lunes, 16 de marzo de 2015

Ruta #14: La travesía de los tres picos



El 7 de febrero Carlos y yo hicimos el segundo pico más alto del Parque Nacional Waraira Repano, el Pico Oriental, con 2640 metros de altura sobre el nivel del mar. Completamos la ruta con dos picos más: el Occidental (2480 m.s.n.m) y El Ávila (2250 m.s.n.m). Un recorrido súper recomendado que los conectará con la alturas.


Comenzamos el ascenso a las cinco de la mañana por la subida de Sabasnieves. El ladrido de los perros  y el canto de un gallo madrugador nos recibieron. Admito que esta es una de mis horas favoritas para subir la montaña: el silencio, la brisa que choca con las hojas,  algunas sombras que asustan, uno que otro pájaro trasnochado y los cinco sentidos bien afinados, que sin duda deben ir acompañados de una buena linterna.

A las cinco y media ya estábamos en el puesto de guardaparques tomamos agua y proseguimos la ruta para alcanzar el amanecer en la próxima parada: El Banquito. Cuando llegamos los rayos del sol se asomaban sigilosos por entre las nubes y nuevamente quedé prendada  viendo el amanecer desde este punto de la montaña. Pinceladas naranjas hechas por una mano danzante sobre un lienzo azul, nubes insinuantes, y más arriba, aún despierta, la inmensa luna llena. Los pájaros también comenzaban a despertarse. Éramos los primeros, lo supimos porque al rato llegó un señor que nos saludó con una sonrisa y una afirmación "madrugaron, ¿no?". Sin duda si, ese el precio para recibir un regalo de Dios tan único.
Luego de una hora viendo la ciudad y a otros compañeros que hacían su ruta habitual, se regresaban o proseguían el camino, continuamos la caminata. De esta parte del camino me encanta como al cabo de unos minutos se abre el sendero y la subida se torna ligera y fresca hasta llegar al próximo punto: No te apures. Cuando llegamos ya pasaban las siete de la mañana y aprovechamos para desayunar. Otro grupo nos alcanzó y se sentó al lado, la mayoría personas ya en sus cuarenta o más, que en todo caso lo que hacen es reafirmar que para este tipo de aventura no hay edad. Terminamos de comer unos súper sándwiches de tortilla de espinaca y vegetales que preparé y nos adentramos por un camino que está a mano izquierda donde hay una toma de agua. El sendero es muy estrecho y al final podrán observar una tubería de la que mana un hilo de agua. Muy importante que recarguen aquí porque no habrá otra toma de agua hasta El Lagunazo.
Continuamos el camino y la felicidad me tomó al recordar que precisamente hace un poco más de un año esta había sido mi primera ruta larga con Luisanna. Solo que no habíamos hecho el Oriental sino el Occidental y El Ávila.
En un abrir y cerrar de ojos el suelo dejó de ser de tierra cubierto de hojas y se convirtió en rocas cuya superficie debes ir descifrando para acomodarte, treparte y luego voltear hacia atrás tomar aire y repetir, sintiendo el sudor, el sol que lo seca y el aire que refresca.
Carlos no se cansaba de repetir que de todas las veces que había hecho esta ruta no se había encontrado un tiempo tan perfecto, un cielo tan azul y una temperatura tan complaciente. Ciertamente el día estaba hermoso y despejado, nos estaba dando su bendición, poniéndolo facilito para llegar a la cima.
Llegamos a La Silla y antes de seguir al Pico Oriental Carlos sugirió desviarnos por el camino que conduce al Pico Occidental para aprovechar y hacer las primeras fotos de nuestro pico. Una gran idea porque me encontré con  la verdadera "Silla", que nunca vi la primera vez que hice esta ruta; y porque pude fotografiar el pico desde una roca cuya punta salía hacia el vacío. Fue una de las cosas más espectaculares del día. Desde allí saludamos la primera vista del Litoral y nos encontramos frente a frente con el Oriental. Mucho gusto.
