, para solicitar los permisos de caza
científica y para denunciar si hay algún daño contra la tortuga o de su
ambiente marino-costero. En este último caso el sector gubernamental tiene
muchas limitaciones de logística para garantizar la aplicación efectiva de la
ley.
A
la pregunta de si sería necesario crear un decreto donde se declaren como zona
protegidas Cipare y Querepare, Hedelvy dice que sería un caso sumamente
novedoso en Venezuela que la protección de estas dos áreas comenzará con un
régimen municipal de protección y tener algún marco adicional; pero que con un
ciudadano con una buena conciencia ambiental sería innecesario.
A
nivel internacional, en lo que es el área del Mar Caribe, existe una red que se
llama Widecast, con sede en Estados Unidos y coordinadores en más de cuarenta
países en territorios del área del Caribe. Hedelvy es la coordinadora nacional.
Venezuela
también es parte de diversos acuerdos internacionales que protegen a las
tortugas marinas como el Protocolo de SPAW[3], la Convención sobre el
Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres
(CITES), y de la Convención Interamericana para la Protección y Conservación de
las Tortugas Marinas, donde el país tuvo un rol protagónico.
***
Entrada
la madrugada uno de los asistentes trae consigo una bolsa repleta de huevos de
tortugas marinas. Con su linterna encendida entra al vivero, una especie de
corral rectangular hecho sobre la arena, construido con unos tubos plásticos en
cada esquina y una malla metálica que hace las veces de pared, que está ubicado
a algunos metros del mar para que las olas no inunden los nidos.
El
joven se agacha, coloca sus dedos como una especie de espátula y comienza a
cavar. Coloca la arena a un lado del hoyo y a medida que este se hace más
profundo introduce todo su brazo. Transcurren varios minutos y justo cuando
está casi listo el nido, el túnel de arena comienza a desmoronarse tapándose
completamente.
A
veces esto les sucede a las tortugas, especialmente a las primerizas. En otros
casos depende de la granulometría de la arena. Por ejemplo en Cipara la arena
es tipo granzón, más gruesa, y a las tortugas marinas les cuesta más hacer los
nidos, por eso a pesar de que allá llegan más tortugas, estas prefieren desovar
en Querepare.
El
asistente se levanta y ahora es Alexander Cova quien empieza desde cero: “El
nido debe ser lo más parecido al que hace la tortuga y puede tener entre setenta
y ochenta centímetros de profundidad, dependiendo del brazo de la persona que
lo haga. La estructura debe ser como la de un florero, con un cuello y una
cámara”.
Finalizado
el nido Alexander empieza a introducir uno a uno los ochenta huevos blancos,
perfectamente redondos, húmedos y salpicados de arena. Todos deben quedar en la
cámara. Los huevos más pequeños o infértiles se dejan para el final. Estos se
deshidratan o espichan una vez que las crías están por eclosionar. Alexander
explica que algunos expertos dicen que estos les ayudan a las crías que quedan
abajo, a respirar y a que puedan salir con más facilidad a la superficie,
también dicen que hay un intercambio de gases entre todos los huevos que ayudan
a la eclosión.
Una
vez que los huevos están dentro del nido Alexander los cubre con la misma arena
extraída, y coloca una estaca de bambú donde escribe con marcador negro la
identificación del nido: especie, fecha en que salió la tortuga, cantidad de
huevos y el número de nido. En el caso del cardón bastarán sesenta días para
que los tortuguillos salgan del cascaron, y para otras especies aproximadamente
cuarenta o cincuenta días.
Estos
nidos no se reutilizan porque al haber embriones que no se desarrollan y mueren
pueden dejar bacterias que afectarían nuevos nacimientos. También el vivero es movido de posición cada
año. En una temporada se pueden construir varios, justo ahora está casi lleno
(90 nidos hasta el 2 de junio de los cuales 88 son de tortuga cardón) y ya hay
algunos nidos rodeados con un pedazo de malla metálica porque falta poco para
que nazcan.
