Desde hace algunos años le he prestado más atención a
nuestras fiestas patronales, siempre con el deseo profundo de poder ser parte
de ellas. Recuerdo que la primera que captó mi atención por la cantidad de gente
que asistía fue la peregrinación de la Divina Pastora. Esta es la tercera
peregrinación mariana más grande del mundo, después de la virgen de Fátima
(Portugal) y la virgen de Guadalupe (México); y la segunda más grande de
Latinoamérica. Así que cuando una semana antes del 14 de enero, día de la
celebración, Betty me mostró su agenda de Valentina Quintero y me dijo que
tenía ganas de ir, no dudé ni un segundo en acompañarla: Vámonos. Y con esa
palabra me propuse un nuevo reto, hacer todo lo posible por conocer nuestras
tradiciones a través de las fiestas patronales. La lista es larga y este fue un
buen comienzo. Aquí les cuento nuestra experiencia en la procesión 159 de la
virgen protectora de la ciudad larense.
Betty yo salimos de la oficina ese 13 de enero a las
cuatro de la tarde rumbo al terminal La Bandera. Allá nos esperarían Carlos,
Jonathan y Reiber, otros que se nos unieron al plan. Nos encontramos y bajamos
al lugar donde salen los buses. Por la hora los conductores estaban cobrando
1000 bolívares, un precio muy exagerado si consideramos que el pasaje desde
Caracas hasta Barquisimeto no pasa los 300 bolívares.
Subimos a la taquilla y solo había buses desde las
6:40pm en adelante, otro problema porque íbamos a llegar en la madrugada y más
de uno nos dijo que era muy peligroso por la hora, que robaban a la gente y
pare usted de contar. Terminamos comprando el boleto y nos encomendamos a Dios.
Mientras esperábamos aprovechamos para conversar y
conocer a Jonathan y Reiber, amigos de Betty, el primero todo un prospecto de
sacerdote y el segundo muy aventurero, justamente esa semana estaba llegando de
viaje y ya se iba a montar en un bus con nosotros. También aproveché para
comprar algo de comida para el camino, en un lugar que Carlos nos recomendó
donde vendían pastelitos vegetarianos (y no tanto), elegí uno de ricota y
espinaca, y otro de carne molida y espinaca. Son horneados y hay otras
combinaciones con calabacín. No recuerdo el nombre del local pero queda en el
segundo pasillo y seguro si preguntan les indicarán porque no hay otro igual.
Súper recomendados.
Llegó la hora y nos fuimos a abordar el bus. Menos mal
que nos montamos a tiempo porque hubo gente que había comprado pasaje y luego
no tenía puesto. Delante de nosotros estaba sentada una señora que también iba
a la celebración de la Divina Pastora, pero ella se quedaría desde la madrugada
en el pueblo de Santa Rosa, desde donde sale la procesión con la virgen. Nos
contó de su devoción y de vez en cuando se metía en nuestra conversación. Al
fondo del bus iban unos pasajeros escandalosos, aunque luego Betty, Jonathan y
yo les haríamos la competencia porque pasamos el rato hablando, contando
chistes y comunicándonos con el taxista que nos esperaría en Barquisimeto.
Reiber y Carlos andaban en su nota.
El bus iba muy lento y cuando hicimos la primera
parada nos alarmamos por la hora, eran como las doce y todavía faltaba bastante
camino. En esta parada vimos un bus de antaño y aprovechamos para hacer lo
habitual: estirar las piernas e ir al baño.
Llegamos a Barquisimeto a las dos de la mañana. Admito
que estaba paranoica. Me parecía que en el terminal todos nos veían. Y a cada
rato pasaban unos muchachos por nuestro lado, que más tarde observamos, que
estaban buscando cartones para dormir en el piso.
Llegó el taxi y todos nos apretujamos. Durante el
trayecto el señor Ángel nos contó sobre un maratón que hacían desde
Barquisimeto hasta Santa Rosa: "Al principio eran puros atletas, ahora
participa cualquiera, unos van caminando, otros corriendo y así, todo se
mezcla", nos dijo. El maratón arrancaba a las cinco de la mañana y
potenció la idea que ya venía flotando desde el bus cuando unos amigos de
Carlos le comentaron que también participarían. Pensé que sería una buena
ofrenda para la Divina Pastora.
