Confieso que desde que comencé el #RetoRutasEcopatrimoniales quería ir a este lugar. Las fotos de los fortines me impactaron enormemente porque nunca imaginé que dentro del cerro El Ávila estarían estas construcciones.
Así que le escribí a Derbys López de Fundhea
para unirme a su ruta. También invité a mi amiga Liliana y ella a su vez invitó
a Roger. Armamos nuestro grupo, y junto con los otros asistentes, llenamos dos
jeeps.
No había podido sentarme a escribir sobre esta ruta,
porque realmente fue muy intensa. Aquel sábado 26 de julio el tiempo no nos
ayudó para nada. Llovió durante todo el recorrido y nos quedó pendiente visitar
el Castillo Negro y disfrutar el atardecer, me prometí repetirla.
A pesar de esto sentí la necesidad de compartir la
experiencia porque este paseo no solo
nos llevó por todo el Camino de los Españoles
hasta los vestigios del antiguo sistema de defensa Caracas- La Guaira: los
fortines. Sino que nos reencontró con la gente que aun habita en esta montaña,
su historia y su cotidianidad.
Así se ve toda Caracas
El jeep arrancó desde la Plaza La Pastora. Atravesamos
toda esta zona y cuando entramos al sector de Puerta Caracas comenzamos a ver
los murales en las fachadas de las casas que bordean el Camino de Los Españoles
desde Puerta Caracas hacia la montaña. Derbys nos explicó que esto había sido parte
de un proyecto de recuperación realizado en 2005 y que incluso muchas estas
pinturas aparecieron en las tarjetas telefónicas que vendía Cantv.
El Camino de los Españoles es un sendero en el Parque
Nacional Waraira Repano, que va desde la ciudad de Caracas hasta La Guaira. El
camino fue ordenado en mayo de 1589, por el gobernador y capitán general de la
Provincia de Venezuela y fundador del puerto de La Guaira, don Diego de Osorio.
Según hay constancia en un acta de fecha 4 de enero de 1603 por fin se cumple
la orden de construcción siguiendo un sendero o pica indígena llamada "La
Culebrilla".
Con el objetivo de repeler posibles ataques de piratas y
bandoleros el camino fue reforzado con fortines que actualmente se observan en
distintos estados de conservación.
La primera parada fue en el mirador de Puerta Caracas
donde pudimos apreciar una vista muy completa de Caracas y también cómo el
cumulo de nubes, la lluvia, iban avanzando por cada una de sus zonas, porque
para este día el pronóstico era agua.
Derbys fue señalando: las torres del Centro Simón
Bolívar, el cerro El Volcán, que esconde el pueblo de El Hatillo. También las
vías hacia los Valles del Tuy, la Autopista Regional del Centro, El Paraíso, La
Vega, Montalbán, Antímano y Las Adjuntas.
En este lugar encontramos un monumento a José Martí. Y
también vimos algo que Derbys dice iba a ser un fortín pero no se completó.
Campo Alegre
La segunda parada fue en el pueblo de Campo Alegre.
Ingresamos a la capilla San José que fue donada por Manuel Theodoro Muñoz.
Algunos dicen que con dinero que ganó de la lotería y otros de unos caballos.
Derbys también nos contó que fue Juan Aranguren quien
compró los terrenos donde estaban los fortines porque los iban a dinamitar. De
hecho la familia Aranguren es la encargada de cuidar la capilla y el club
social del pueblo.
Otras anécdotas coloniales surgieron. Como de aquella
de las muchachas dedicadas a vestir santos y la de la "Iglesia de las
Groserías" en La Guaira, donde un padre les había pedido a las muchachas
que vigilaran quien decía groserías para pedirles monedas.
Derbys también nos contó cómo este camino se convirtió
en ruta de peregrinación, gracias al esfuerzo del padre Machado. Este padre
durante un viaje a Francia en 1884 compró una imagen de la virgen tamaño
natural y la trajo a Venezuela. Luego habló con los feligreses de la iglesia de
San ebastián en Maiquetía y construyó en esta una gruta para Nuestra Señora de
Lourdes.
También organizó un vía crucis para el día de la
aparición y escogió para ello el Camino de los Españoles.
La virgen era llevada un día antes a la iglesia La
Pastora y le hacían una misa a las 5:00 am. Luego, la trasladaban a la iglesia
de San Sebastián a través del camino y la capilla de Campo Alegre se convirtió
en la tercera estación del vía crucis de Nuestra Señora de Lourdes. La
peregrinación se sigue haciendo cada 11 de febrero.
Terminada esta historia salimos de la capilla y
probamos los famosos heladitos de Campo Alegre. Yo compré uno de mora muy
delicioso. Subimos nuevamente al jeep
Sector Dos Caminos
Esta parada fue fugaz, porque apenas bajamos del jeep
comenzó a llover. Como ya antes había estado aquí haciendo otras rutas, les
puedo decir que lo que se ve desde el sector Dos Caminos es Caracas y al otro
lado el litoral central.
También se pueden observar los cultivos de
Sanchorquiz, cuyo nombre proviene del militar y marino español Sancho de
Alquiza, quien fue presidente del cabildo de Caracas.
Como sus esclavos no hablaban español les costaba
pronunciar correctamente el nombre de su amo. Solo decían
"Sanchorquiz" y así se quedó.
El camino tenía dos bifurcaciones y giramos hacia la
izquierda donde decía: El Fortin. Hoyo de la Cumbre.
