Este año mi amiga Luisanna y yo nos propusimos lo que hemos llamado #ElRetoDeLasRutasEcopatrimoniales o #EcoRutas. Algunas las haremos con grupos de excursionismo y otras por nuestra cuenta.
Aquí una crónica de nuestra primera ruta con Fundhea.
Minerva Vitti
Una foto de varias cabinas grandes y corroídas
por el tiempo fue el enganche para elegir esta ruta. La promesa de la Fundación
Historia Ecoturismo Ambiente (Fundhea): conocer las historias, crónicas y
leyendas que se tejen entorno al teleférico y al Hotel Humboldt.
El domingo a las 8:30 am era la cita. Así que
un grupo de 14 personas nos encontramos con Derbys López, director de Fundhea,
en la estación del metro El Silencio. Al salir de la estación un rústico aguardaba
por nosotros. Pronto comenzamos el trayecto, primero hasta Cotiza, con algo de
tráfico, y luego un anuncio nos advirtió que estábamos entrando
al Parque Nacional Waraira Repano. Continuamos ascendiendo por el empinado
camino de concreto. Como es costumbre, ya muchas personas lo estaban subiendo a
pie, demostrando su buena condición física. Ya a mitad del camino un obstáculo nos
detuvo. Derbys descendió del vehículo para retirar a una pereza de la carretera:
“Siempre sale a esta altura, hay que estar pendientes”, comentó. En el vehículo algunos sacaron sus cámaras y otros
lanzaron algún comentario: “Ella puede nadar, por ejemplo cuando hay temporada
de lluvia en Apure, se inundan los suelos de agua, y como no puede pasar de un
árbol a otro se lanza y nada”, comentó Alberto, uno de los ecoturisteros.
La pereza se aferró a Derbys y lo rasguñó un
poco, nada grave.
Continuamos el camino e hicimos la primera
parada en Boca de Tigre, a 1870 metros de altura, para desayunar. Había algunos
puestos con venta de flores y pequeños locales en forma de cabaña que ofrecían
comida, licores, mermeladas, bocadillos, típicos de la zona. Súper recomendado
el jugo de mora de “El merendero de Fanny”. Y como tips el baño cuesta cinco
bolívares, lleven su papel higiénico. Luisanna, Alberto y yo aprovechamos para
tomar algunas fotos y desayunar unos sándwiches.
Abordamos nuevamente el rústico. Y al avanzar
se terminó el pavimento. A medida que íbamos adentrándonos había más vegetación
y más agosta se tornaba la carretera. De vez en vez una brisa fría rosaba
nuestros rostros. Y de vez en vez, también, uno de los ecoturisteros compartía
con nosotros un delicioso licor de parchita. Apretaditos en el carro, otro de
los compañeros, que iba sentado en el suelo del vehículo, echaba sus cuentos de sus recorridos en moto por Venezuela o de
aquella vez en que fue al sistema teleférico en 1989.
Derbys
también comentaba cómo Fundhea surgió de una preocupación de preservar la
memoria de estos lugares, de aprender historia en el lugar de los hechos y con
las anécdotas de sus protagonistas, detalles que no nos cuentan los libros de historia.
“Nos juntamos un grupo de amigos con los mismos intereses y comenzamos a
organizar la ruta. Los recursos aún faltan pero el proyecto anda”.
Estas rutas llamadas “Rutas Ecopatrimoniales”,
hacen parte de un programa educativo de esta Fundación creada el 15 de Julio de
2007, con la finalidad de promover la recuperación de sitios de interés
histórico, cultural y ambiental para desarrollar y promover su potencial
turístico en la localidad en que se encuentren.
Pronto llegamos al pueblo de Galipán
despierto desde hace rato. Jeeps parados, locales abiertos, unos muchachos
sentamos en la tierra con sus caballos al lado. Seguimos el camino por varios
minutos. Un Mercedes Benz con unos cauchos gigantescos nos sorprendió, el
sello de Hecho en Venezuela en uno de los lados posteriores nos sacó más de una carcajada.
El camino aún más angosto retaba al que sufre de vértigo, de un lado el cerro,
del otro el barranco lleno de vegetación muy tupida. Alguien preguntó “¿seguimos
en Galipán o en Vargas?”, otro respondió ya entramos en la vía del Litoral.
El
óxido no destruye el recuerdo
Llegamos y luego de la respectiva foto de
grupo, atravesamos un portón amarrado con unas guayas rojizas y muy antiguas. Caminamos
por un sendero de piedras bordeado de árboles de eucalipto y flores que le
daban al aire un respiro diferente. La primera estructura nos dejó paralizados.
Tan solo una parte del viejo sistema teleférico Caracas- Litoral. Cabinas,
torres y estructuras marcadas por las inclemencias del sol, la lluvia, y el óxido del tiempo, pero
aún en pie. El mismo óxido que cubría las guayas que vimos al principio.