El señor Ángel nos dejó en la casa casi a las dos y
media de la mañana y Rufa nos recibió. Llegamos directo a la cocina a preparar
el desayuno porque teníamos que salir de la casa a más tardar a las cuatro y
media de la mañana. Luego de ayudar con las arepas me fui a descansar, eran las
tres de la mañana. Los muchachos se quedaron desayunando y conversando. Yo no
dormí era demasiada adrenalina, solo estiré mis piernas y descansé.
A las cuatro y diez sonó el despertador y todos
estábamos súper activos, aproveché para desayunar.
Empezó la ruta
Nos despedimos de Rufa y al salir de la casa nos
recibió una calle llena de gente. Delante de nosotros iba una familia completa
con niños, como si fuese un paseo en la tarde. Cuando llegamos a la avenida la
algarabía era única: bicicletas, corredores, caminantes de todas las edades.
Decidimos caminar hasta el obelisco desde donde partiría el maratón. La
estructura estaba iluminada con luces que iban cambiando de violeta a verde,
amarillo, azul. Sonaba algún reggaetón, trance, y una que otra canción para
activar a los atletas peregrinos.
La tradición del maratón inició en el año 1980 de la
mano de Napoleón Arrieche y el profesor Francisco Puerta, con la finalidad de
recaudar fondos para las Hermanas de la Caridad de la Casa Hogar Doctor
Gualdrón, solicitando un aporte monetario dentro de las posibilidades de cada
participante (1).
La carrera recorre la avenida Pedro León Torres, luego
se dirige a calle 42 para tomar la carrera 19; después prosigue por la avenida
Lara, hasta los alrededores del poblado de Santa Rosa (2). El año pasado se estima
que participaron, al menos, 18.000 personas y para este año se esperaban más de
20.000, entre esos nosotros.
A las 5:18am arrancamos nuestro propio maratón porque
aún no daban la señal y queríamos llegar temprano a Santa Rosa. Carlos y yo
corrimos. Betty, Reiber y Jonathan prefirieron caminar para hacer las fotos.
Primero tuvimos que ir esquivando a la gente, luego a
las bicicletas, hasta que finalmente, cada quien a su ritmo iba disfrutando el recorrido.
Por todo el camino la gente regalaba agua y mandarinas. Las conchas de esta
fruta tapizaron buena parte del asfalto. Yo me sentía un poco insegura porque
había olvidado mis lentes y aún era oscuro, así que me dediqué a seguir los
pasos de los demás.
Luego de siete kilómetros inició el amanecer, un
regalo de Dios. En el kilómetro ocho las aves comenzaron a cantar. Diez
kilómetros después, a las 6:13am, Carlos y yo estábamos atravesando el arco del
pueblo de Santa Rosa.
Ya en ese momento del día era difícil ingresar a este
pueblo cuya calle principal se había quedado pequeña para la cantidad de gente
que lo visitaba aquel 14 de enero.
El lugar lleva el nombre de la santa peruana Santa
Rosa de Lima y fue puesto bajo su protección. “Su fundación data de 1673 por el
misionero capuchino Fray Agustín de Villabáñez con aproximadamente 138 familias
de indios gayones, provenientes de las montañas situadas al sur y sudoeste de
Barquisimeto. Entre los años 1706 y 1748 unos padres capuchinos realizaron en la
región unas misiones que produjeron muchas conversiones y difundieron la
devoción mariana en su advocación de Pastora de las Almas. El choque entre
gayones y españoles prevaleció por largo tiempo. Se crearon fuertes
desavenencias y contradicciones entre los misioneros capuchinos, los españoles
y los indios, lo que provocó la intervención armada del Cabildo en contra de
los indios. Los misioneros reaccionaron inmediatamente a favor de los indios en
1682” (3).
Todos nos reunimos a las 7:22am en el mirador. Desde ahí
tuvimos una vista de postal con montañas al fondo y un terreno larguísimo en el
que había muchas casas. También nos hicimos nuestra respectiva foto con un
monumento de la Divina Pastora que estaba en el lugar. Nos dirigimos a la plaza
y nos fuimos escurriendo entre la multitud hasta que por fin entramos a la
capilla y allí estaba, vestida de cielo, la imagen de la Divina Pastora.