Pico Oriental
Regresamos hasta La Silla y caminamos hacia la derecha. Eran las nueve y media. Un sendero amigable nos llevaría hasta el Pico Oriental. En el trayecto nos encontramos a dos hombres, que parecían guías por su ropa, y nos pareció muy cómico que al preguntarles si íbamos bien, uno de ellos demasiado confundido comenzó a lanzar flechas, "si, si esta es La Silla" (ya la habíamos pasado), "por aquí llegan al Occidental" (obviamente no), nos despedimos y reímos por el episodio. 
El camino era plano al principio y luego comenzó a elevarse pero no se asusten, no fue complicado. Solo hay que estar pendiente de dos partes donde hay dos bifurcaciones. En la primera hay que girar a la derecha y en la segunda a la izquierda.
Llega un punto en que te sientes caminando sobre una línea que divide la montaña y la belleza se eleva a su máxima potencia. De un lado la ciudad y del otro El Litoral. Una de las vistas más espectaculares que he admirado, sin duda muy distinta a la de las otras rutas.
Increíble como hace millones de años esta montaña emergió de las aguas, nos asentamos en un valle y el agua quedó del otro lado...
Volteamos y Carlos señaló la roca desde donde habíamos hechos las fotos, lucía tan mínima; también el camino desde dónde veníamos, una línea marrón en medio de la vegetación verdísima y súper tupida; la Fila Maestra, como si le hubiesen pasado una máquina de afeitar a la montaña; y más atrás el Occidental y el Hotel Humbold.
Una flecha pintada en una roca nos invitó a seguir ascendiendo. Más camino, más rocas, numerosos helechos de lado y lado (recomendadísima una camisa manga larga), hasta que finalmente llegamos. Ahí estaba la cruz del Pico Oriental sobre una base de concreto. El segundo pico más alto del Ávila, luego de un año queriéndolo hacer, saltando todos los procesos y habiendo hecho el más alto primero. No todo en esta vida tiene un orden pensé en mi interior. Y en el aire la pregunta de Carlos "¿por qué la cima de todos estos picos del Ávila tienen una cruz?". Puedo imaginarlo pero no lo sé exactamente. Para mi en la cruz no solo murió Jesús sino que morimos todos para luego resucitar en las cosas buenas. Quizás el camino a la montaña es ese ir dejando cosas y la cruz, en la cima, además de indicarte que llegaste te invita a terminar de soltar lo que te sobra, estas muriendo y a la vez renaciendo. Para Carlos representa el hecho de que "soy capaz de dar la vida por mi hermano, cuando me persigno, significa que soy capaz de hacer eso". Entre reflexión y reflexión, o más bien "un debate intenso" como luego Carlos me diría,  seguimos caminando y nuevamente el paisaje nos tomó. Eran las diez y veintisiete.
¿Dónde está la Cruz de Los Palmeros?
Seguimos derecho para ver si estaba cerca la Cruz de Los Palmeros. Recuerdo que el año pasado investigué y encontré que ellos suben el miércoles antes de Semana Santa, acampan, cortan las palmas y el sábado bajan a la ciudad donde la gente los recibe porque traen las ramas que serán bendecidas el Domingo de Ramos. Está de más decir que va para la lista de rutas.
En esta ocasión no pudimos llegar porque aunque se veía cerca no sabíamos cuánto tiempo nos tomaría y aún quedaba bastante camino de regreso. Nos conformamos con verla de lejos y con la vista espectacular del Naiguatá. "Parece otro pico, se ve demasiado imponente", dijo Carlos. A mí me pareció una postal. El pico posó para nosotros con su punta descubierta, su silueta bien definida y un azul inmenso que lo delimitaba del cielo y de la otra parte de la montaña que lo antecedía.
Regresamos por el mismo camino y antes de comenzar a descender nos sentamos en una de las rocas que daba el Litoral. Unas catalinas y una canción fueron las mejores acompañantes para esta vista desde las alturas.