Hoyo de la Cumbre: lucha por la identidad
Nos adentramos en un camino de tierra y cuando
descendimos solo veíamos cultivos de lado y lado. Cuando salimos del jeep lo
primero que encontramos fueron varias cajas de madera llenas de lechuga. Llovía
fuerte y corrimos a resguardarnos en una casita de cuento: La bodega de las
señoras María y Juanita.
Cada quien ubicó una silla, mueble o pedacito de muro.
La casa estaba rodeada de plantas de todo tipo. Al fondo estaba el baño, un
gallinero y un mono. Y en una de las paredes el famoso Almanaque Rojas, que ya
tiene 145 años, y que puede ser visto en la mayoría de las casas de los
campesinos ya que tiene las fases de la luna, una especie de guía para saber
cuándo se puede sembrar.
Estar en Hoyo de la Cumbre resultó ser la parte que
más me gustó de la ruta. La sensación era como la de estar en la casa de tu
abuela. A pesar de que Liliana y yo habíamos llevado almuerzo no pudimos
resistir la tentación de comer en este lugar, y más cuando trajeron la
hamburguesa de Roger con lechugas, tomates y cebollas recién cultivadas.
Este pueblo es netamente agrícola y hay terrazas que
tienen hasta 1000 años y que fueron creadas por los indígenas. Actualmente hay
como 400 familias y muchos de estas trabajan en Caracas, en el sector servicio,
o en los cultivos.
Los primeros habitantes de este lugar, además de los
indígenas, fueron los blancos de orilla, provenientes de las Islas
Canarias. De hecho todavía hay un árbol
de tuna de aquella época. El fruto de esta planta era muy consumido por los
blancos de orillas, quienes frecuentemente traían las semillas para preservar
la costumbre y también el recuerdo de su patria.
Habiendo costado tanto para llegar hasta acá resulta
impresionante cómo los blancos de orilla penetraron la montaña, pero recuerden
que en aquella época toda la gente que venía del puerto de la Guaira hasta El
Valle de Caracas debía pasar por este lugar.
Después de comer corrí como niña hasta los cultivos.
Caminé entre ellos, les hice fotos. Lechugas, zanahorias, tomates, cebollas.
Todo muy fresco y con gotitas de lluvia que los hacían ver más apetitosos.
El transcurrir de los años también ha traído problemas
entre los habitantes de Hoyo de la Cumbre y algunas personas que se hospedan en
las posadas o que vienen a visitar. Una de las razones es la inseguridad, por
lo que muchos propietarios han tenido que cercar sus terrenos, cambiando
completamente su forma de vida. El otro punto son los tanques de agua, ya que
al haber más personas consumiendo agua esta tiende a escasear. Algunos jóvenes
ya no quieren trabajar la tierra sino que exigen “su pedazo” para construir una
posada.
Pero ya muchos han dicho: “Aquí no queremos un Galipán”. Haciendo referencia a lo ruidoso e
intransitable que se ha vuelto esa zona de El Guamito, un punto de encuentro obligado ya que es el
sitio de parada del transporte colectivo que sube hasta Galipán desde el pie
del cerro.
Sinceramente coincido con la gente de Hoyo de la Cumbre, porque cada
día que pasa Galipán se convierte en una copia de El Junquito, donde la gente
no se adentra en la belleza de la montaña ya sea por desconocimiento o porque
simplemente se conforma con ir a comer cachapas, cochino frito o los típicos
sándwiches de pernil, montar caballos decrépitos y caminar en tacones porque no
saben muy bien a qué lugar se dirigen.
Fortín de la Cumbre
Finalmente llegamos al puesto de guardaparques El
Fortin. Nos dieron la bienvenida las ruinas del Fortín de San Joaquín de La
Cuchilla, conocido como el Fortín de la Cumbre. Este todavía tiene las
merlonas, que son los espacios por los que se asomaban los cañones, y es el
mejor conservado.
Fue edificado a finales del siglo XVIII y formó parte de un sistema de
cinco fortines que protegieron a Caracas de invasiones piratas y del Imperio
inglés desde finales del siglo XVI hasta 1845, cuando fueron abandonados tras
la inauguración de la vía que hoy conocemos como carretera vieja de La Guaira.
En cuanto a la recuperación del Fortin de la Cumbre,
los arquitectos Graziano Gasparini y Nedo Paniz se encargaron del proceso de
investigación, en el que encontraron los planos originales y hallaron las bases
en la tierra, pero finalmente este proyecto fue abandonado.
Desde allí, con
solo 30 minutos de caminata, se podía llegar hasta las ruinas de dos fortalezas
más: El Atalaya y el Castillo Negro, pintado con carbón para que fuese más
difícil de divisar desde la costa. Pero la lluvia no lo permitió y tuvimos qu
refugiarnos, junto a un grupo de excursionistas, en la casa de guardaparques.
Cuando la lluvia cedió un poco todos salimos a dar una
última vuelta. Nuevamente en el jeep, este avanzó entre la neblina rumbo a la
estación del Metro de El Silencio. Mi molestia por la lluvia se disipó, solo
quedó el recuerdo de la gente de Hoyo de la Cumbre, las lechugas con gotitas de
agua, y las ruinas del fortin que me trasladaron a otra dimensión en el tiempo.
PD: Luisanna Pabon gracias por tu impermeable, aunque
creo que te debo uno.
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