miércoles, 2 de septiembre de 2015

Mis 29 con el Mar Caribe

Una carretera zigzagueante nos trajo hasta a ti. Pensaba en todas las veces en que había preferido los senderos de tierra, los verdes de selva nublada, los azules con brochazos naranjas y las nubes atrevidas tapando cuanto pico quería fotografiar. Hoy, en cambio, una fuerza magnética me hacía salir de mi montaña para lanzarme en tus brazos. Pude hacerlo a medias, porque cientos de verdes me llevaron hasta a usted Mar Caribe y recibí estos 29, soleados, arenosos y con sabor a pescado y tostones. Lo hice porque quería sumergir mi espíritu así fuese unos minutos en sus sales, porque quería que la brisa, siempre indiscreta, me susurrara sus secretos al oído, porque quería que mis pies se hundieran en su arena tibia y mi rodilla descansara. Y disculpe mi atrevimiento señor Mar Caribe, es que también vine porque me dijeron que #ElCaribeTeLoDa, y yo quería pedirle una cosa. Ya usted sabe que lo mío son los cerros y el monte, pero también sabe que tiene un efecto en mí que no logro descifrar. Y bueno me entusiasmé enormemente porque resulta que no conocía este rinconcito de su mar.


Le cuento que me encantó parte de la carretera que une los estados Miranda y Vargas por la costa, llenita de unos árboles enormes que nos daban sombras y que a menudo me hacían recordar a mi montaña. No se vaya a poner celoso, solo le digo. Pero también le comento que tengo algunas críticas. Pasar por Pueblo Seco y Aricagua, comunidades ubicadas en el municipio Brión de Barlovento, me dejó pensando sobre los problemas que padecen sus pobladores en cuanto al acceso a agua potable, electricidad y atención médica. Parte de la carretera es un terreno irregular de tierra y piedras con maleza que crece de lado y lado, e investigando encontré que en más de una oportunidad los habitantes de estos lugares han protestado por las anegaciones y derrumbes.

Cuando iba por la carretera, no desperdicié la oportunidad de pedir un deseo por cada puente sobre el río que pasaba, una vieja costumbre que tengo. Hoy cambio mis deseos y se los concedo a esas comunidades.

Luego de atravesar este monte llegamos a Chuspa. Admito que al bajarnos del carro la bullaranga de gente me desorbitó, pero en cuanto lo vi a usted Mar Caribe  me calmé, su quietud me maravilla. La postal del río y el mar separados solo por un trecho de arena me hipnotizó, una cruz sobre una colina de rocas me hizo recordar nuevamente las cimas del Ávila, y quedé impresionada al ver unas arepitas dulces de una forma que no conocía.
Partió la lancha y me puse a fotografiar tus azules para llevármelos conmigo. Perdone mi atrevimiento es que ya comencé a tutearlo. Finalmente conocí Playa Caribe, un pedacito de mar generoso para los que no sabemos nadar. Ahí nos comimos unos pescados mundiales y unos tostones tan infinitos que tuvimos que llevárnoslos. Fue una tarde relajada e incluso dormí con el sonido de fondo de sus aguas.

Qué maravilla cuando tomé a mi ahijada en mis brazos y la hice volar. Qué refrescante cuando Nathalia, Naibelys, Jonny, Alberto y yo tomamos ese chapuzón necesario para cualquier cuerpo. Qué espectáculo cuando el sol, redondito, pintó tu cielo de naranja, y las nubes, más atrás, lo colorearon con violeta y gris. Qué sorpresa cuando el lanchero se olvidó de nosotros y otro nos llevó por solidaridad o tal vez por pena ajena. Qué dicha cuando regresando por la misma carretera zigzagueante la luna llena jugó conmigo a aparecer y desaparecer.
Ya sabe usted que lo mío son los cerros y el monte, pero que tiene un efecto en mí  que no logro descifrar. Le tengo respeto, sí. Gracias señor Mar Caribe y por favor recuerde mi deseo.


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