Así que el sábado 19 de julio decidí cumplir con mi
promesa pero con la guiatura de Debys López, de la Fundación Historia
Ecoturismo Ambiente (Fundhea), a través de la ruta que ellos han llamado Paseo
El Calvario: El ego de dos presidentes. Y también me traje a mi amiga
Lorena.
Mi primera sorpresa fue que no subimos por las
escaleras sino que las bordeamos y continuamos caminando a mano derecha. Y
cuando llegamos, ahí estaba, bello, el Arco de la Federación y un tranvía que
abordaríamos para subir al Calvario. Eran como las 2:30pm…
El recorrido en este vehículo fue solo un paneo de las
locaciones que más adelante caminaríamos, acompañados por las anécdotas y la
historia que flota más arriba de las imponentes escaleras blancas que solemos
ver desde la carretera.
¡Ay
qué calvario!
Lo primero que hay que saber es que este lugar ha sido
conocido con múltiples nombres: Parque Ezequiel Zamora, Paseo Guzmán Blanco,
Paseo Independencia, Parque El Calvario,
El Calvario. Siendo este último, el que
todos adoptamos, como en una especie de acuerdo tácito.
Una versión cuenta que una de las siete Iglesias a donde
era llevado el Nazareno de San Pablo quedaba en la cima de este lugar. En una
de las paradas que hacían para rezar, con una hermosa vista, el obispo que
venía cansado le toca dar el sermón y dice: “Esto es como llevar al Cristo al
calvario de su cruz”. La gente se grabó este nombre para siempre.
Fundhea encontró una anécdota de 1851 donde se les
recomendaba a los viajeros que iban a Caracas visitar El Calvario; de lo
contrario era como si nunca hubiesen estado en la ciudad.
En este lugar se hacían los paseos dominicales. Toda
la gente del pueblo iba a caminar al lugar y por aquel entonces Guzmán Blanco
aprovecha y lo interviene.
Contrata a paisajistas franceses y lo acondiciona. Una
parte del cerro fue una gran obra pública: el primer acueducto público de
Caracas. Y la otra parte era una plaza dedicada a él, porque tenía un ego muy
grande. Tanto que en 1873 hace que el Concejo Municipal de Caracas le dé un
título: El ilustre americano.
Nos bajamos del tranvía y nos reunimos bajo la estatua
de Francisco Bermúdez. Originalmente el parque llegaba hasta este lugar y estaba
ubicada la estatua de Simón Bolívar. Había
un estacionamiento de coches y la pequeña casa del frente, actualmente un Café Venezuela, era una
pajarera. Una gran jaula donde tenían todo tipo de aves. También observamos
varios balcones alineados y un reloj con un espacio arriba, para colocar un
mechero e iluminar la hora.
Este reloj se coloca durante el gobierno de Joaquín
Crespo, quien a diferencia de Guzmán
Blanco, tenía una influencia más inglesa. Cuando regresó de Inglaterra vino con
la idea de que para convertir a Caracas en una ciudad cosmopolita sus
ciudadanos debían saber la hora, entonces comienza a colocar relojes en las
principales plazas o paseos.
En 1895 se hacen las plazas que están en la parte baja
del parque y los otros monumentos, que anteriormente eran propiedad, la casa de
campo, del presidente Crespo.
En 1920 crean el primer jardín botánico de Caracas y
se comienzan a sembrar árboles de todo tipo. Era un paseo obligado de todas las
escuelas. También se creó un museo ornitológico.
Luego todo fue socavado para construir la carretera
que va hacia la urbanización 23 de enero.
Una
mirada a la Caracas de antier
Caminamos hacia la parte de atrás de la estatua de
Francisco Bermúdez por un pasillo con banquitos de lado y lado con mosaicos en
sus asientos, y llegamos a uno de los principales miradores del parque. El día
de su inauguración hicieron una fotografía, esto le ha servido a Fundhea para
comparar lo que había y lo que se ha mantenido.
El rascacielos de aquel entonces era la torre de la Catedral
de Caracas. Tuvo cuatro pisos y medio hasta 1812, fecha en que ocurre el
terremoto de Caracas. En ese momento la torre se inclinó un poco y se tomó la
decisión de demolerla, pero un mes después ocurre una réplica y la torre se
endereza. ¡Milagro!
