Extiendo mi manta para meditar. Estoy rodeada de tiras de papel. Son los
vestigios de los días de gripe. No me concentro en nada distinto a los collages.
Si leo no retengo, si escribo son solo frases sueltas que emergen del silencio.
Afuera todo sigue igual, pero adentro, aquí adentro mi mente suda. No hay
olores ni sabores, solo extremos dulces, salados, ácidos, agrios. Como por
deber, todo me sabe a nada ¡Lo que daría por volver a la turbación que me
produce el olor a tabaco del vecino! Mi mente me procura una sensación de
liviandad con bloques de cemento en la cabeza y un zumbido de mar junto a mi
oreja.
Vamos, venimos, damos, recibimos, estamos y huimos. Contar historias es el principal objetivo de este blog. La finalidad: Estar. [Rostros, crónicas de viaje, poesía]
miércoles, 29 de julio de 2020
domingo, 26 de julio de 2020
Luz de despedida
Hubo años en que no me gustaba llegar a casa antes del anochecer. Creo
que no quería atravesar esa luz rosa, naranja, a veces violeta o simplemente
blanca que baña al cielo en el Caribe. Gastaba horas en la oficina o en el tren
que corría por túneles oscuros, todo por no volver a tiempo. La variación que
producía el tránsito del sol hacia el ocaso me resultaba violenta, minaba mi
cerebro antes de meterse por mis ojos y me sumergía en una melancolía
aplastante. Trato de buscar una explicación en mi racionalidad de hoy y creo
que mi problema no era con el atardecer sino con la muerte que este contiene.
Me negaba a estar en casa, sola, y ver cómo, sin ningún pudor, aquella luz
penetraría por mi ventana, se regaría por toda la casa, hasta llegar a mi
cuerpo despellejando recuerdos. ¿Sería alguna herencia ancestral? Tal vez
cuando Onorio cruzó el Atlántico se asomó a la proa en un atardecer y pensó en
lo que dejaba en Italia. O quizás, alguna tarde, Rafaela, tras tender kilos de
ropa lavada en Caripito, divisó una nube y con ella la jornada laboral diluida
en charco. En cualquier caso, esto que siempre me ocurría, de un tiempo para
acá comenzó a cambiar. Hoy, cuando se aproxima el final, me levanto del
escritorio en un ritmo ritual y salgo de las paredes. Camino circular dentro de
la brisa fría, contemplo la montaña, las hojas lanzándose al vacío, busco las
plumas en el asfalto. Pronto me detengo y aunque los raucos cantos de las
guacamayas me acompañan, sigo sola, envuelta en esta luz de despedida,
despellejando recuerdos, pero esta vez mirándola a los ojos, a ella, la muerte
naranja, que anuncia la oscuridad y vuelvo a sentir la única certeza
posible; la del comienzo.
El amanecer nunca nos deja.
martes, 21 de julio de 2020
Junio 2020
Sumergida en las aguas prenatales busco pedazos
de tu alma. ¿Qué es la libertad? ¿Cuál es el propósito vital? Cosmovisiones
antiguas me atan a la pata de la cama. Reviso. Edito. Reviso. Edito. Mi vida. Añoro
el encierro. Tu silencio. Mi soledad. No extraño el afuera con su camisa de
fuerza que me trajo hasta aquí. Ha entrado el insecto de luz, revolotea
alrededor del bombillo, choca contra el techo desconchado, ruego que no llegue
al clavo desnudo en la pared. Cuántos árboles tengo que sembrar para hacer
crecer un alma, solo una, la tuya. Mariposa que vives en el muelle de San Blas húndete
de una vez conmigo, entre los corales encontraremos un navío, escucha el
mensaje del caracol, molusco de viento, sigue el camino que ilumina la estrella
de mar. No volverá. El pez saltó del agua.
jueves, 2 de julio de 2020
Mayo 2020
Contemplo las luciérnagas que brotan de la
hierba seca cuando sacamos nuestros cuerpos remojados del Ventuari. Es difícil
imaginar que Él viva en el lugar que he sentido mi hogar. Bestia de agua brama un
himno de voces oscuras entre las nubes de mi mente. Aparece cuando quiere. Ante
Él me siento desnuda, alterada, ansiosa, llena de estigmas azules. La noche
estrellada me mira con sus millones de ojos. Hoguera mística. ¿Cuántas lejanías
habitan mi cuerpo? Tímidas, líquidas, cálidas.
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