Luego de unas breves instrucciones de
seguridad, dadas por Derbys, comenzamos un recorrido por cada una de las
estructuras. “La explicación se las doy al final”, dijo Derbys, sin duda el
mejor método porque luego de palpar, trepar y posar necesitaríamos algunas
nociones de cómo fue que este sistema se creó y luego dejó de funcionar. De
cómo estas cabinas tan pesadas podían ascender toda la montaña desde Caracas
para luego bajar hasta La Guaira.
Sin embargo, nos compartía algunos detalles
anticipados. Que esta cabina era de 24 personas, que miren el contrapeso, que
miren aquella torre y esta otra; y así. Y siempre al fondo la estructura del
Hotel Humboldt haciéndonos un guiño.
Nos montamos por todo el sistema, subimos
escaleras, nos metimos en las cabinas, algunos bajaron hasta donde estaba
ubicado el contrapeso con un montón de piedras. La escena hacía recordar un
parque de diversiones.
Algunas cabinas aún conservan los asientos.
Llenas de hojas y tierra pareciera que la naturaleza se hubiese apropiado de
ellas. Las abejas también han creado su respectivo hogar en uno de los
carriles.
Un
teleférico de muchos intentos
Derbys nos contó que esta era una de las
estaciones de mantenimiento del antiguo sistema. Que el proyecto venía
contemplado en dos fases: la primera era la construcción del sistema de Maripérez
al Humboldt (lo que se llamó Ávila) y del Hotel Humboldt; y la segunda fase era la construcción de la estación Ávila- El Cojo. Todo esto se construyó en el gobierno del General Marcos Pérez
Jiménez, pero el proyecto del teleférico es mucho más antiguo.
Veinticinco años después de que se realizara el
primer teleférico del mundo, en Suiza, se comienza a pensar en instalar uno en
Venezuela. En 1897 salen unas fotos de los adelantos de ese proyecto, este se organizó
con capital privado, con un grupo de comerciantes de Macuto, Caracas y otra parte
financiada por el gobierno, ¿pero por qué no se dio?
Derbys nos dice que no se concreta porque en
el gobierno de Guzmán Blanco la mayoría de las concesiones u obras tenían un
contrato de 99 años aproximadamente, y segundo porque el contrato venía de una
manera que fomentaba el monopolio: “Al haber una empresa que trabajaba un determinado
producto, el Estado tenía que velar que otras empresas no hicieran lo mismo y es
allí donde el Sistema de Ferrocarril La Guaira-Caracas, va y mete un reclamo al
gobierno alegando que el contrato que se le dio le daba la potestad de hacer el
trabajo que este le estaba dando a la nueva empresa”. Al parecer el nombre del
proyecto no ayudaba mucho: Ferrocarril aéreo. “El Estado debía cuidar de que no
se crearan nuevas empresas de sistemas de ferrocarriles de Caracas-La Guaira. Así
que les quita la concesión a la empresa privada, esta demanda y el Estado debe
pagar una indemnización”.
Un argumento o “mentira”, como dice Derbys, que
daba el gobierno, con el aval de “sus expertos”, era que el proyecto del
teleférico iba a pasar por un antiguo camposanto llamado el cementerio de los
coléricos, donde se hicieron fosas comunes para enterrar las personas que
murieron durante la epidemia de 1854-1856, y como se tendrían que hacer
excavaciones, se podría activar la peste en Caracas.
Luego en el gobierno de Juan Vicente Gómez ya
se comienza a hablar de teleférico pero no pensado para el traslado humano sino
de carga, así que se instala uno en Güigüe, en el estado Carabobo.
En 1937 se vuelve a hablar de un teleférico
para Caracas. El proyecto estaba constituido por un sistema que iba a subir por
lo que es actualmente Sabasnieves y llegar a La Silla de Caracas; y el otro
sistema que iría del Pico Oriental y bajaría por Cachimbo. En la cima del Pico
Oriental se colocaría el hotel lujoso. Los dos principales problemas fueron: viabilidad,
no había ningún tipo de acceso; y agua, no había manantiales cerca. El proyecto
se vuelve a engavetar.
Para Marcos Pérez Jiménez el proyecto fue
apetecible, así que envía una comisión a la montaña para que viera donde se
podía construir el teleférico. Es ahí donde sus especialistas le dicen que el
hotel se puede ubicar en el Pico Ávila. Un año y medio después está construido todo
el sistema. Más rápido se inauguró la primera fase Maripérez-Ávila, la caminería
y el hotel, que fue construido en seis meses. Se trabajaba 24 horas, 3 turnos y
no había feriados. Derbys dice que vio una fotografía donde
había un cártel que advertía “Hay un solo día libre”, para los trabajadores.
Antes de construir el sistema teleférico tuvieron que
realizar un teleférico de carga, acondicionar la vía de Galipán, hacer una vía
que subiera al Humboldt. Los sacos de arena, cemento y las estructuras de metal
eran trasladados en burro. “Todo esto es tecnología alemana pero la manera de
traer esto para acá tardó”, agrega Derbys.
Una anécdota es que cuando los carros, donde
se trasladaba arena, subían la pendiente de tierra, estaban tan pesados que las
dos ruedas de adelante se levantaban y no tocaban el suelo, entonces había dos
personas cuyo trabajo era acostarse en el capo para hacer el contrapeso.
