Es la séptima vez que
salimos a caminar. No hemos sido constantes. Tres días una semana, tres días
otra, el primero de esta. Es difícil volver a empezar. I. lleva un rosario en
su mano, yo recojo flores, hojas, musgos. Caminamos en silencio para escuchar a
esta ciudad que nos alberga en medio de la pandemia. Los primeros mangos, las
flores moradas de los apamates, el autobús dejando a la gente en la parada, los
rostros enmarcados con las máscaras de la inclusión. Sigo recogiendo seres
desprendidos de sus cuerpos.
Volvemos a casa, otra
reunión (virtual), cuántos días invierto en esto. De algunas salgo esperanzada,
de otras quedo tan abrumada que debo darme un baño de agua fría. A veces me
baño tres o cuatro veces. Agua corriente, agua almacenada en tobos, depende.
Hoy en la mañana noté que en uno de los envases había decenas de larvas, lo
vacié, las larvas se contorsionaban alteradas antes de desaparecer por la
alcantarilla.
En la reunión dicen que
lo primero es salvar vidas. Que la Iglesia se ha convertido en un hospital de
campaña. Nos observamos unos a otros dentro de las ventanas. Agradecemos esta
extraña cercanía digital. En algún momento aparecen niños en las ventanas de
las mujeres, uno mira fijo hacia la cámara, otro hala a la madre para
preguntarle.
Miro los únicos libros
que escogí en la mudanza espontánea a esta casa: los diarios de Anaïs Nim y
Virginia Woolf; algunos poemarios de Antonia Palacios, Patricia Guzmán, Anna
Ajmátova, Deisa Tremarías, Indira Carpio, Rainer María Rilke; las historias
Mujeres de Maíz, Me llamo Rigoberta Menchú, Yo soy napëyoma; algunos de teoría
literaria y otros con artículos de análisis socio-político. Los apilo y cuento:
17. Me ayuda mirarlos para volver al principio, a esa consciencia del presente
que me empujó a escoger estas compañías, “¿qué libros te quieres llevar?, luego
volvemos por el resto”. Pequeña biblioteca que acoge como hermanos a los libros
que ya vivían aquí.
En este tiempo de
silencios es preciso preguntarse. ¿Dónde estamos navegando esta tempestad? ¿Qué
hilos tejen nuestra inconformidad esperanzada? ¿Dónde echamos las redes? A
veces me asombro. Somos guardianas de nuestros fuegos.
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