La única referencia que tenía sobre Birongo era uno
que otro cuento aislado sobre magia o brujería. Luego, investigando, surgió un
motivo de peso para visitar este pueblo: el cacao. La ruta Birongo: magia,
cacao y tambor, organizada por Fundhea, prometía degustar este alimento de los
dioses, y lo más importante, vivir sobre el terreno las costumbres que los
habitantes de esta cumbe han preservado desde la época de la esclavitud hasta
nuestros días. Birongo, un pueblo ubicado en el municipio Brión del estado
Miranda, donde todos huelen a chocolate, caminan al son del tambor y andan con
una sonrisa que enamora.
Llegué justo a las 6:15 am a la Plaza Francia de
Altamira. Iba corriendo porque esa era la hora "exacta" de salida. El
Wararira Repano lucía magnífico y tentador esa mañana. Tuvimos que esperar
algunos minutos mientras que el resto de nuestros compañeros llegaba al punto
de encuentro, así que arrancamos apróximadamente a las 7am. Hicimos una parada
en la bomba que está en Flamingo, Higuerote, para ir al baño y desayunar, y
nuevamente agarramos carretera.
Dos horas después llegamos a la plaza del Monumento al
Tambor, en Curiepe, una obra del escultor Dagoberto Ramos, en homenaje a este
pueblo fundado en junio de 1721 por el capitán Juan del Rosario Blanco y la
Compañía de Milicia de Morenos Libres de Caracas; e inaugurado por el alcalde
Domingo Palacios Acosta el 1 de junio de 1997.
Curiepe fue el primer pueblo fundado por los
cimarrones, negros esclavos que escapaban de las fincas de sus dueños. Ese día
aprendí que la palabra cimarrón significaba ganado descarreado.
Nos bajamos e hicimos algunas fotos en el gran tambor
de color ladrillo que descansaba en la colina de grama. Y nuevamente subimos al
bus con el primer ardor por la picada de los mosquitos, sensación que nos
acompañaría, al menos a Lu y a mí, durante toda la ruta.
Aún faltaba camino para adentrarnos en la cumbe.
Mientras tanto, Lu me contaba que de alguna manera tenía la sensación de estar
volviendo a sus raíces, su abuelo había vivido en Capaya, otro de los poblados
afrodescendientes del estado Miranda.
La cimarrona
Ya en la carretera de Birongo, Derbys se comunicó con
alguién por teléfono y nos detuvimos unos instantes. De una moto bajó una joven
morena. Cuando subió al bus sentimos una explosión de energía. Su nombre era
Grisele Castro, una de las promotoras de Turismo Birongo, una asociación
formada por diez mujeres que se encargan de promover la cultura del pueblo.
Grisele nos dió la bienvenida y nos explicó cómo las
fundaciones Tierra Viva y Empresas Polar las habían asesorado en este
emprendimiento. También nos contó que Birongo antes se llamaba Bilongo y que el
pueblo estaba dividido en seis sectores (Salgado, Vista Hermosa, Mango Arriba,
Marasmita, Guayamal, Birongo Arriba).
Posteriormente nos hizo un mapeo de todas las fiestas
tradicionales que celebraban en el lugar como el paseo del niño Jesús de
Birongo, el 1 de enero; la fiesta de reyes, el 6 de enero; y la festividad de
más regocijo para los birongueros, el día de San Juan Bautista, el 24 de junio,
ya que realizan distintos toques en las comunidades.
"Somos
cimarrones, nos distinguimos por nuestro color y nuestra belleza afro",
dijo Grisele con una picardía y un orgullo que nos llenó. Y pasó su mano por
delante de su rostro para enfatizar aquella frase, más que cierta. Grisele dice
que ellos siempre están felices y todo es una fiesta, la misma sensación que
tengo cuando me como un chocolate, supongo que entre tanto cacao la felicidad
es inevitable.
Bienvenidos a Birongo
Un cartel super colorido nos recibió. Las muchachas lo
pintaron en septiembre de este año así que lo estrenamos tomándonos una foto.
Más adelante nos adentramos en una plantación de
cacao. A medida que avanzábamos íbamos familiarizándonos con este fruto que
nace de flores que están en una rama o en el tronco. Por esta razón resulta
artístico ver como cuelgan casi de cualquier parte del árbol e identificar sus
colores verde, rojo, amarillo, dependiendo del estado de maduración.
Los cacaoteros medían entre 6 y 10 metros y estaban
rodeados de otros árboles, entre estos, plantas de plátano, ya que requieren
crecer en la sombra.
En el medio de la plantación nos esperaba otra de las
promotoras con un termo lleno de carato de arroz, bebida hecha con arroz,
azúcar y hoja de limón. Todos probamos y más que una bebida parecía un
almuerzo. Su textura pesada y refrescante me gustó.
Inmediatamente Grisele comenzó a explicarnos todo
sobre el cacao. Que el fruto se le llamaba mazorca, que había dos cosechas en
el año, que se preocupaban porque la cosecha cumpliera con todos los estándares
de calidad. También nos instruyó sobre los tipos de cacao que existían:
criollo, forastero e híbrido; y sobre las enfermedades que podían infectar al
fruto y por tanto comprometer la siembra.
Luego esta bironguera tomó un machete y cortó una de
las mazorcas por la mitad. Las semillas perfectamente alineadas y cubiertas por
un mucílago blanco lucían apetitosas. Pudimos degustar el cacao directamente
del fruto. Chupamos la semilla, el sabor me hizo recordar a la guanábana y cómo
no escuché la explicación la mastiqué y
me la tragué. Me supo amargo, más adelante descubriría que así es que sabe la
pasta de cacao tostado recién salida del molino.
Admito que las picadas punzantes de los mosquitos y el
calor pegajoso me desconcentraron y me perdí muchos detalles que desearía
contarles. Pronto salimos de la plantación y mi piel hinchada por el ardor
agradeció el aire acondicionado.
Desde ese momento la pequeña Gabriela, una hermosa
niña de la comunidad, de piel tostada, ojos brillantes y sonrisa perfecta, se
conectó con Luisanna.
"Dale pues morena, dale a la manivela"
Atravesamos el puente sobre el río Birongo. Grisele
nos contó que la crecida lo había tumbado un par de veces y que en esas
ocasiones habían quedado prácticamente incomunicados. Ahora ha aguantado porque
lo hicieron de metal. Pero la fuerza de la naturaleza es impredecible.
Bajamos del bus en el sector Pueblo Nuevo. Este tiene
una pequeña plaza Bolívar y una Iglesia. También la Bodega "El
Carmen", que es la más antigua del pueblo. En esta me llamó la atención un
viejo reloj con el tiempo detenido y las puertas de madera.
Justo al frente del establecimiento había un espacio
donde todos nos reunimos. Tibi, otra de las promotoras de Turismo Birongo,
estaba sentada en una zanja con un pequeño fogón y un sartén donde estaba
tostando las semillas que habíamos traído de la plantación de cacao. Mientras
tanto Grisele preparaba una mesa donde colocó un recipiente con los tres
estados del proceso por el que pasa la semilla de cacao.
Cuando Tibi terminó de tostar, Grisele nos invitó a
moler en un pequeño molino que estaba apoyado en una silla. Uno a uno fuimos
probando y de pronto Grisele comenzó a cantar:
Y asi es como vive la mujer del campo (bis)
de aqui pa' allá, de allá pa' acá
Dale pues morena, dale a la manivela (bis)
dale pues más duro para que tu....
Fue un momento mágico porque con este canto de faena,
nos adentramos en el trabajo de las mujeres del campo. Fue trasladarnos muchos
años atrás y sentir cómo cantando se aliviaba el trabajo.
La pasta que iba saliendo del molino era marrón
intenso y de un sabor muy amargo, tan amargo que daba felicidad. Lo mezclamos
con leche e inmediatamente tomamos nuestro primer chocolate caliente.
Un sancocho en el río
Nos pusimos nuestros trajes de baño y comenzamos a
caminar hacia al río por una bajada de concreto y al finalizar un camino de
tierra donde tuvimos que trepar algunos troncos. Minutos después justo en la
orilla del río nos esperaban otras promotoras con una olla gigante de sanchoco
cruzao (una sopa de carne de lagarto, pollo, maíz y verduras; todas cosechadas
en el lugar), platos con casabe (un pan circular hecho con harina de yuca), un
termo con la bebida y unos banquitos de plástico para sentarnos. A cada quién
le sirvieron según su gusto y más de uno repitió.
Después de reposar el almuerzo una promotora se metió
al río. Con sus brazos debajo del agua comenzó a hacer movimientos similares a
los del saqué en voleibol. Su brazo salía, y se hundía, salía y se volvía a
hundir. El agua comenzó a sonar.
Esta práctica se conoce como Tambor de agua y la
hacían las mujeres para llamar a sus maridos que estaban más arriba en la
montaña trabajando. Por esta razón también le dicen “llama maridos”. El sonido
indicaba que la jornada había terminado. Grisele nos contó que una vez fueron
unos antropólogos y les explicaron que esta misma costumbre estaba en una tribu
en África.
Intenté aprender a hacer el Tambor de agua, solo les
puedo decir que tendré que regresar a Birongo.
Luego Griceida Castro, otra de las promotoras, realizó
el tradicional Baño de flores que se hace el 24 de junio, día de San Juan
Bautista. Griceida nos explicó que había que tomar tres flores distintas,
macerarlas con las manos dentro de un tobo, colocarles un poco de esencia y
agua de río y luego echarlo en la cabeza. Lo que quedaba en el tobo se echaba
hacia atrás, por encima del hombro, dándole la espalda y así se iba lo malo,
corriendo en las aguas del río. La mayoría lo intentó y por ejemplo a mí el
olor a flores me acompañó hasta mi casa.
Comenzó a lloviznar y caminamos de nuevo a Pueblo
Nuevo porque aún quedaba una sorpresa.
Suelta las caderas
Nos encontramos en el mismo espacio frente a la bodega
"El Carmen". En la mesa había distintos dulces y aprovechamos para
comprar. Mi favorito fue la conserva de coco puesta sobre una hoja de naranja.
Grisele apareció con una falda para el acto cultural,
que consistía en enseñarnos los pasos básicos del verdadero tambor. Confieso
que nos costó, el "tambor caraqueño" por llamarlo de alguna manera es
vulgar comparado con estos pasos sublimes que intentamos aprender.
Poco a poco nos fuimos soltando y entre risas nos conectamos
con la parte más íntima de nosotros, con nuestras raíces afrodescendientes.
Quedamos sudados y orgullosos.
Al final de toda la ruta nos presentamos. Treinta personas
de distintas profesiones e intereses en el mismo tiempo, lugar y espacio. Conectados en esta ruta antropológica,
de pura humanidad. Conectados unas horas con gente de piel de cacao tostado
cuyas sonrisas eran de agradecimiento y orgullo por mostrarnos su cultura.
Finalmente entendí por qué en Birongo todos son
felices. Y es que no les conté que el nombre Birongo significa “medicina
tradicional” y si van seguro regresaran renovados, porque en este mágico lugar
todo es posible, porque en Birongo siempre huele a chocolate.
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