Origen de la devoción
Cuando entramos a la capilla inevitablemente nos
separamos. Había demasiada gente. Betty, Jonathan y Reiber estuvieron muy cerca
del altar. Carlos y yo quedamos justo detrás de una fila de jóvenes, que junto
a la guardia de honor de la cofradía, hacían una barrera para dejar libre parte
del pasillo central de la Iglesia, en el punto donde estaba la imagen de la
virgen.
Para movernos debíamos hacerlo en masa. Por suerte
quedamos debajo de un aire acondicionado y ni sentimos el calor.
Según la investigación de Nectario María la imagen de
la Divina Pastora llegó a Santa Rosa poco tiempo después del año 1736. Pero
como ya comentamos esta advocación comenzó mucho antes, desde que los
capuchinos fundaron varios pueblos bajo la protección de la Divina
Pastora. De hecho 1706 es considerado el año del inicio de esta
advocación por medio del padre Marcelino de San Vicente.
Un dato curioso es que a pesar de que los capuchinos
se marcharon en 1696 la devoción permaneció en los indios gayones de Santa
Rosa, el sacerdote Bartolomé de Salazar y Ruíz tuvo
mucho que ver con el crecimiento de la devoción, “pues en sus prédicas
de catequización infundía las características del pastoreo de la Virgen”. Y
otro episodio muy interesante es el que se relata a continuación, de la primera
vez que la virgen llegó a Santa Rosa y cómo no pudieron sacarla por lo pesada
que se había puesto:
Después de un tiempo el cura rector de la iglesia de la Inmaculada
Concepción de la ciudad de Barquisimeto, Felipe del Prado, encargó a un
proveedor la imagen de la Divina Pastora, al mismo tiempo que el padre
Sebastián Bernal cura párroco de Santa Rosa, que pedía una imagen de la
Inmaculada Concepción para celebrar su fiesta con la feligresía el 8 de
diciembre. Desconociendo las causas que se le atribuyen a la Providencia
Divina, el padre Bernal de Santa Rosa recibió un cajón dirigido a su nombre que
contenía una imagen de la Virgen. Cuando dicho padre abrió el cajón que venía
con sus señas encontró la imagen de la Divina Pastora. Reconociendo que era la
que había pedido el Vicario de Barquisimeto, acondicionó nuevamente el cajón
para que lo llevaran cuanto antes a su destino. Le encargó a un indio la tarea
de devolver la imagen. Cuando éste se dispuso a levantar el cajón para
trasladarlo, no pudo hacerlo porque se volvió muy pesado. Por más fuerza que
hizo fue imposible moverlo. El padre Bernal avisó al Vicario de Barquisimeto de
lo ocurrido, para que en calidad de superior discerniera que hacer y diera su
parecer. El Vicario dijo que para él la Divina Pastora manifestaba claramente
su voluntad de que su imagen permaneciera en Santa Rosa. Por tal motivo
declaraba que la imagen de la Divina Pastora, quedase en propiedad de la
iglesia de Santa Rosa y desde allí se le rindiese culto y veneración. El padre
Bernal luego de bendecir la imagen la colocó en el templo de la parroquia (4).
Atendimos dos misas y la energía del lugar era
impresionante. La fuerza de los cantos, la fe en los rostros de la gente,
incluso uno que otro pisotón por lo apretados que estábamos nos hacían sentir
en una sintonía total.
Cuando finalizó la celebración e iban a sacar a la virgen
de la Iglesia para hacer una última misa afuera en la plaza, entendí la
importancia de la barrera. La gente comenzó a empujar, todos querían tocar a la
virgen. Luego alguien me explicaría que la gente incluso le ha llegado a cortar
el cabello, quieren tener aunque sea una parte de ella porque dicen que es
milagroso.
Pese a esto la salida fue mágica. Una lluvia de
colores cayó del cielo y Carlos y yo estuvimos a escasos centímetros de ella.
La imagen es
de madera y representa a la Virgen vestida de pastora y sentada en un trono de
madera labrada con partes doradas. Su cabeza está ligeramente inclinada hacia
la izquierda, los ojos reflejan ternura y compasión, sus cabellos negros caen
sobre sus hombros. Lleva un sombrero adornado que cubre su cabeza. En su mano
derecha apoyada sobre el sillón, sostiene un cayado de plata que simboliza el
maternal cuidado con el que pastorea a sus hijos. Sentado en sus rodillas
reposa el Niño Jesús en su regazo a quien sostiene suavemente con su mano
izquierda (5).
