A
cielo abierto cuerpos sumergidos en barro y mercurio buscan el rastro de algo
que no fue. Sueñan la vida nueva mientras una bestia los atrapa. Ciclo perpetuo
de explotación en una rueda que no para de girar.
Desnudos
otra vez en el hueco telúrico se diluyen los paraísos dorados. Una grama que
sin salir ya se gastó.
A
cielo abierto tanto olvido encontró una forma de sobrevivir. Y a las fosas
comunes le dan sombras los culpables. Guarden un minuto de silencio en la
ciudad: “Nosotros solo queremos los cuerpos”.
Yo
ahora procedo a alentarme. Bien vale explicar de nuevo que esto no es vida:
desayunar promesas y atardecer vacunas.
“El
minero ya no sabe lo que vale su sudor”, canta Violeta.
Terribles
días.
Trágica
grama (con todo lo amargo de su asunto)
A
cielo abierto se patrocina el despojo y el corazón se viste de difunto mientras
muerdo mi pañuelo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario