¿Era
este el murmullo indiferente/de la otra habitación, lo que testificaba […] /
la sabiduría reunida/ en el sacrificio?
Contemplo
mis manos. Mis libros en bolsas y maletas dentro del carro. Ya me fui. Me fui
de esta casa de viento que arrasa, pega, enfría, duele. Casa de hilos de seda
que atrapan a la presa. Elevo la mirada a la montaña iluminada por los últimos
destellos de esta tarde de 24 de diciembre. Un susto se aloja en el pecho,
susto de algo que no fue como esta casa tierra de nadie que intenté
sembrar. Y digo en voz alta ¡ya me fui!
por el solo hecho de escucharme. Y cuando lo digo, las palabras salen como humo
y las respiro y pasan a mis pulmones y vuelven a salir por la nariz y las
vuelvo a mirar. Se quedan ahí frente a mis ojos por unos segundos, luego entra
la brisa por la ventana del carro, intenta llevárselas, forcejean, se quedan.
Ya - me - fui.