La muerte vuelve a la primera orilla, la que la vio partir. Pero no es una tortuga marina, con su cuerpo lleno de huevos, que regresó a desovar. Son migrantes, náufragos de Güiria, que el vaivén del mar devolvió al hogar. Vuelven con sus gestos mordidos por peces que los confundieron con peces, sino, qué hace un cuerpo en altamar. Es la muerte que regresa con los vientres hinchados. Adentro un revoltijo de algas y esperanza colapsan. Los que nos quedamos en la orilla, tal vez por miedo, por no saber nadar o por aguantar, contemplamos el agua empozada en las nubes, extendemos los cuerpos que pronto se convertirán en huesos de mil bocas, como las esponjas que gritan sin que las escuchen.