Socavaron los lados de la catedral y le eliminaron un
piso para hacerla más fuerte. Pese a la cantidad de años que han transcurrido y
al cumulo de edificaciones a su alrededor todavía la podemos visualizar desde este
punto.
En este espacio Derbys aprovechó para echarnos los
cuentos de cómo el gobierno obtenía las propiedades a través de la Bula Papal y
las confrontaciones de Guzmán Blanco con la Iglesia. También nos contó sobre el
decreto de la instrucción pública y gratuita, la creación del registro civil de
Venezuela, y la libertad de culto en Venezuela.
Inmediatamente conecté este punto con el tema de los
cementerios extranjeros, que Derbys nos había explicado durante la ruta del
Mausoleo del doctor Knoche, porque antes de este decreto los extranjeros no
podían ser enterrados en cementerios católicos.
También nos contó cuando Guzmán Blanco mandó a demoler
la Iglesia donde estaba el Nazareno de San Pablo para construir un teatro, y
cómo las malas lenguas dicen que este se le apareció en la función inaugural,
lo que hizo que tomara un convento y lo convirtiera en Iglesia para el
Nazareno.
La iglesia fue construida por un arquitecto masón y es
única porque son dos iglesias en una, por un lado la Iglesia Santa Teresa y por
el otro la Iglesia Santa Ana, ambas comparten el centro del altar.
Desde aquí vimos la cúpula. Derbys nos contó que el domo está recubierto
por unos frescos, donde Guzmán Blanco le prestó su cara, humildemente, a uno de
los evangelistas.
Caracas también era conocida como la París de un piso,
porque a raíz del terremoto de 1812 se generalizó el miedo y se prohibió hacer
construcciones de más de dos pisos. Quien rompe este mito es un señor llamado
Pedro Linares, que compra unos terrenos y empieza a construir una casa, pero como
el terreno estaba en una pendiente tuvo que rellenar con varios pisos. No se
hicieron esperar los comentarios que lo tildaban de loco, hasta salió en
prensa: La locura de Pedro Linares. Construyó tres pisos.
Cuando ocurre el terremoto de 1900, todo el mundo después
de haber pasado el susto salió corriendo a la casa de Pedro Linares. No se
cayó. Y empieza a irse el miedo de los edificios altos.
El
gazebo del Calvario
A escasos metros del mirador está el gazebo, una
especie de casa de jardín rectangular y blanca. Investigando encontré que el
término arquitectónico para designar esta estructura es pabellón de planta
asimétrica. Lo cierto es que la primera vez que lo vi pensé en un baile de
quince años o incluso en una sesión de fotos de boda. Es simplemente hermoso y
una de mis partes favoritas del Calvario.
Lo que no sabía es que esto se utilizaba en un mercado.
En 1864 las personas que estaban organizadas para la venta de frutos menores y
flores mandan a comprar esta estructura a Bélgica. Vino desarmado y se armó en
lo que actualmente es la Plaza El Venezolano.
En 1950 Marcos Pérez Jimenez crea Mersifrica,
organismo que administrará y creará todos los mercados públicos de Caracas. Empieza
el desmantelamiento y trasladan a los vendedores de flores a la avenida Fuerzas
Armadas. Como el gazebo no podía colocarse ahí, el Estado lo compra y se lo
trae al Calvario, para que viniera la orquesta y diera la retreta de los
domingos.
Derbys nos dijo que se hizo un proyecto de
restauración en que el gazebo se desarmó pieza por pieza y se analizó lo que
estaba deteriorado. Estas piezas fueron llevadas a unos especialistas en la
Universidad de Los Andes.
Cerca del gazebo hay una edificación muy larga pintada
de azul, que fue el primer acueducto público de la ciudad: la gran caja de
agua. Es como una piscina gigante que recibía agua de la zona de Macarao y
luego se distribuía.
Luego por razones de higiene se mandó a techar. “Los
zagaletones” se subían y se bañaban incluso algunos orinaban.
Toda esta área está rodeada de árboles muy grandes con
troncos con una gran protuberancia. Derbys recordó que un niño que vino a una
de las rutas los bautizó como los árboles embarazados. También observamos
varios carteles de No pise la grama, esta lucía recién sembrada. En general el
sitio está bastante cuidado.
