Hoy cumplo un mes sin pisar la montaña y el guayabo no es normal, porque estar lesionado es:
·
Voltear a ver el Pico Oriental cada vez
que bajas de tu casa para saber si sigue ahí nublado, despejado o radiante.
·
Desesperarse porque las escaleras
mecánicas del metro están full de gente que camina muy lento (excusa perfecta
para subir caminando, como siempre, por las otras escaleras y terminar adolorido,
nuevamente)
·
Esperar que caiga la mínima llovizna (excusa)
para correr nuevamente porque “no te quieres mojar” o peor (para el
entendimiento del resto de la humanidad), porque simplemente disfrutas hacerlo
bajo la lluvia.
·
Correr (nuevamente) si te mandan a
buscar alguna cosa porque “siempre vas rápido a todas partes”.
Muchas de estas cosas
me han hecho reflexionar sobre cuán paciente puedes ser en momentos como este. No
lo soy. Ya empezaron las sesiones de fisioterapia y no dejo de pensar en un amanecer en la montaña, una ruta a algún pico, o un paseo a alguno de los museos, fortines o lugares históricos que mi cerro esconde entre su espeso
verdor; para contárselos y así activarlos a que sigan adentrándose en las entrañas del Ávila. Mientras me recupero suban la montaña por mí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario