Sumergida en las aguas prenatales busco pedazos
de tu alma. ¿Qué es la libertad? ¿Cuál es el propósito vital? Cosmovisiones
antiguas me atan a la pata de la cama. Reviso. Edito. Reviso. Edito. Mi vida. Añoro
el encierro. Tu silencio. Mi soledad. No extraño el afuera con su camisa de
fuerza que me trajo hasta aquí. Ha entrado el insecto de luz, revolotea
alrededor del bombillo, choca contra el techo desconchado, ruego que no llegue
al clavo desnudo en la pared. Cuántos árboles tengo que sembrar para hacer
crecer un alma, solo una, la tuya. Mariposa que vives en el muelle de San Blas húndete
de una vez conmigo, entre los corales encontraremos un navío, escucha el
mensaje del caracol, molusco de viento, sigue el camino que ilumina la estrella
de mar. No volverá. El pez saltó del agua.
Hoy me he preguntado si se puede recoger el
agua derramada. Después de pensarlo unos segundos digo que sí. El agua siempre
vuelve al cielo. Si estoy preparada, si tengo paciencia, podré buscar el
cántaro, extenderlo como ofrenda, en el instante preciso, para que ella
retorne. Puedo ser muy persistente cuando de cosas importantes se trata. Con
las cosas desmayadas me sucede diferente, no guardo tantas esperanzas, hay
cosas que se desmayan para siempre. Pero el agua sigue viniendo, viniendo, el
agua sigue, la luz da en el agua.
Camino desnuda, rumbo a la fuente. Veo mi
torso, mi torso partiendo el agua, las ondas que bailan, bailan. Conmovida por
una cola de ballena me atrevo a mirar la luna. Río como quien llora. No quiero ir/ nada más/ que hasta el fondo. Ahondar,
ahondar, ahondar. Vivir. Encarnar.
Voy silenciosa, vacía, epiléptica sobre la
arena cada vez que salgo de ella. Tiene la fuerza de un alma en pena, de un ave
descendida, de un río bajando de la montaña. Me recuerdo pequeña, ceñida por
una escasa vestidura de agua, de nuevo en el espiral, la sangre me murmura, le
he traído duraznos.
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