En esta ocasión tenía puesto un vestido con piedras y
encajes dorados, celestes y plateados, todo cubierto con un manto azul celeste.
Éste fue colocado a la imagen el 24 de diciembre de 2014.
Según la investigación de María del Pilar Silvera “la
primera imagen de la Divina Pastora de Sevilla en España fue vestida y
acondicionada por monjas del Convento de la Encarnación. Le pusieron un traje
de pastora siguiendo la descripción del Padre Isidoro de Sevilla. Teniendo en
cuenta esta tradición española de vestir a la Virgen desde hace más de un siglo
la Sociedad de la Divina Pastora en Santa Rosa, se encarga de que las
costureras confeccionen cada año el vestido que estrenará en la peregrinación.
Los colores del vestido y de la capa pluvial son diferentes en cada fiesta. En
el Museo que se encuentra junto al Santuario en Santa Rosa, se exhiben los
diversos modelos de vestidos, zapatos y sombreros que ha usado. También se
encuentran todas las reliquias y regalos que sus fieles devotos han dejado en
agradecimiento por los favores y gracias concedidas” (6).
Betty se nos perdió
Mientras hacían la misa en la plaza decidimos buscar
un baño. La cantidad de gente se había multiplicado. Para salir del pueblo
tuvimos que caminar por unas casas que quedaban en una especie de despeñadero,
los caminos verdes, ya que los guardias
que custodiaban el lugar no nos permitieron pasar por un atajo que la gente
había tomado escasos minutos atrás.
Llegamos a la entrada del pueblo y mientras
comprábamos algo para comer
Betty se nos perdió. Fue el momento tenso de la
peregrinación porque nos había dejado su celular. Incomunicados solo tuvimos
que esperar a que ocurriera un milagro y afortunadamente luego de más o menos
media hora Jonathan la encontró.
Salimos del pueblo, atravesamos la multitud y nos
montamos en una estructura gigante de cobre con la figura de la Divina Pastora.
Observamos como el río de gente venía por toda la carretera, desde pueblos más
lejanos de Santa Rosa.
Desde el primer año en que esta virgen fue colocada en
el trono de la iglesia de Santa Rosa, la fiesta de la Divina Pastora se celebró
el 8 de septiembre. Posteriormente, “la imagen contó con algunas rentas que
solventaban los gastos del culto [y] luego de su festividad se realizaban un
octavario de misas cantadas. Su devoción atrajo a los vecinos, no solo a los
fieles de la parroquia de Santa Rosa a la que pertenecían los pueblos y los
campos de Cabudare, sino también a los barquisimetanos” (7).
Esperamos a la virgen y en cuanto salió nos unimos
nuevamente a la procesión.
De Santa Rosa a Barquisimeto
El regreso fue más fuerte. En la mañana habíamos
caminado-trotado casi 10 kilómetros, ahora el sol del mediodía estaba
inclemente y el cansancio apremiaba. Las personas que estaban en las calles más
elevadas de la principal seguían lanzando mandarinas y agua. Por cada lugar que
pasábamos había una banda musical de algún club, agrupación, sindicato,
empresa, incluso la reserva tenía a su cantante. Justamente en esta tarima
vimos montado a un hombre cercano a los setenta años, que tenía los dedos de
sus manos llenos de anillos de oro y al que todos le tomaban fotos. Betty me
explicó que era Pastor López, un cantante que hasta el momento de escribir esta
crónica yo pensaba que era colombiano y resulta que es venezolano y canta
cumbia (énfasis para mi cultura general).
También había mujeres que llevaban carritos, que se
movían al son de la procesión. Escapularios, imágenes, collares, zarcillos,
estampitas, todo de la Divina Pastora.
Por un momento nos salimos de la multitud para
almorzar. Encontramos un sitio que se llamaba El Cafetín y la comida estuvo
deliciosa. Ya en este punto nuestras energías estaban bajísimas. Tanto que
quedamos bien atrás de la procesión. A cada rato Jonathan nos animaba, cantaba,
pero nada…
Dentro de la ruta de la procesión hay una parada en la
plaza Macario Yépez, construida en 1952 en el marco de la celebración de los
400 años de la fundación de Barquisimeto. Este es el nombre de un sacerdote que
forma parte de un momento muy importante en la historia de la advocación de la
Divina Pastora: la epidemia de cólera que sufrió la población larense y la
respuesta sanadora que encontró el pueblo en la virgen.