Dos picos más
Al bajar del Pico Oriental y llegar a La Silla hay dos opciones para la vuelta al asfalto citadino: Sabasnieves o seguir la ruta hacia el Pico Occidental, pasar por El Lagunazo (donde generalmente la gente acampa y hay otra toma de agua), seguir hasta el Pico El Ávila (Hotel Humbold) y bajar por el teleférico.
Nosotros nos decidimos por la segunda opción. Son como tres horas más pero realmente lo vale. Algo curioso fue que pasé sobre el Occidental y ni lo noté, no estaba señalizado con la cruz que había visto hace un año. La vegetación y las vistas me siguieron sorprendiendo. Ya teníamos muchas horas caminando y realmente no estábamos tan cansados.
Llegando al Lagunazo ya se escuchaba la algarabía en los alrededores del Hotel Humbold, probablemente algún número de magia o circo, probablemente Bigotes.
De este camino me fascina toda la Fila Maestra, un sendero de tierra blanca, bordeando por plantas bajitas, flores, helechos, rocas y toda la inmensidad para ti. Sigues viendo la ciudad, sigues viendo el mar, tú en el medio, sin necesidad de elegir porque todo está ahí para ti, y el cielo es tu sombrero.
De repente unas rocas gigantes te reciben y un cartel que dice Humbold que me pareció nuevo. Seguimos bajando y llegamos al Lagunazo donde recargamos agua.
Continuamos una parte del camino que ni la primera ni esta vez me gustó. Empiezas a descender y descender y todo es roca tras roca, debes ser cuidadoso en donde colocas el pie porque se puede quedar atorado, también estar muy pendiente para no resbalarte. Es algo personal, pero no me gustan los descensos.
Luego de esto llegas a un tanque y a partir de ahí hay tres subidas fuertes, cada una con tres planos cortos para respirar. "¿Quieres que hagamos esta última parte como entrenamiento, para rematar, o al ritmo que le venimos dando?", como entrenamiento respondí. Y Carlos salió volando. Intenté seguirle el paso. En esos minutos sudé y mis pulsaciones se dispararon. Fue rudo.
Atravesamos la famosa reja oxidada donde hace un año me había hecho una foto y nos recibieron unas escaleras que Carlos subió corriendo y yo jadeando.
Casi diez horas después estábamos en la parte de atrás del Humbold, apreciamos la montaña, e hicimos el balance: Tres picos, Oriental, Occidental, Ávila.
Nos mezclamos entre la multitud que había subido aquel día a pasear al Ávila: perfumados, entaconados, bien vestidos. Entre los olores a maíz y choripan. Entre personas que también habían hecho alguna ruta ese día. Entre señores, "gente grande" como yo los nombro, que habían acampado en el Ávila. No hay edad me repetí. Comimos unos churros rellenos de arequipe y guayaba con queso, lo más antiatleta del planeta, y bajamos por el teleférico con un nuevo pico conquistado.
Dato:
Hay una ruta más bonita para llegar al Pico Oriental, que es por Cachimbo. Yo aún no la he hecho pero por ahí pasan por la Piedra del Indio, La Cruz de Los Palmeros y finalmente llegan al pico.
Recuerden llevar agua (por la ruta que hicimos solo hay tres tomas de agua: Sabasnieves, No te apures, Lagunazo), camisa manga larga, bloqueador (nosotros nos rostizamos y yo aún estoy mudando de piel), snacks para el camino (chocolate y frutas), y papel higiénico.


Post data rutera
Luego de que pasen La Silla sigan despacito por el sendero, vía Pico Occidental, son tan solo unos pasos. Del lado izquierdo del camino traten de encontrar a este ser mágico. Por favor luego me dicen a qué se les parece.

 

2 comentarios:

Jose dijo...

¡Gracias Minerva!

Minerva Vitti dijo...

De nada José. Aquí está la ruta de la primera vez que lo hice, por si quieres complementar. Un abrazo.
http://alestilomajarete.blogspot.com/2013/12/subiendo-hasta-el-pico-el-avila.html