sábado, 29 de junio de 2019

El diablo anda suelto...




El impulso de la promesa nos lanzó a Yare. No habían pasado 24 horas de haberme bajado de un avión procedente de Ciudad Guayana, pero me dije (nos dije): hace cuatro años nos prometimos conocer una cofradía distinta cada año, llevamos 3 (Naiguatá, Chuao, Yare) son 11, ya lo sabes, 11 años, y en el acto me miraste como si estuviese delirando (casi siempre lo haces, luego sonríes, luego me acompañas)
Este año el plan era Canoabo, porque hace rato que quiero conocer las tierras de Gerbasi, oler cacao, mirar montañas. Pero no pudimos (que si el efectivo, que si el traslado, que si el caos que tanto te asusta). No importó. Con 4 mil bolívares, 2 arepas y 1 litro de agua, nos fuimos nuevamente a Yare (una cofradía distinta este año, porque todo es impermanente en esta vida) Agarramos el metro de Caracas hasta La Rinconada, el ferrocarril hasta Charallave Norte, el autobús hasta Yare.

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Llegamos pasadas las 10am pero a tiempo para ver el mar rojo de diablos reposado afuera de la Iglesia San Francisco de Paula de Yare. Mientras el padre compartía la homilía, mencionaba los casos de desnutrición infantil en Yare y luego la importancia de esta fiesta popular. Minutos antes los diablos habían estado en el cementerio saludando a sus muertos. Las cruces cocidas a sus trajes, las máscaras descansando en el suelo, la sarta de collares rodeando sus cuellos, las alpargatas rozando el suelo, la niñez ataviada de sus trajecitos. 270 años  de resistencia en una tradición que fortalece tejido social y construye religiosidad popular. “No vine preparada” pensaba, no tenía ni una cruz que me protegiera, ni siquiera algo rojo, el diablo andaba suelto y yo estaba a mis anchas.
El tambor retumbó cuando los diablos se rindieron ante el cuerpo de Cristo. Las maracas acompañaron la derrota del mal. Los nuevos promeseros se presentaron, juraron ser diablos buenos y cuando el padre les preguntó “¿por cuánto tiempo?”, la voz de un niño que no pasaría de los 8 años, respondió: “Para toda la vida”, dejándome un estremecimiento que aun no se me pasa.
Cuando salió el Santísimo Sacramento del Altar volaron lo papelillos y los Diablos Danzantes de Yare comenzaron la procesión, siempre de frente al Santísimo y deteniéndose en cada altar dispuesto al frente de las casas más emblemáticas del pueblo.
Todo transcurrió entre lluvia y sol. Pero jamás se detuvo la danza frenética de los cuerpos, los pasos pintando las cruces en el suelo, el sudor dentro de las máscaras de colores, los cencerros colgados de los pantalones cantando, la maraca indígena, la caja africana.

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Había menos diablos. Había menos gente. Luego Mónica, oriunda de allá, nos confirmaría que la migración, por la emergencia humanitaria compleja que atraviesa Venezuela, también ha llegado hasta Yare.
Dos días después, un compañero de Diablos Corp Estudio, que vive y hace la cobertura de esta fiesta popular todos los años, publicaría un video contando que uno de los promeseros, que ahora vive en España, les escribió que estaba muy conmovido con las imágenes. Le dijo que este era el primer año de su vida que no podía estar en San Francisco de Yare cumpliendo su promesa. “Nos pedía que subiéramos fotos y videos. A nosotros nos tocó el alma”.  Otro amigo promesero, que sí estaba en Yare, le comentó que esas ausencias las sentiría el mismo jueves a las seis de la tarde, cuando llega el momento final de la celebración. “Es un momento donde uno se eriza, se me paran los pelos nada más de contarlo. Para las personas que cumplen su promesa es algo muy sagrado”.

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El regreso a Caracas fue más difícil. Paradas abarrotadas de gente por la falta de transporte en estas tierras del estado Miranda. Personas montándose (golpeándose) cómo sea. Ojalá los funcionarios públicos que fueron hasta allá también se hayan percatado de esto. Que no es solo la fiesta y la tradición sino también las condiciones en qué vive la gente.
Cuando nos íbamos a bajar del ferrocarril, una mujer anciana se puso a nuestro lado: “Acérquense a la puerta. Esa gente me da miedo. Se vuelven como salvajes para montarse y no les importa nada”. Lo habíamos visto en la mañana cuando dejamos que todos entraran para no ser golpeados, mientras un hombre gritaba: “¡Amanecen bien temprano con el salvajismo!”.

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Tantos mundos en un solo país. Me reconcilio y me entristezco en cuestión de minutos. La resistencia es fuerte y profunda. El daño antropológico es grave y profundo. Renuncia, denuncia, anuncio. ¿Qué sucede cuando no se vive en estos tres estadios? Cuando el primero que trasgrede es el gobierno. Esquizofrenia existencial.
El diablo anda suelto. Sueno la maraca que llevo en la mano derecha y espanto el mal, la enfermedad. Me refugio en la belleza. Aprendo de la miseria. Rezo por los promeseros que se tuvieron que ir para que encuentren el camino de regreso. El diablo anda suelto. Mejor me pongo mi protección, porque aquí no podemos ir a nuestras anchas.

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