—En
youtube hay bastantes videos sobre eso, así no tienes que leer tanto— me dice
un hombre moreno de unos treinta y tantos años, que está sentado a mi lado. Lleva
una gorra con unos lentes encima, jean, y camisa de color claro.
—Lo
que pasa es que en este libro tengo más datos de los que puedo encontrar en
youtube.
(Pequeño silencio)
—¿Pero
usted qué sabe del tema, me puede contar?- le pregunto.
—Sí,
eso son los garimpeiros, hay bastantes explotando el oro, miles. Tengo una
hermana que es doctora en Ciudad Bolívar y allá eso es peor. Dicen que uno de
los alcaldes está dentro de las mafias. Sacan lingotes de oro, ¿usted sabe cómo
se hacen? No es tan fácil de hacer. La otra vez también me estaban contando que
los indígenas llegaron con una lata de leche llenita de oro. Todo eso lo
venden. Me perdona si usted tiene esta ideología política, pero con todo
respeto le tengo que decir que los militares están metidos en eso, usan ese lugar
como el patio de su casa. Yo últimamente he escuchado de nuevo del tema pero
eso tiene tiempo.
—Claro,
seguramente por lo del Arco Minero del Orinoco.
—Si.
Ahí están metidos los chinos, iraníes y rusos. Los pueblos no tienen amigos
sino intereses, ellos están ahí con un montón de convenios raros que ni uno
sabe. Yo soy cristiano pero sé que el hombre puede destruir al hombre.
—Hay
varias trasnacionales para explotar “legalmente” la minería.
—Será
para robar legalmente. Yo cuando estaba en bachillerato me llamaba mucho la
atención todo eso de la izquierda, me parecía bonito, pero al final he visto
pura cháchara. Tú tienes que ser objetiva, tienes que mirar todo lo que pasa en
la minería.
—Gracias
y buscaré esos videos que me cuenta que están en youtube.
Nos
despedimos.
En
solo cuatro estaciones este ciudadano de a pie me habló de la minería en
Venezuela, los actores que están inmersos, los lugares, y hasta me dio su reflexión política. Me regaló su testimonio. Todo por ver un libro que estaba
leyendo. Aún falta mucho por sensibilizar pero son estos momentos los que me dan un poco de
luz. Y mientras salía del vagón pensaba en cómo el lunes iba con mi gran
libro de los sanema, tamaño atlas, hojeando sus páginas y viendo las
fotografías. La gente del vagón a cada rato desviaba su mirada. Pues bien, creo
que lo haré más a menudo, puede ser un camino, y si alguien comienza a
hablarme, esperen el cuento por aquí.
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