El teleférico del Litoral (Ávila - El Iron -
Loma de Caballo - El Cojo) fue inaugurado el 29 de diciembre de 1956 por el
General Marcos Pérez Jiménez. El tramo Ávila - El Cojo tiene una longitud total
de 7,6 km, además posee torres de soporte que varían su tamaño desde 9 metros
de altura hasta los 50 metros de altura (la torre más alta está en el tercer
tramo Loma de Caballo- El Cojo y tiene una altura de 50 mts)[1]. El recorrido desde La Guaira hasta El Ávila era de aproximadamente 30 minutos.
Si bien este proyecto tuvo una visión turística no debemos obviar su objetivo militar. Marcos Pérez Jiménez decía que en cualquier momento podíamos
tener una invasión; asi que unos de los fines de la creación de la autopista Caracas-La Guaira era la evacuación de la ciudad en casos de invasión; pero
si esta vía fallaba, estaría el teleférico.
Pasaron los años y el 7 de agosto de 1977 el
sistema sufrió un accidente, resultó que las dos guayas pujantes se rompieron
en el último tramo (Loma de Caballo - El Cojo) haciendo que desalojaran inmediatamente
las cabinas y todo el sistema[2]. El cártel “Cerrado al
público” puso fin a su funcionamiento.
Nuevo
sistema teleférico
Mis sentidos, ya empapados de historia,
comenzaron a percibir las estructuras del viejo sistema teleférico en el nuevo
sistema teleférico. Hay varias, incluso comienzan al descender del jeep que
viene de Galipán y nos deja justo en el arco que dice “Vía Hotel Humboldt/ Way
to Hotel Humboldt”.
Luego de almorzar nos encontramos en el asta
de la bandera, a escasos metros del Hotel Humboldt. Durante toda la caminería
siguen apareciendo ante mi vista las torres que delatan el comienzo de esta
historia. Desde arriba es posible ver el lugar la estación de mantenimiento
donde estuvimos, rodeada de árboles.
Más anécdotas: la gente no caminaba hasta el
Hotel sino que tomaba otra cabina que los dirigía al mismo. Cuando construyeron
el viejo teleférico, por un error no calcularon que el viento del mar chocaba
con el viento de la montaña, justo cuando la cabina iba llegando a la parada
del Hotel, este encuentro de vientos hacía que la cabina se tambaleara y el
susto que pasaba la gente no era normal. Luego hicieron una mejora para que
esto no ocurriera.
O la historia de un espanto que aparece en el
Hotel Humboldt. Supuestamente es la amante de Marcos Pérez Jiménez. Un día este
presidente se llevó a su aventura al Hotel pero le avisaron que su esposa venía
en camino. Trataron de ocultar a la mujer y la alternativa fue pasarla de una
habitación a otra pero por uno de los balcones, al parecer la estructura estaba
húmeda, y la mujer se resbaló y cayó al precipicio. Derbys dice que esta
historia no está confirmada pero que hay artículos de prensa donde se puede
encontrar el accidente de una mujer que cayó del Humboldt.
Turismo
de interpretación
Estas ocho horas de recorrido es lo que
Derbys llama turismo de interpretación. No en vano, en 2011, el programa educativo
“Rutas Ecopatrimoniales” de Fundhea, fue seleccionado para participar en el
Manual de Buenas Experiencias de Turismo Cultural en Iberoamérica, una iniciativa de la Organización de Estados
Iberoamericanos OEI, IBERTUR- Red de Patrimonio, Turismo y Desarrollo
Sostenible y la Universidad de Barcelona (España). La finalidad de ésta
propuesta es la publicación en diferentes soportes un documento que contenga el
detalle de las experiencias de turismo cultural más representativas que pueden
servir de modelo y de referencia para el desarrollo del turismo social de los
países de la comunidad iberoamericana. Las propuestas son escogidas de diferentes
países teniendo en cuenta los siguientes requisitos: que sean proyectos de
turismo cultural, que sean exitosos y que hayan generado desarrollo en la
comunidad, no solo en términos económicos, sino de desarrollo humano y social[3].
Debo decir que me pareció genial que Derbys
dejará la presentación de los integrantes del grupo para el final del
recorrido. Durante todo el trayecto interactuamos sin importar nuestra
profesión, estatus económico o posición política. Porque un bien más trascendental nos unió en
esta experiencia, el interés por el ecoturismo patrimonial.
Creo que una frase que resume esta
experiencia y otras que he vivido es una que me compartió mi amiga Luisanna, a
través de una imagen de uno de los picos nevados de Mérida con el siguiente
mensaje: “Explorar más que una aventura, es una necesidad”. Siento que esa
premisa es una de las cosas que le dan sentido a mi vida. Porque con cada
recorrido me lleno de conocimiento y aprendo a amar y reencontrarme con este
país y con otros tantos. Y qué bueno tener compañeros de viaje en estas
aventuras.
Pelos y señales:
Si quieres hacer esta ruta solicita la planilla de inscripción al mail fundhea@hotmail.com.
Notas
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