I
Madre despellejada mira
con ojos de naufragio
a través de la persiana
atardece
entre las pestañas
el inicio del llanto
empozado
en los párpados.
En sus labios la queja
en un idioma que no conozco.
Una mariposa negra
se ha posado en su cabeza.
“¡Mamá, mamá!”
llama la hija.
El cuello se ladea
las clavículas crujen
la madre vuelve.
Un olor a orine rancio
la penetra
perfume de cadáver.
II
Lloro.
Todo lo posible es perderse.
Su partida,
mi bienestar
que se recoge se aleja vuelve
como el mar.
Digo que mi madre se va a morir,
que eso ya no puede durar.
Y luego se pierde
y luego se vuelve a encontrar.
Espíritu burlón que ríe
con los maníacos
a lo largo del río Guaire.
Fue largo,
cuarenta años de enfermedad.
Fue largo.
Anochece
llueve.
Todo se llena de agua
en esta casa sin techo.
Miro mi reflejo en sus párpados.
Páramo de luz
por la mañana
el esqueleto de un limpiacasas
en la esquina de la cocina.
Mientras tanto aconteces
cenizas
en la caja de madera.
Despojadas del dolor
nos volveremos a encontrar
en el vacío.
© Minerva Vitti Rodríguez
Septiembre 2020.
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