El
Mangazón
Caminamos hasta la Plaza Bolívar ubicada a escasos
metros del gazebo y en la parte más alta del parque. Primero tuvimos que subir
por unos pasillos en forma de caracol con jardineras al lado. Una vez arriba
nos encontramos con un Simón Bolívar que lucía pequeño ante la magnitud del
lugar, porque aquí no siempre estuvo él, sino El Manganzón, una escultura del
ego de Guzmán Blanco.
El cuerpo de esta estatua medía casi 18 metros de
altura y se veía desde toda Caracas porque lo árboles eran muy bajos. Los
caraqueños decían que Guzmán Blanco lo hizo para decir que tenía los pies sobre
Caracas. Pero otro grupo, los “mamadores de gallo” como los llama Derbys, veían
eso tan grande y sin utilidad que lo comenzaron a llamar El Manganzón.
Bajamos e hicimos una parada de descanso donde está la
fuente, justo al lado de un pequeño parque que construyeron para los niños. La
pequeña plazuela tiene forma de flor y unos banquitos perfectos para hablar con
tu enamorado (a). Son de ensueño.
Continuamos el recorrido y nos encontramos con una
estatua de una mujer con unos senos prominentes identificada como la mujer del
Calvario. De verdad no sé exactamente cuál es su significado, lo que sí sé es
que todo el que pasa hace algún chiste sobre la estructura.
Nos ubicamos al frente de la mujer inmóvil y Derbys
nos mostró un fruto del paraparo (Sapindus saponaria). Este tiene una textura viscosa y antiguamente era utilizado por las mujeres
para lavar la ropa. Derbys nos explicó
que primero machacaban el fruto y lo colocaban en agua, al formarse un mucílago
se hacía una especie de espuma que hacía las veces de jabón.
Con la semilla negra que está dentro de este fruto,
mejor conocida como parapara, se hace artesanía. Otra curiosidad es que esta
era conocida como la perla del pobre y cuando se pulía lucía más vistosa. Justo
aquí se me cayó el mito de que parapara significaba grande, especialmente
cuando te dicen tus ojos son como una parapara.
Capillas
y bustos
Bajamos y nos encontramos con unos bambúes que tenían
tallados en los troncos distintos mensajes de amor, fechas y nombres. Llegamos
justo donde nos había dejado el tranvía y esta vez continuamos bajando hasta la
única iglesia del Paseo El Calvario, la Capilla de Nuestra Señora de Lourdes.
Cerca de esta área también están el Busto de Miguel de
Cervantes, que tiene como un rasguño en la nariz, y la Sala de Lectura Paula
Correa.
La capilla estaba cerrada porque la están restaurando.
Se crea por la necesidad que tenía Joaquín Crespo de ir a una Iglesia ortodoxa
y la construcción estuvo bajo la responsabilidad del arquitecto Hurtado
Manrique.
El santuario se edificó bajo un lecho de roca, en
forma de cruz latina pequeña y tiene elementos barrocos y neoclásicos.
Se dice que el presidente Crespo le preguntó al
arquitecto que en cuánto tiempo tendría la capilla lista y que este le
respondió que en 75 días. Cuando Hurtado es llamado para firmar el contrato hay
una cláusula que dice que por cada día de retraso de la obra serán 5 años de
prisión para el arquitecto.
Acto seguido: “Día 72: estaba lista la Iglesia. Día
73: lista la pintura. Día 74: mobiliario. Día 75: misa e inauguración”, enumera
Derbys. Todos nos reímos y uno que otro soltó su deseo de colocar esta cláusula
en los contratos que hace el gobierno actual.
Descendimos por las escaleras que están en uno de los extremos de la capilla y vimos
una parte de la pared de la estructura descubierta de pintura y como en una
especie de marco. Esto se llama ventana museística. Cuando se realiza una
restauración hay partes que se dejan sin cubrir para que la persona vea cómo
estaba hecha la construcción inicialmente, en este caso: ladrillo y piedra.
Resultó que toda esta parte parecía un baño público,
con restos de orine y grafitis frustrados. No se hicieron esperar las críticas
del grupo.
Desde un pequeño balcón observamos las vías del Metro
de Caracas, a la altura de la estación Caño Amarillo. Derbys apuntó con su
índice un cúmulo de árboles verdes, ahí llegaba el ferrocarril Caracas- La
Guaira y más allá el ferrocarril Caracas- Valencia.