La
temporada más alta para el desove de la tortuga cardón es abril, mayo y parte
de junio. En julio es probable que entren a la playa tortugas carey, cabezona y
verde. Hasta el 2 de junio habían entrado 66 tortugas a desovar en Querepare,
muchas de las cuales lo habían hecho cuatro o cinco veces.
Pero
una sola tortuga puede desovar más de 1000 huevos en distintas entradas a la
playa. Este es el caso de la Matrona, como los muchachos de Cictmar la han
bautizado, quien hace dos años colocó 1200 huevos y entró 12 veces a la playa.
Algunos bromean y dicen que este año la están esperando. Su marca es la 6868.
Durante
la tarde habíamos visitado dos nidos fuera del vivero. El primero intervenido y
reubicado en playa por uno de los asistentes. Cuando llegamos algunos
tortuguillos ya habían salido, lo supimos por su rastro, la huella era como si
algún niño hubiese estado jugando con un camión de juguete.
José
se colocó una máscara y unos guantes, se arrodilló y comenzó a excavar para
ayudar a los otros animalitos que se habían quedado atrás o incluso dentro de
los huevos.
Mientras
tanto Alexander sacó un cuaderno y lo apoyó sobre la tapa de una cava de anime
que contenía un poco de arena. Puños de tierra salían hasta que pronto
comenzaron a aparecer cascaras, huevos espichados que al terminarlos de abrir
botaban una yema amarilla, semejante a la de un huevo de gallina; y huevos donde
el embrión no se terminó de desarrollar, incluso algunos con el tórax de
tortuguillo adherido al cascaron, muertos. Todo esto era colocado a un lado del
nido. Pero también apareció algún tortuguillo aun dormido y débil que
permanecía completito dentro de su concha calcárea. José se lo dio a Alexander
para que lo metiera en la cava.
En
este nido había 99 huevos, de los cuales salieron 87 crías y 2 murieron. En
total 85 tortuguillos fueron liberados.
El
segundo nido era in situ, es decir, no fue manipulado por ellos, se dejó justo
donde la tortuga desovó. El proceso realizado en ambos nidos se llama
exhumación y generalmente se hace dos días después de la eclosión natural. En
este último nido el éxito de eclosión fue menor. De 106 huevos salieron 63 crías.
—A
veces cuando la tortuga hace el nido cerca de la orilla la marea puede afectar
y mojar los huevos—explicó José, quien no vive en Querepare pero tiene 5 años
viniendo como coordinador voluntario de temporada.
Al
respecto Hedelvy Guada advierte que hay un entorno de cambio climático del cual
no nos debemos aislar: “El aumento de las temperaturas, significa incremento
del nivel del mar con lo cual pierdes áreas costeras de anidación”.
La
temperatura también es crucial en la fase de incubación de los huevos ya que
esta determinará el sexo del embrión. Si esta es mayor nacerán más hembras y si
es inferior nacerán más machos. Por ende otro riesgo del cambio climático sería
una feminización de las poblaciones.
***
José enciende su linterna frontal, levanta su
mano y la pasa cuatro veces, de arriba abajo, por el frente de la luz roja. Del
otro lado de la playa Alexander le responde con otra señal.
Hay
una tortuga.
Esta
es una de las formas de comunicación de los miembros de Cictmar durante los patrullajes nocturnos, que empiezan
a las 8pm y “terminan” a las 4am. Estos consisten en caminar toda la orilla de
la playa, que tiene 1600 metros, para ver si hay tortugas marinas que entran a
desovar y asistirlas (medirlas, marcarlas si no lo están, sembrar los huevos en
el vivero, reubicar nidos).
Antony,
uno de los asistentes, dice que ya tiene el sentido de la vista desarrollado y
que puede detectar en la oscuridad a una tortuga. Tiene tres años colaborando
con el proyecto y actualmente estudia ingeniería en Carúpano. Tornado es otro que acompaña los
patrullajes. Él es el único perro tortuguero y concientizado. Siempre está
puntual a las 8pm y casi siempre se queda hasta el final. Sale con cada grupo
que patrulla la playa y es impresionante su actitud durante el desove de la
tortuga. Tornado ni se inmuta.
