Los dictados me atraviesan. Yo me dejo. Toman mis ojos, oídos, boca, pecho, manos, vulva, piernas, pies. Toman mi piel. Me quedo quieta, escuchando con toda mi casa, su casa, dejando que esta posesión hable a través de mí. No soy nada, solo un medio para que todo lo demás se diga. Demás es lo otro. Lo otro también soy yo o no. Se cumplen dos años con este mensuario y apenas comienzo a entender que debo dejar decirse a lo otro. Agosto con sus mariposas blancas apareciendo insistentemente, con sus sueños levantándome a escribirlos en la madrugada, con todo su universo simbólico preparándome para La Muerte. Su Muerte. Mi muerte.
Agosto es la recurrencia de un ojo izquierdo
cerrado. El de la mujer de la pintura, el mío al despertar, el de mi madre
muerta, el del caballo en la carta del carro. Un mes en que no miré la luna
llena porque lo olvidé y la sangre se resintió, pero regresó.
No dejo de pensar en la lucha por conservar
cuando todo es impermanente. No dejo de reflexionar sobre la muerte naranja que
nos atraviesa todos los días pero que insistimos en no mirar. Yo me entreno, la
miro a los ojos, allí esta, sí, me estoy consumiendo como una antorcha, no soy
eterna. ¿Cómo vivo mi vida hoy? Insisto en pensar que
si el infierno
es el amor total hacia la obra divina que se desvanece; el diablo, entonces, es
el que lucha por conservar el instinto ante la impermanencia, para luego
dejarlo estallar en una nueva obra.
Habito esta tristeza que me carcome porque es
impermanente. Tristeza de madre, tristeza de país, tristeza de todas las
tristezas acumuladas. Tristeza que me encuentra en este nuevo nacimiento.
Siento a la serpiente antigua que me habita. Es
la misma que me dio la manzana, la del libre albedrío. Es serpiente de agua
cálida que recta en mi sexo cuando las olas saladas rompen en mi vientre. A
veces no recuerdo si solo vine a ver el jardín o el desierto. Supongo que da lo
mismo. ¿La luz? Llega por mordedura.
#Mensuario #Agosto2020 #Transmutación
No hay comentarios:
Publicar un comentario