martes, 21 de julio de 2020

Junio 2020


Sumergida en las aguas prenatales busco pedazos de tu alma. ¿Qué es la libertad? ¿Cuál es el propósito vital? Cosmovisiones antiguas me atan a la pata de la cama. Reviso. Edito. Reviso. Edito. Mi vida. Añoro el encierro. Tu silencio. Mi soledad. No extraño el afuera con su camisa de fuerza que me trajo hasta aquí. Ha entrado el insecto de luz, revolotea alrededor del bombillo, choca contra el techo desconchado, ruego que no llegue al clavo desnudo en la pared. Cuántos árboles tengo que sembrar para hacer crecer un alma, solo una, la tuya. Mariposa que vives en el muelle de San Blas húndete de una vez conmigo, entre los corales encontraremos un navío, escucha el mensaje del caracol, molusco de viento, sigue el camino que ilumina la estrella de mar. No volverá. El pez saltó del agua.

Hoy me he preguntado si se puede recoger el agua derramada. Después de pensarlo unos segundos digo que sí. El agua siempre vuelve al cielo. Si estoy preparada, si tengo paciencia, podré buscar el cántaro, extenderlo como ofrenda, en el instante preciso, para que ella retorne. Puedo ser muy persistente cuando de cosas importantes se trata. Con las cosas desmayadas me sucede diferente, no guardo tantas esperanzas, hay cosas que se desmayan para siempre. Pero el agua sigue viniendo, viniendo, el agua sigue, la luz da en el agua.

Camino desnuda, rumbo a la fuente. Veo mi torso, mi torso partiendo el agua, las ondas que bailan, bailan. Conmovida por una cola de ballena me atrevo a mirar la luna. Río como quien llora. No quiero ir/ nada más/ que hasta el fondo. Ahondar, ahondar, ahondar. Vivir. Encarnar.

Voy silenciosa, vacía, epiléptica sobre la arena cada vez que salgo de ella. Tiene la fuerza de un alma en pena, de un ave descendida, de un río bajando de la montaña. Me recuerdo pequeña, ceñida por una escasa vestidura de agua, de nuevo en el espiral, la sangre me murmura, le he traído duraznos.


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