El
trabajo es duro ya que son tres meses seguidos patrullando la playa de noche:
“Años anteriores era diferente porque había más plata y más personal. Ahorita
tenemos que trabajar doble turno. Este trabajo si lo haces por plata no lo
haces bien, hay que hacerlo porque te sale del corazón y quieres proteger a la
tortuga”, dice Alexander.
El
entró en contacto con Cictmar en 2009 mientras realizaba unas pasantías en la
organización. Comienza a trabajar como asistente, en 2010, y desde 2011 como
coordinador de temporada. Su formación la ha recibido a través de talleres
dictados por biólogos de diferentes partes del mundo como Argentina, Chile,
Islas Canarias… “No solo me interesaba aprender el campo, sino toda la biología
de la tortuga, el análisis de datos, y ahí fui obteniendo conocimiento”.
Alexander
Cova estudió Gestión Ambiental. Dice que la mayoría de los jóvenes de Querepare
han trabajado con Cictmar y que ahora hay muchos de ellos involucrados en el
proyecto. “Se les está dando la oportunidad porque la idea es que ellos
aprendan y sean quienes a futuro, con los conocimientos de la conservación de
las tortugas, se encarguen del proyecto”.
Por
esta razón, desde 2010, el coordinador de conservación de Cipara, David Urbano,
también es un muchacho de la localidad que empezó muy joven en el proyecto.
Otro caso es el de Jaison, uno de los asistentes de Querepare. E incluso el
propio Alexander que es de la comunidad.
—Para
mí la tortuga es todo. A mi cada vez que me hablan de tortugas no solo aquí en
Querepare sino en todas partes me interesa mucho. Estoy disponible 100 % para
lo que es la preservación de la especie. Me molesta mucho cuando estoy en playa
y viene gente de otra parte a fastidiarlas. Creo que eso lo llevo en el corazón
y en la sangre pues. Creo que me moriré trabajando con tortugas. Y teniéndolas
aquí en mi comunidad, ¿qué más puedo pedir?— comparte Alexander.
Hedelvy
confiesa que esto no ha sido fácil porque ha implicado un proceso de
capacitación, pero los beneficios finales son mucho más porque tienes a personas que fuera de la temporada de
anidación siguen viviendo en la playa.
Por el proyecto han pasado
coordinadores que ahora tienen nivel de maestría, doctorados, pero que para
continuar sus estudios tuvieron que retirarse. Muchos de ellos siguen teniendo
buenas relaciones con la comunidad.
Desde
hace algunos años los tortupadres también acompañan algunos patrullajes. Las
primeras visitas al proyecto se dieron en el 2003, en el marco de la campaña de
adopción promovida por Cictmar con el fin de recaudar fondos. En aquel momento
se comenzó a realizar una rifa entre los tortupadres que adoptaban para ir a
conocer el proyecto. Con el incremento de los tortupadres, también aumentó la
gente que quería viajar a hacer este turismo de observación y poco a poco se
fueron organizando por su cuenta.
A
través de la página de Cictmar www.totuadopcion.com se puede obtener
información sobre las categorías de adopción: vivero, nido y tortuga. Los montos son bastante solidarios en
comparación con todos los gastos que puede tener el proyecto. Además estos se
realizan anualmente y pueden renovarse.
Patricia
Pérez, comunicadora social y una de las organizadoras de los
paseos a Querepare, fue por primera vez en 2008 porque estaba haciendo un
reportaje sobre tortugas para El Nacional.
“Después de viajar 2 años con mi familia, comencé a contarle a mis amigos y
familiares y noté que se entusiasmaron mucho. Esos amigos le comentaron a su
vez a otros amigos, y así el grupo fue creciendo. El año pasado viajamos 30
personas, entre amigos y conocidos del conocido”.
Este año Patricia no pudo viajar
porque estaba embarazada pero no quiso dejar de planificar otra vez el paseo.
En total han sido cerca de 50 personas las que han ido a Querepare bajo su
coordinación, en un viaje que desde Caracas dura 12 horas.
