¿Era
este el murmullo indiferente/de la otra habitación, lo que testificaba […] /
la sabiduría reunida/ en el sacrificio?
Contemplo
mis manos. Mis libros en bolsas y maletas dentro del carro. Ya me fui. Me fui
de esta casa de viento que arrasa, pega, enfría, duele. Casa de hilos de seda
que atrapan a la presa. Elevo la mirada a la montaña iluminada por los últimos
destellos de esta tarde de 24 de diciembre. Un susto se aloja en el pecho,
susto de algo que no fue como esta casa tierra de nadie que intenté
sembrar. Y digo en voz alta ¡ya me fui!
por el solo hecho de escucharme. Y cuando lo digo, las palabras salen como humo
y las respiro y pasan a mis pulmones y vuelven a salir por la nariz y las
vuelvo a mirar. Se quedan ahí frente a mis ojos por unos segundos, luego entra
la brisa por la ventana del carro, intenta llevárselas, forcejean, se quedan.
Ya - me - fui.
Me
veo entrando a una habitación propia encaramada en una colina. Tiene paredes sólidas
para que no vuelva a entrar el viento descomunal a levantar hojas arrancar
plumas mutilar alas. Un ventanal por el que se cuelan los rayos del sol y de la
luna con sus estrellas, portal que a su vez me permite ver al colibrí libar el
néctar, a la mariposa azul asomarse y oler la tierra mojada tras la lluvia. Hay
un escritorio con un cuaderno de hojas blancas y un bolígrafo. La computadora a
un lado. Mis libros en varios estantes, las artesanías indígenas, las
fotografías de mis viajes, la carpeta llena de recortes sobre los temas que
quiero escribir. Colores, marcadores, pedazos de revistas, tijeras, pega. La
habitación propia que es espacio físico y estado interior. Porque si, razón
tiene Virginia Woolf de que toda mujer debe tener su propio dinero y una
habitación propia para poder escribir... También Clarice Lispector que “era
esposa y madre pero tenía ayuda a tiempo completo para dedicarse a escribir y
podía hacerlo en una habitación para ella sola”.
Y
trato de buscar este fuego avivado tras la muerte de mi abuela y encuentro un
diario con fecha de inicio del 10 de agosto de 2001, a pocos días de cumplir
los 15 años. Leo en la primera página que durante dos años no escribí en el
diario porque se extraviaron las llaves. ¿Entonces dos años antes también
llevaba un diario? ¿Dónde está? Aun veo la violencia en el cerrojo del diario,
la decisión de no esperar más a encontrar la llave perdida, la determinación de
entrar nuevamente a esa habitación propia, la primera, el único lugar mío
dentro de una familia de abuelos, primos, tíos, hermanos.
Voy
al parque y corro, subo la montaña y corro, leo a mujeres escritoras para que
me ayuden a descifrar este camino de la intimidad, son mi abanico para atizar
este fuego que me recorre. Hasta el viento parece latir.
Una
mujer entra en una habitación…
1 comentario:
Muchas bendiciones y éxitos Miny
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