viernes, 7 de octubre de 2016

Reencontrarnos con la Laguna La Coromoto




Reencontrarnos con la Laguna La Coromoto es reencontrarnos con un origen perpetuo, con un espacio detenido en el tiempo que aún así se transforma con cada onda de agua que moviliza el viento. Rodeada de muros boscosos que delimitan el aquí y el ahora.

Sentir la brisa gélida y la llovizna en nuestros cuerpos es volver a nacer, renovar el recuerdo de aquella vez, potenciar la conexión.

Mirar las aves sobrevolar la niebla es saber que aún con la sombra podemos lanzarnos a la aventura de volver a confiar, porque todo se resume en una palabra: sincronicidad.

Coromoto, tus aguas fueron pinceladas blancas sobre el pico Humboldt que el sol derritió con la paciencia del montañés. Reposaron en la quietud de la bóveda boscosa. Tu lecho. Ahora lentamente se filtran por las rocas y caen como un golpe a la tierra. Firme. Decidido. Para convertirte en río. Ahora corres escandalosa por el caudal del tiempo en un canto de piedras que chocan infinitamente hasta desgastarse. Y en el acto me pregunto: ¿suenas a tambor de agua o a llanto glacial?

Convertida en energía nos envuelves en un ir y venir de sueños que nos consagran. Eres quietud y furia, control y desborde, silencio y grito, fe y razón Ambivalencia perpetua.

Un 12 te conocí. Y se cumplió la profecía del número que nos envolvió aquel día, porque sólo así, colgados de los pies, fue posible ver en otra perspectiva y adentrarse en las profundidades de tus oscuras aguas, que pronto se convirtieron en magia. Bendita laguna. Bendito reencuentro.









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