“A la comunidad de Querepare le
beneficia darse a conocer, porque es un pueblo con muchas necesidades y con
mucho que ofrecer. El contacto humano es esencial para que ellos se den cuenta
que en conjunto hacen una labor importante, como lo es cuidar a las tortugas, y
que NO están solos, porque todas esas personas que los visitan ya saben de
ellos y de su realidad”, comenta Patricia.
Además de hacer patrullajes, los
tortupadres limpian la playa y comparten con la comunidad. Algunos han ido más
de una vez. Este año Iván Hernández, artista corporal integral, realizó una
actividad de pintura con los niños de Querepare y algunos pequeños tortupadres.
Revestidos de colores se integraron, simularon seres extraordinarios inspirados
en la naturaleza, y terminaron en el mar dándose un buen chapuzón para retirar todo
el arte de su piel.
Pero
Querepare no está hecho para cualquier turista. Se requiere una sensibilidad
especial, asumir que esta es una playa de anidación, o por lo menos estar
dispuesto a recibir la indicación de cómo debe ser el comportamiento en este
tipo de lugares; y aún más porque en
Venezuela no existe una base legal en el tema de observación de fauna silvestre,
especialmente para la observación de tortugas marinas que tiene muchas
peculiaridades.
Uno de los puntos más graves
son las personas que introducen vehículos en las playas de anidación. Por ejemplo, este año hubo tortugas que desovaron muy
cerca de la boca del río en Querepare, y por allí pasaron cualquier cantidad de
carros, el equipo del proyecto no tiene esperanzas de que haya embriones vivos
dentro de esa unidad.
Alexander y Evelio coinciden
en que la temporada donde deben estar más alertas es durante Semana Santa. Por
su parte Teresa cuenta que a Dominique Jacquin, fundador de Natura Raid, que
alquila cabañas en Querepare, muchas veces no le gusta alquilar a algunos venezolanos
porque dejan basura. Ella lo entiende: “Mi mamá nos crio con limpieza y muchas
veces la gente no es consciente y deja desechos por todas partes”.
Pese
a esto se puede decir que Querepare es una playa muy limpia, tanto, que la poca
basura que vara en la orilla proviene de Trinidad y Tobago.
Continúan
resonando las palabras de Hedelvy Guada: “Tenemos unos años en los que el
trabajo flojo no solo porque no hay suficientes recursos, sino porque tampoco
podemos esparcir suficientemente el mensaje de la importancia de la
conservación de las tortugas marinas (…) Esto es extremadamente importante
porque si mañana deja de estar presente Cictmar en la temporada de anidación,
la única garantía de la sobrevivencia de las tortugas marinas son personas que
han cambiado su actitud sobre el ambiente”.
***
Querepare
es un pueblo joven. La persona más anciana tiene apenas 85 años. Este lugar
amable y tranquilo, ubicado a hora y media de Río Caribe, sonríe a través de
sus habitantes, aproximadamente 160 personas, la mayoría de las cuales son
familia.
El
pueblo está formado por dos calles, la de acceso y la que va de norte a sur, a
lo largo de la cual se alinean casas, escuela, Iglesia y corredoras de cacao,
una estructura utilizada para secar al sol o proteger de la lluvia las semillas
de este fruto. Querepare también tiene una playa, un manantial, un río y una
montaña con silueta de tortuga.
Evelio
dice que el nombre era el apellido de un cacique indígena, pero Dirson tiene
otra historia más pintoresca. Cuenta que cuentan que hace muchísimos años, en
la época de la colonia, muchos ingleses traían esclavos a esa zona, y que un
día uno de los nativos tuvo un hijo y el británico le preguntó: “su mujer, ¿qué
le pare?”.
Además
de la pesca también se cultiva café, yuca, ocumo, plátano, tomate, ají,
pimentón, cilantro, perejil y por supuesto cacao. Pero la artesanía, la música y
el turismo también tienen sus rostros en Querepare.
Si
miras a Mauricio Urbano lo relacionarías fácilmente con un artesano de Bellas
Artes o algún rastafari. Un sombrero tejido cubre la cabellera de este mulato
de gran estatura y una camisa de Bob Marley viste su pecho. Mauricio es todo un
bohemio que a sus 39 años ha viajado bastante dentro de Venezuela a visitar a
la familia y por razones de trabajo: albañilería, pintura, herrería,
carpintería. “Así de utilitis”. Igual siempre ha vivido en Querepare.
