Para
cruzar la estancia era preciso ir como cántaro vacío. Solo así la llaga tendría
alivio. Sude de fiebre, culpa y olvido. Me elegí abandonándome de ella. Me
cansé de lanzar quejas al bosque que me las devolvía eco. Ojalá te rindieras
ante el deseo grotesco de llevarnos contigo. No me pidas con la boca llena. Yo
no quiero locura ajena. Ayúdame.
Las
puertas del ayer estaban abiertas como un nuevo libro. Lo quemé y compré hojas
nuevas. “Mala hija”, gritaron. Yo no volteé para no convertirme en piedra.
“Mala hija”, se atrevieron a decir por segunda vez y mi corazón permaneció
impío. “¿Por qué emprendes el vuelo?”, insistió un ave clavando en mi alma su
pico. Porque desde el vientre comenzó la
despedida, le respondí.
Seguí
avanzando por el monte. Ni siquiera el viento podía permanecer en mi cántaro
vacío. Vacío. Qué liviandad hay en el vacío. Conciencia abierta. Vacío. Ojos
limpios. Deseante, deseo, desear. Deseo, desear, deseante. Desear, deseante,
deseo. ¿Puede haber algo más que el vacío?
Tropecé.
El
cántaro se partió.
Me
estoy desmoronando.
Pierdo
forma.
Se
desangra la arcilla.
Uno
a uno van cayendo mis restos sobre la hierba. Algunos rebotan, puedo ver su
trayectoria afilada de flecha. Otros yacen en la tierra, volverán a mí cuando coma
del fruto del árbol. Otros harán casa.
La
Amazonas mira todo. Una ráfaga de viento mueve sus cabellos y desnuda su seno
de conoto. Medium avanza y la toma de la
mano. Ambas se reconocen en el tacto. En las cuencas solo el calor flotando. Un silencio puebla el encuentro. Ahora comienzan a caminar juntas. Dejan los
restos atrás. No ha sido fácil. Nada está resuelto. Todavía Amazonas intenta
voltear, Medium le acaricia el rostro. Amazonas llora porque no pudo salvar a
su madre, Medium la envuelve en su túnica, paladea su sustancia. Iám.
¿Puede
haber algo más que el vacío?
Al
fondo una gruta se alza sobre el agua.
Notas:
*Iám: chakra del corazón.
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