sábado, 18 de enero de 2020

Diciembre 2019



¿Era este el murmullo indiferente/de la otra habitación, lo que testificaba […] / la sabiduría reunida/ en el sacrificio?

Contemplo mis manos. Mis libros en bolsas y maletas dentro del carro. Ya me fui. Me fui de esta casa de viento que arrasa, pega, enfría, duele. Casa de hilos de seda que atrapan a la presa. Elevo la mirada a la montaña iluminada por los últimos destellos de esta tarde de 24 de diciembre. Un susto se aloja en el pecho, susto de algo que no fue como esta casa tierra de nadie que intenté sembrar.  Y digo en voz alta ¡ya me fui! por el solo hecho de escucharme. Y cuando lo digo, las palabras salen como humo y las respiro y pasan a mis pulmones y vuelven a salir por la nariz y las vuelvo a mirar. Se quedan ahí frente a mis ojos por unos segundos, luego entra la brisa por la ventana del carro, intenta llevárselas, forcejean, se quedan. Ya - me - fui.

Me veo entrando a una habitación propia encaramada en una colina. Tiene paredes sólidas para que no vuelva a entrar el viento descomunal a levantar hojas arrancar plumas mutilar alas. Un ventanal por el que se cuelan los rayos del sol y de la luna con sus estrellas, portal que a su vez me permite ver al colibrí libar el néctar, a la mariposa azul asomarse y oler la tierra mojada tras la lluvia. Hay un escritorio con un cuaderno de hojas blancas y un bolígrafo. La computadora a un lado. Mis libros en varios estantes, las artesanías indígenas, las fotografías de mis viajes, la carpeta llena de recortes sobre los temas que quiero escribir. Colores, marcadores, pedazos de revistas, tijeras, pega. La habitación propia que es espacio físico y estado interior. Porque si, razón tiene Virginia Woolf de que toda mujer debe tener su propio dinero y una habitación propia para poder escribir... También Clarice Lispector que “era esposa y madre pero tenía ayuda a tiempo completo para dedicarse a escribir y podía hacerlo en una habitación para ella sola”.

Y trato de buscar este fuego avivado tras la muerte de mi abuela y encuentro un diario con fecha de inicio del 10 de agosto de 2001, a pocos días de cumplir los 15 años. Leo en la primera página que durante dos años no escribí en el diario porque se extraviaron las llaves. ¿Entonces dos años antes también llevaba un diario? ¿Dónde está? Aun veo la violencia en el cerrojo del diario, la decisión de no esperar más a encontrar la llave perdida, la determinación de entrar nuevamente a esa habitación propia, la primera, el único lugar mío dentro de una familia de abuelos, primos, tíos, hermanos.

Voy al parque y corro, subo la montaña y corro, leo a mujeres escritoras para que me ayuden a descifrar este camino de la intimidad, son mi abanico para atizar este fuego que me recorre. Hasta el viento parece latir.

Una mujer entra en una habitación…




1 comentario:

Unknown dijo...

Muchas bendiciones y éxitos Miny