A
Mauricio le gustó la artesanía desde que tenía 10 años. Dice que aprendió con
su maestra y que cuando en su salón los mandaban a realizar manualidades
siempre terminaba haciéndole la tarea a sus compañeros. Ahora los niños del pueblo lo buscan para que los ayude con las maquetas.
Luego
comenzó a tallar distintos animales hasta que finalmente, desde hace 15 años,
“lo que lleva el proyecto”, hace tortugas.
—Un
día la señora Hedelvy me trajo una tortuguita de azabache hecha por allá por
Aruba, creo, y me dijo que si podía hacerle una de madera, me la dejó de
muestra y como a la media hora se la llevé ya pintada. Ella me dijo ′no vale,
pero tú eres un artista, hazme 30′. Y de ahí empecé. Mis tortugas salen en la
novela Corazón esmeralda, hay tres
actrices que la tienen—sonríe.
La
especie cardón es su especialidad. Para crearlas utiliza la cáscara del tronco
del árbol de jobo y tarda 30 minutos tallándola. Todas las personas que vienen
a Querepare quieren una para llevársela puesta en el cuello.
Con
Mauricio suman dos las personas que actualmente hacen artesanía en Querepare, y
que no solo la venden en el pueblo sino hacia Río Caribe y en otros lugares.
Una tortuga de madera ya sea en el cuello, en una pulsera o en unos zarcillos,
ayuda a generar ingresos hacia la localidad.
Mi
Querepare pueblo lindo yo le canto, mis lindos versos que nacen del corazón es
la razón que me da el quererte tanto por tus encantos gozo de satisfacción
(Bis) De ti nací, de ti me crie y contigo estoy. Te quiero y te llevaré por
donde voy y en donde esté nunca hallaré yo una razón para no dedicarte siempre
mi canción (Bis)
En Querepare también
se canta con la voz de Roque Urbano. Este cultor popular, como el mismo se
define, tiene 60 años en la cédula y 53 viviendo en el pueblo. Vive soltero,
libre y sin compromiso y a pesar de ser fiestero no es tomador.
Cuenta
de aquel día en que grabó el CD Aguinaldos
parianos junto a Chico Marcano, en el Centro Cívico Cultural Río Caribe. Tenía
uno de los huesos del brazo roto, por eso fueron solo 12 canciones.
Roque
canta la música que sea y lo hace desde niño. Aguinaldo, gaita, polo, galerón,
malagueña, románticas.
—Siempre
me doy a conocer con la gente, me gusta compartir con las personas que llegan
acá, aunque viejo y feo— sonríe— Si es de cantar, yo lo hago, si me dan algo,
me dan y sino también. Cuando llegan los grupos turísticos ellos me mandan a
buscar para yo cantarles, ellos me pagan por eso.
En
la orilla del mar de Querepare reposa un campamento de Natura Raid, una agencia
de viajes especialista del ecoturismo en Venezuela fundada en 1988 y que desde
1993 está en Querepare. Los campamentos son gerenciados por gente de la
comunidad. Teresa Morín es una de las encargadas.
Teresa
sirve una comida deliciosa y típica de la localidad: pescado con verduras,
arepas, ensalada, galeras, pollo, jugos, frutas y las famosas domplinas hechas
con harina de trigo, difícil de conseguir por estos días.
Dirson
Cedeño, quien a pesar de haber nacido en Querepare ha sido un viajero del mar,
capitán comercial, ahora trabaja en la cocina de Natura Raid. Desde 2001
decidió establecerse en el pueblo, pero de vez en cuando le gusta levantar sus
anclas y trasladar catamaranes a otras islas.
Dice
que el turismo extranjero se ha visto afectado por la inseguridad no tanto en
Querepare sino en el país; y que la mayoría de los turistas que van a Querepare
son franceses, alemanes, ingleses, españoles. Los meses más transitados son
junio, julio, agosto y diciembre.