El padre Macario Yépez (…) era el rector (…) de la
iglesia de la Inmaculada Concepción de Barquisimeto. Viendo la situación que
vivía la ciudad azotada por la epidemia promovió la idea de colocar una Cruz
Salvadora para proteger a la población y redimir sus pecados. Cuando [el
monumento] estuvo terminado se fijó la fecha del 14 de enero de 1856 para su
solemne bendición e inauguración. Sabiendo de la profunda fe mariana del pueblo
a la Divina Pastora el padre Yépez quiso que la imagen fuese traída desde Santa
Rosa en procesión, al monumento de la Cruz. Desde allí se continuaría la
procesión por las calles de la ciudad hasta la iglesia Concepción, para que por
mediación de la Santísima Virgen, cesara prontamente el flagelo de la
enfermedad que azotaba a la ciudad (…) Era la primera vez que la imagen llegaba
a Barquisimeto. Ocurrieron hechos extraordinarios en las personas cuando la
imagen iba recorriendo las calles. Se recoge uno significativo que fue la
curación de una señora llamada Ceferina Cristina víctima del cólera, esposa del
señor Pedro Valdés. Cuando pasó la imagen delante del sitio donde estaba la
enferma, se recuperó y curó de la enfermedad. Este hecho fue conocido en toda
la ciudad e hizo acrecentar la fe y confianza en la protección y cuidado de la
Divina Pastora.
Otro hecho conmovedor se realizó al caer la tarde
cuando la imagen llegó a la iglesia de la Concepción acompañada de una multitud
de fieles que se habían ido incorporando a la procesión. El padre Macario Yépez
(…) pidió por intercesión de la Divina Pastora, que cesara la epidemia y
exhortó a los fieles devotos que acudieran con confianza a ella, implorando su
amparo y protección. Luego, movido por un gran amor y compasión por sus
hermanos víctimas de la enfermedad, puesto de rodillas, con los brazos en cruz
y con su mirada puesta en la imagen, con voz fuerte y entrecortada por sollozos
exclamó:
¡Virgen Santísima, Divina Pastora, por los dolores que
experimentó tu purísimo corazón cuando recibiste en los brazos de tu Santísimo
Hijo, en la bajada de la Cruz, te suplico, Madre que salves a este pueblo. ¡Que
sea yo la última víctima del cólera!
Los testigos oculares del hecho contaron que luego de
aquel día la epidemia del cólera fue disminuyendo siendo la última víctima el
padre Macario Yépez el día 16 de junio de 1856. Su muerte conmocionó a la ciudad
de Barquisimeto y la población salió a la calle para acompañar sus restos por
reconocer el generoso y espontáneo ofrecimiento de su vida el 14 de enero a los
pies de la Divina Pastora (…)
La imagen luego de permanecer unos días en la iglesia
de la Concepción, fue llevada a los demás templos. Su visita a Barquisimeto
duró veinte días y finalmente fue devuelta a su capilla de Santa Rosa. Luego
visitó los pueblos de Cabudare y Yaritagua que estaban también azotados por el
cólera.
El Presbítero Dr. José María Raldiriz fue párroco por
15 años de la parroquia de Santa Rosa después de la muerte del Padre Macario
Yépez. En su calidad de vicario foráneo de Barquisimeto dispuso como un
testimonio de perenne gratitud a la Divina Pastora, que su imagen fuera llevada
a la ciudad de Barquisimeto todos los años el día 14 de enero (8).
La madre sanadora
Nos metimos por unas calles y nuevamente llegamos a la
procesión. Esto nos reactivó, aunque luego bromeamos diciendo que las bolsitas
de agua que estaban regalando tenían algo. Comimos más mandarinas (estoy segura
que regresamos a Caracas con exceso de vitamina C) y seguimos caminando.
Por un instante nos unimos a un señor que iba solito
con un rosario en las manos rezando. Todos alrededor lo acompañamos en la
oración.
En los rostros de la gente podían descifrarse algunos
sentimientos como preocupación, devoción, alegría. Uno de los hombres que iba
descalzo dijo que en su casa no podía estarlo pero que aquí era diferente,
porque estaba tan concentrado que ni calor sentía. Estaba cumpliendole una
promesa a la virgen porque su hija había tenido un prolapso en el pulmón y
sanó.