Esta área era el centro económico y la principal
entrada de la capital. Vimos la sede del Patrimonio Cultural, antigua casa de
campo de Crespo, Miraflores y el Ávila como siempre custodiando nuestra ciudad.
Al salir de esta parte avanzamos y nos encontramos con
otra plazuela y el busto de Teresa Carreño. Y más adelante al bajar unas
escaleras un jardín hermoso donde había unas mujeres tejiendo. Allí está
ubicado el busto de Pedro Elías Gutierrez, creador del Alma Llanera, y más atrás
la Plaza El Parnaso, con una fuente y unas columnas, evocando toda la poesía
que su nombre encierra.
Estatuas
que caminan, espacios tomados
Seguimos por las escaleras y Derbys nos hizo una
demostración de la tradición del visitante. La mujer por un extremo y el hombre
por el otro ascendían la escalinata hasta encontrarse donde estas se unían.
También vimos la estatua del “Cacique Guaicaipuro”.
Sinceramente creo que su creador se excedió, no había visto tantos
músculos juntos y un fenotipo tan
distinto al de un indígena. Aquello parece un superhéroe de algún comic.
Derbys dijo que esta iba a ser colocada en Los Teques
pero la gente se opuso, diciendo que no se parecía a Guaicaipuro. Luego la
llevaron al lugar donde estaba María Lionza y los seguidores de esta deidad
alzaron su voz. Hasta que finalmente la trajeron al Calvario.
Un símil que usó Derbys para explicar este
acontecimiento y el de otras estatuas que han padecido la misma historia fue el
de “las estatuas que caminan”, está frase se me quedó grabada. Espero escribir
pronto sobre esto.
Llegamos a las escaleras, esas que vemos desde abajo,
y las que pensé que se llevarían todo el protagonismo de esta ruta. Pues no.
Aquí solo supimos que se inauguraron en 1898 y que eran llamadas las graderías
de Colón, porque había un Cristóbal Colón arriba que señalaba Macuro.
Como dije la parada fue breve. No bajamos por las
escaleras. Admito que me da demasiado vértigo hacerlo, pero igual la ruta no lo
estipulaba. Respiré.
Al caminar hacia la izquierda observamos unas barandas
verdes que fueron hechas con rieles de ferrocarril porque en la época de Juan
Vicente Gómez hubo una escasez de hierro.
Otro elemento llamativo fue una pared, la más antigua
del parque, con unas cavidades en forma de triángulos que servían como drenajes
y también para colocar velas en la noche.
Avanzamos y ahí estaba nuevamente el Arco de la Federación. Justo aquí donde comenzamos finalizaría la ruta. Mientras conversábamos pasaron unos guardias nacionales y nos dieron las buenas noches, si, las buenas noches.
Avanzamos y ahí estaba nuevamente el Arco de la Federación. Justo aquí donde comenzamos finalizaría la ruta. Mientras conversábamos pasaron unos guardias nacionales y nos dieron las buenas noches, si, las buenas noches.
Eran las 6:30pm y todavía estábamos en el Calvario.
¿Quién lo diría? Seguíamos en un espacio que estuvo abandonado por casi 30 años
y que se había convertido en una de las zonas más peligrosas de la ciudad. En
ese ratico habíamos visto gente trotando o paseando a sus mascotas.
Hace cuatro años es que comienza su recuperación. Y si
bien es cierto que al principio guardia nacional, policía y guardia patrimonial
hacían vigilancia; ahora son los habitantes quienes retomando el espacio han
hecho de este un lugar un paseo seguro.
Nos despedimos sobrecargados de historia y felices
porque podíamos decir que estuvimos en El Calvario sin tormentos.
…la
ñapa
La falta de azúcar y el exceso de emoción a veces son
contraproducentes. Lorena y yo habíamos quedado con ganas de conocer y nos
fuimos hasta el café que queda dentro del Teatro Bolívar justo al frente de la
Plaza Bolívar. Pedimos un humilde chocolate caliente que resultó ser toda una
grosería. Servido con trozos de chocolate y malvaviscos de colores, lo tomamos
con jazz en vivo. De verdad les recomiendo este espacio, pero vayan temprano
porque es pequeño.
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