Comparte
emocionado que ahora van hacer un bohío de la salud en la playa: “Esto sería un
local donde la gente pueda hacerse masajes corporales. Hay mujeres de la
comunidad de Querepare que les han dictado talleres para hacerlo. Algo más
turístico”.
Evelio
Cedeño y Mireya Cedeño también tienen una vivienda familiar para alquilar y
preparan comidas. La señora Ismary de Cova, madre de Alexander, tiene una
bodeguita, que viene a ser como el centro de reunión del pueblo y el lugar
perfecto para tomar una cerveza en medio del calor. Ella también prepara
comida, alquila una habitación y tiene espacios para guindar hamacas.
Desde
Cictmar se ha tratado de promover el tema de las alternativas económicas aunque
Hedelvy confiesa que todavía está en desarrollo. Por un lado estos ingresos se
ven reflejados en la contratación de personal de la zona (coordinadores y
asistentes), donde sus familias perciben un beneficio. Y por otro en el uso de
servicios de la comunidad. Cuando llega la gente a Querepare se les explica
dónde puede comer, hospedarse y quién hace los paseos.
Hedelvy manifiesta que estos pueblos
tienen mucho potencial para convertirse en pueblos temáticos organizados en
torno a las tortugas marinas, porque alrededor de estas especies se tejen muchas
actividades.
En este sentido Cictmar ha realizado
dos talleres sobre tortugas marinas y participación comunitaria, con invitados
internacionales que han explicado cómo para ellos ha sido viable promover el
turismo de observación de tortugas con reglas cuidadosamente establecidas, y
los beneficios que esto ha traído. Dos casos emblemáticos están en Trinidad y
Brasil.
“Nosotros quisiéramos ir hacia allá
pero necesitamos de manera indispensable lo que es la base legal para la
observación de tortugas marinas. Sin llegar a ser un turismo masivo porque el
turismo de observación de vida silvestre debe ser un turismo muy selectivo”,
dice Hedelvy.
En esta línea se supone que uno de
los atractivos de Querepare sea el Ecomuseo de Tortugas Marinas, una estructura
de madera, que está ubicada en la entrada del pueblo y que solo falta colocarle
los carteles con la información de las especies.
“Yo pienso que parte de las actividades que
hace Cictmar informando sobre la biodiversidad de Paria y la conservación del
ambiente son importantes, porque aun si en unos años ya las tortugas, porque no
tienen espacios donde desovar- por el cambio climático- no son importantes para
Paria, habrá comunidades fortalecidas para atender el turista en función de
promover y dar a conocer la biodiversidad de la zona. Gente que igual está
preparada porque tiene una habitación en su casa, cocina, hace artesanía. A lo
mejor un día ya no serán tortugas sino pajaritos. Las comunidades seguirán
allí, a lo mejor ya no en la costa sino más arriba en la montaña pero con una
formación e información que les ayude a salir adelante manteniéndose en
sintonía con la conservación del ambiente”, dice con ilusión Hedelvy.
Es importante no enfocar todo en la
tortuga marina y que los visitantes conozcan a la comunidad, entonces, si el turista va a Querepare y no puede
ver una tortuga, podrá conocer el museo, hablará con alguna persona de la
comunidad y seguramente Roque le cantará una canción…
***
La arena comenzó a moverse y unas cabecitas empezaron
a brotar como las cotufas en el sartén. En conjunto eran un bojotico gris
chispeante. Algunas burlaron el bloqueo de la malla metálica alrededor de su
nido y correteaban encima de los otros nidos del vivero, incluso hasta la
salida como si ya conocieran el camino.
Pronto
llegaron los muchachos de Cictmar y colocaron a los tortuguillos en una cava de
anime. Sus cuerpos de 4cm o 6 cm de longitud se movían desesperadamente dentro
del diminuto espacio.
Antes
de liberarlos había que esperar a que las aves se alejaran. Así que la hora
ideal sería a las 5:30pm momento en que el sol también comienza a ocultarse.
