Agosto
inició con una gripe que bajó todas mis defensas y me tendió en una cama
(siempre me enfermo cuando termina el primer semestre del año) Encierro y gripe
me lanzaron nuevamente a Paula, una novela de Isabel Allende (para mí, un
diario).
Cuando
Paula, la hija de Isabel Allende, cae enferma, la autora decide escribirle una
carta: “Estaba segura de que mi hija iba a despertar, pero suponía que tal vez
no recordaría su pasado y yo tendría que contárselo. Me propuse explicarle de
dónde venía, cómo era su familia, quiénes éramos los que la amábamos, empezando
por su marido, Ernesto”.
Me
percaté que había empezado a leer este libro en julio pero lo dejé. Para qué me
voy a poner a mirar algo triste, ya tengo suficiente, me dije.
En
agosto ya estaba sumergida en la historia, leía durante horas.