Otra señora estaba vestida con una túnica morada, como
la que usa el Nazareno, y también caminaba descalza. Hace veinte años su mamá
tuvo un principio de derrame cerebral y para que la virgen la sanara esta mujer
prometió ir a buscar a la virgen desde Santa Rosa hasta Barquisimeto, toda su
vida, hasta que ella se lo permita. Ya tiene veinte años caminando descalza y
quince vestida de Nazareno.
"Ya yo tengo 19 años caminándola y cada año la fe
es mayor. No hay palabras", dijo una señora. "Estamos pidiendo que
nos conceda un bebé, hemos intentado cuatro años y esperamos que nos conceda el
milagro", compartió una pareja.
Muchos dijeron que han venido desde que nacieron y les
creí porque vimos más de una familia con sus hijos. Puedo imaginar que hace 30,
40, 50 años los adultos que hoy acompañaban a la virgen caminando eran esos
bebés en coche o en los brazos de sus padres. Me fascinaron las niñas vestidas
de pastorcitas con sus sombreros.
Definitivamente la mayoría de las personas acudían por
fe, tradición, promesas, milagros cumplidos, donde casi el 100% tenía que ver
con la salud de ellos o de su familia. Pero también habia muchos que estaban
pidiendo para que mejorara la situación de Venezuela.
(¿Por qué venía yo?)
Más camiones regalando agua, chupis (helados), té
frío… Más tarimas… 7.5 kilómetros más y llegamos a la plaza de la Catedral de
Barquisimeto.
El encuentro
Entre tanta gente nos encontramos a Erick, un buen
amigo. Estaba concentrado haciendo fotos. Así nuestro grupo mágicamente creció.
También me encontré con una compañera del colegio, más de 10 años sin vernos y
vinimos a coincidir en una peregrinación que este año reunía a aproximadamente
dos millones de personas.
Intentamos acercarnos nuevamente a la imagen de la
virgen y lo logramos. Disfrutamos la misa y las anécdotas mientras la tarde
caía. En el Padre nuestro hicimos un circulo para rezar y definitivamente ahí
estuvo Dios.
Las luces de la catedral eran todo un espectáculo,
también el Cristo que tenían en la tarima. Jonathan se acercó a una abuelita.
No recuerdo lo que conversaron, solo sus rostros y como ambos quedaron
prendados el uno del otro. Y siguiendo con los encuentros Carlos también
coincidió con su tía y su grupo de amigas.
La procesión cerró con fuegos artificiales. Eran casi
las nueve de la noche.
Compramos algo para comer y nos fuimos a la casa.
Estábamos muy cansados pero renovados. Luego de cenar decidimos hacer un
recoger del día y cada uno contó en qué momento de la peregrinación había
sentido a Dios. Esa noche dormí profundo.
Amaneció y el día estaba hermoso. Nuestro compañero
Asdrúbal se acercó a saludarnos. Él
había estado durante toda la peregrinación en la cocina de la cofradía
de la iglesia de Santa Rosa, colaborando con las comidas para los voluntarios.
Asdrúbal nos contó sobre la historia de la Divina
Pastora, los gayones y el día en que la virgen se puso pesada y no pudieron
trasladarla. También nos dijo que la peregrinación no terminaba ese 14 de
enero. La virgen seguiría visitando las iglesias de la ciudad hasta volver
nuevamente a su santuario en Santa Rosa, como desde aquel 14 de enero de 1856
cuando comenzó una de las más fervorosas festividades religiosas y populares
que existen en Venezuela.
Bendecidos, retornamos a Caracas.
Ojalá la virgen nos haga el milagro.
Referencias
(1) Este miércoles se realiza la carrera de la Divina Pastora en Barquisimeto: http://www.el-nacional.com/regiones/miercoles-carrera-Divina-Pastora-Barquisimeto_0_556144384.html
(2) Ibídem.
(3) María del Pilar Silvera: Mariología Popular Venezolana. Universidad Católica Andrés Bello. 2013.
(4) Ibídem.
(5) Ibídem.
(6) Ibídem.
(7) Ibídem.
(8) Ibídem.
No hay comentarios:
Publicar un comentario