Alexander con cava en mano caminó hasta la
orilla de la playa, puso el recipiente a un lado y se agachó para sacar a los
tortuguillos. Los demás, detrás de la cava o formando dos filas procurando
dejar el centro liberado, estábamos a la expectativa, mientras él colocaba a
las crías en la arena. Estas apresuradamente comenzaron a correr en dirección
al mar. Solo hasta el 2 de junio tres
nidos habían eclosionado (dos en playa y uno en el vivero).
Su
primer obstáculo, el golpe de las olas. Todos los tortuguillos debieron
intentarlo más de una vez para poder entrar al agua, y aunque se tornaba una
necesidad ayudarlos era esencial no intervenir, porque los tortuguillos
memorizan el recorrido de la orilla al punto de luz que es el mar y
transcurridos 20 o 30 años regresan y desovan en la misma playa que los vio
nacer.
Uno
de cada mil o incluso 10 mil tortuguillos llega a adulto. Su crecimiento lento
así como otras amenazas hacen que esta especie muera prematuramente e incluso
esté en peligro de extinción.
Al
salir al mar viajan hasta Canadá, que es su zona de alimentación. Los primeros
años de vida de la tortuga marina, entre 5 y 20 años, transcurren en vegetación
flotante para resguardarse de los depredadores. Luego entre los 20 y 40 años
alcanzan la madurez sexual, y se trasladan a la zona de apareamiento. Finalmente
regresan a desovar a su playa, en un recorrido que puede tomar hasta 3 años.
En
esta especie la hembra es la que hace todo. El macho simplemente sirve para
aparearse y raramente deja el mar. Un vez que la tortuga desova no tienen nada
que ver con las crías, por eso es importante que existan proyectos como el que
lleva Cictmar, para el cuidado y protección de los nidos.
Sin
embargo, el trabajo del proyecto solo garantiza la vida del tortuguillo hasta
la liberación; posteriormente, estos animales deben continuar con su ciclo
natural.
Hay
tortugas marinas que han desovado en lugares distintos a donde comenzó su
historia. Este es el caso de la cardón, que es la menos fiel a su playa de
nacimiento, ella puede anidar en otras playas en una misma temporada de desove.
Las otras especies siempre desovaran en sus lugares
de nacimiento.
Cuando una tortuga de
Querepare desova en otro país o viceversa, inmediatamente se debe informar a la
organización. La procedencia de la tortuga se sabe por las marcas, placas
metálicas que vienen del centro de marcado de Widecast, basado en la University
of West Indies (Universidad de las Indias Occidentales), en Barbados.
Ellos
le suministran a Cictmar las marcas que utilizan en el proyecto. Estas tienen
un serial destinado para las playas de Querepare y Cipara. Cictmar ha marcado más
1100 hembras desde el inicio del proyecto.
Los
centros de marcaje son extremadamente importantes: “Nosotros tuvimos una tortuga cardón que fue marcada
en Cipara a principios de temporada pero el 4 de junio la vieron desovando en
Granada. Y este año dos tortugas con marca de Trinidad han desovado en Cipara.
Hasta el momento (16 junio) ya tenemos tres reportes de intercambio de playa. Y
eso ocurre toda la temporada”, comenta Hedelvy.
Y luego me muestra los mapas de ruta
de las tortugas en la computadora: “Esta es una tortuga marcada en Cipara que
se capturó en Nueva Escocia, entonces se le puso un transmisor satelital,
después ella venía bajando a principios de temporada del año pasado, pero el 9
de enero el transmisor dejó de funcionar”.
Estos animales se mueven de maneras
peculiares. El año pasado regresó una tortuga marcada el primer año de Cictmar.
También hay una tortuga que mide 1.77 metros que ha salido como dos o tres
veces, y otras que han vuelto luego de 10 años.
Con respecto a las cifras de Cictmar
en Querepare, durante 2013 recibieron 80 tortugas, hicieron
129 nidos en el vivero y liberaron aproximadamente 7000 crías, sin contar los
nidos in situ y los nidos reubicados en playa.
