Mujer caracol. Retírate hacia dentro.
Arrastra tu cuerpo más hacia dentro. Palpa tu casa calcárea, su lisa suavidad.
Palpita acuosa. Aprende a moverte dentro. Mira lo que irradian las blancas
paredes en espiral. Escucha tu voz en esta cavidad resonante de vacío infinito.
Mujer caracol, asoma tu frente.
Contempla tu casa a cuestas. Elige tus cargas. Suelta personas, objetos,
recuerdos. Extiende tus antenas y continúa tu peregrina forma de existir. ¡Ve
ligera arrastrándote en la hierba!
Y si un día llega alguien y te pisa sin
querer, y el crujir bajo los pies vuelve tu casa pedazos multiformes pegados a
tu piel, encógete, estírate, levanta tu cabeza, sacúdete los restos, vuelve a
tu forma desnuda.
Afuera, en las escaleras de la misma
asimetría revuelta sobre sí misma, los niños reúnen conchas de caracol. Las
extienden sobre la tierra plantada de flores. Son grutas vacías esperando por
ti. Ve tranquila por musgos y arenas. Transita las vueltas metálicas. No temas a las comarcas de sal aunque tu cuerpo
desnudo no soporte el ardor. Recuerda que eres mar. Toda sal es
poca. Encuentra tu morada de cal para refugiar el alma. Y vuelve a
retirarte hacia dentro, haciéndote de nuevo en la brisa, tocando la esencia.
Inaugura un nuevo canto, mujer caracol, dentro de tu futura ausencia.
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