Las
tortugas marinas son muy importantes para mantener el equilibrio de los
ecosistemas. Dependiendo de la especie pueden controlar el crecimiento de las
esponjas marinas en los arrecifes, coralinos; y el crecimiento de medusas, ayudando
al incremento de las poblaciones de peces.
***
Roque Urbano nos despide de Querepare. Con su
particular sonrisa nos ofrece nuevamente el CD que grabó aquel día con uno de
sus huesos rotos. Cuando la camioneta avanza observamos varios liceístas de la
comunidad subiendo a pie hasta la vía principal donde pasan unos jeeps con
cabinas que los trasladan a su escuela. Es un lunes y son las 5:30am.
En
el autobús de la empresa Akanan cada uno de los tortupadres lleva su respectiva
vianda con unas domplinas que nos preparó Teresa.
Quiero
decirte lo que me gusta de ti, pero en verdad no sé por dónde empezar porque de
ti yo no me puedo quejar, he sido mucho pero mucho muy feliz, quiero quedarme
por siempre a vivir allí y acá en mi rancho ver a la orilla del mar, pedirle a
Dios por un nuevo porvenir y que las cosas se me puedan arreglar…
Suena
Roque en la radio cantándole a Querepare.
Inmediatamente
viene a mi mente la frase que le dijo Norelia a su hija aquel viernes que
salíamos de Caracas rumbo a Querepare: “Después de 20 años irás y seguro será
tu tortuga”. Estábamos en el Guapetón y todavía faltaban como diez horas para
llegar, pero su frase, la de esta tortumamá que venía por segundo año sin duda
fue un sino: “Después de 20 años irás y seguro será tu tortuga”.
Regresamos
a Caracas con una nueva historia para contar, la historia de las tortugas
marinas y los guardianes de Querepare.
Notas
[1]
Cictmar. Información del proyecto [en línea] http://www.tortuadopcion.com/home.htm
Consulta del 6.6.2014.
[2] De
acuerdo a Evelio Cedeño los comisarios son un ente de la prefectura de cada
parroquia. Estos llevan un informe semanal a la jefatura sobre lo que ocurre en
la comunidad.
[3]
Protocolo relativo a las áreas y flora y fauna silvestres especialmente
protegidas del Convenio para la Protección y el Desarrollo del Medio Marino de
la Región del Gran Caribe. Naciones Unidas 1990.
3 comentarios:
Al leer este cuento hermoso "Al estilo najarete" se le hincha a uno el corazón de emoción, por tanta vida y verdad expresadas aquí,en ésta narración,plena de personajes y situacionescompartidas este fin de mayo de 2014 en Querepare, península de Paria,estado Sucre. Realmente una vivencia de contacto directo con la naturaleza y en particular con las tortugas marinas y sus tortuguillos, con l@s niñ@s y pobladores en general del pueblo, con los artífices de cada importante rol aqui relatados, y que ahora quedan "fotograiados" al leerlos , en sus amables atenciones y funciones , en los importantes aspectos de conservacion y multiplicacion de las torugas- artesanías, musica- hospedajes-comida, entre muchos otros, que dan vida y valor a Querepare.. hermoso , con su majestuoso "cerro de la toruga madre" que impresiona lumínico como diosa al amanecer y al atardecer. Gracias a Minerva Vitti , por este reportaje valioso que da testimono de la labor de Citmar en pro del estudio-desarrollo y consevacion de las torugas marinas y de todos y cada uno de los protagonistas aquí presentes que hacen de querepare un destino único y particular donde la brisa del mar huele a cacao! Será por eso que las tortumadres vienen a colocar sushuevosallí? Hay que volver a querepare, a quererla,apoyarla y cuidarla. ( Iván Hernández Rojas-Artista visual integral Tortupapá del tortuguillo " Guaribe ".
- Iván Hernández Rojas-Artista visual integral Tortupapá del tortuguillo " Guaribe ".- b-i-a
Que hermosas palabras Iván. Precisamente por eso no le coloqué fotos para que las palabras describieran, narraran, acercaran... Ya las imágenes las hemos visto, pero lo escrito es vida. Definitivamente hay que regresar a Querepare y difundir este reportaje para que más y más gente se una a la causa.
Publicar un comentario