Los
cumpleaños los hacen tu familia, tus amigos, los amigos de tus amigos, tus
novios. Toda la gente que ese día especial se esfuerza para hacerte sentir
amada, porque ellos agradecen tu vida a Dios con cada uno de sus gestos. El 29
de agosto fue mi cumpleaños y este día estuvo lleno de cosas increíbles.
Travesía motorizada
La
mayoría de mis horas cumpleañeras transcurrieron en moto, manejando desde
Caracas hasta Placivel, ubicado en el estado Aragua, en la
vía La Victoria - La Colonia Tovar. Fue
toda una proeza. Atravesamos toda la Autopista Regional del Centro. Al
principio veíamos motos en el otro canal y luego llegó un punto en que
solamente éramos nosotros. Mis brazos se durmieron y casi no podía agarrar a
Alberto. A el se le entumecieron un poco las manos, pero la verdad lo disimuló
muy bien porque siempre me dio seguridad y me enteré por preguntona y ya
estando en nuestro destino.
Al
llegar al peaje de La Victoria rodamos por toda la ciudad buscando los carteles
que dijeran vía Colonia Tovar. Tuvimos que preguntar un par de veces.
Finalmente luego de atravesar la ciudad y pasar por una zona bastante rural, en
las afueras, comenzamos a ascender por la montaña, en una carretera que me
hacía recordar los cortafuegos del Ávila. La vista fue única. A nuestro lado
montañas y más montañas con distintos degradados de verdes y árboles en su
superficie, también algunas terrazas que supongo eran cultivos. Si volteábamos
hacia atrás podíamos ver un hilito de carretera con casitas.
Luego
de una hora y media, aproximadamente a las 9:30 am, llegamos a Placivel, justo
después del puesto de Guardia de Loma Brisa. Estacionamos en la casita de techo
rojo, como nos habían indicado nuestros amigos de Autana, con quienes nos
lanzaríamos en parapente, mi regalo de cumpleaños cortesía de mi querido
Alberto.
Nuestro
vuelo era a las 10am, pero nuestros pilotos aun no estaban en el lugar.
Mientras esperábamos Alberto y yo aprovechamos para hacer algunas fotos, porque
esta casita es un mirador espectacular. Estábamos preocupados porque no
teníamos nada de señal en el celular y nos tocaba esperar, asi que dejamos que
fluyera. Otro asunto que nos tenía un poco inquietos, bueno más a Alberto, era
que teníamos un rayita de gasolina.
Pasadas
las 11am llegaron nuestros pilotos y también un motorizado con su hijo que
resultó ser nuestra salvación. Este ángel nos regaló gasolina, guardamos su
número celular bajo el nombre de Pepe con la promesa de que iríamos a
visitarlo. Cuando le dijimos que nos lanzaríamos en parapente por mi cumpleaños
rió con fuerza y nos dijo que el "ni loco", pero que su hijo quería
que ese fuera su regalo de 18 años.
Mis 28 entre las nubes
Nuestros
pilotos nos llamaron para comenzar a subir la montaña hasta el lugar del vuelo.
Pepe y su pequeño nos acompañaron para vernos volar. El niño iba demasiado
emocionado y yo más porque estaba encantada con la montaña.
Frank,
mi piloto, iba delante de nosotros con una mochila de aproximadamente 35 kilos,
con todo el equipo. Más atrás venía
Igor, el piloto de Alberto, y otras personas que también se lanzarían. Entre
esos Carmen y Jonny, dos muchachos con los que luego nos integramos en el
lugar, porque es inevitable no comenzar a hablar para aplacar un poco los
nervios.
Luego
de subir a una colina comenzamos a descender nuevamente hasta llegar a una
explanada, lugar de nuestro despegue. El hijo de Pepe corría emocionado por el
lugar y Pepe nos daba ánimos. Los dos eran nuestra barra particular. Frank e
Igor comenzaron a extender los parapentes, nos colocamos bloqueador, y luego nos llamaron a Alberto y a mí para montarnos
el equipo.
En Internet leí que el parapente (contracción de paracaídas de pendiente) es un deporte nacido, a fines del siglo XX, por la inventiva de montañeros que querían bajar volando mediante un paracaídas desde las cimas que habían ascendido. Curioso descubrimiento porque lo quería hacer desde hace dos años y últimamente lo que hago es puro montañismo.
Abrí
las piernas, Frank me colocó una especie de mochila con un asiento y me la sujetó
con un arnés. También me puso un casco y comenzó a explicarme: "Cuando te
diga que corra, corres y justo cuando comencemos a volar te metes en el asiento
y te agarras de esta parte", señaló como unas agarraderas que estaban a la
altura de mi cadera.
Yo
sentí que cuando corriera me iba a caer porque los amarres de la mochila
estaban justo debajo de mis rodillas y tenía que subirlos constantemente.
Adelante de mi estaba Alberto. También recibía indicaciones y al mismo tiempo
Igor arreglaba la cámara con las que haría sus tomas.
—¡Corre!—
Frank me agarró desprevenida.
Comencé
a correr con cara de espanto o como
Alberto me dijo luego, muy coloquialmente, cara de "cague", y en
cuestión de segundos ya estaba en el aire, echándome hacia atrás para sentarme,
feliz. Inevitablemente grité, grité muy fuerte un ¡UHHHHHHHH! que rebotó con
las montañas y nos elevó.
Les
puedo hablar de lo que no sentí para poder encontrar palabras que describan
todo lo que pasó por mi mente en ese momento. No sentí un hueco en el estómago
como en las montañas rusas o como cuando uno va a despegar en un avión, tampoco
vértigo o un vacío como si calleras. En cambio sentí libertad, comencé a pensar
en cómo viven las aves y en todo lo maravilloso que ha hecho el hombre para
imitar su comportamiento. De hecho teníamos a varios zamuros en el aire o
reposando en algunas cimas de las montañas.
Sentí
como el viento chocaba con las paredes de la montaña dentro de aquel valle
donde estábamos volando. Frank me contó que tenía 18 años volando, desde los 9,
y que lo máximo que había dejado sin volar desde aquel entonces era un semana:
"Esta es mi vida y no puedo dejar de hacerlo", me conmovió.
Me
mostró los Morros de San Juan, el lago de Valencia, y otros lagos que tal vez
eran las lagunas de Taiguaiguai y Zuata.
Sacó
la camarita y comenzó a hacerme algunas fotos y luego un pequeño video.
"Abre las manos, ahora las piernas, sonríe, relájate, confía en mí que te
puedes soltar y no te pasa nada". Yo estaba un poco renuente a soltar las
manos pero luego lo hice por espacio de unos segundos y saben algo… Fue genial.
Háganlo.
Seguimos
planeando. Frank a veces agitaba un poco el parapente y siempre nos acompañó el
pitido del variómetro o altivario, que luego leí que es un aparato dotado de un
sensor de presión atmosférica, muy sensible, que unido a dispositivos electrónicos
permite al piloto del parapente determinar a qué velocidad vertical se mueve
dentro de la masa de aire. El sonido que yo escuchaba era una alarma acústica,
con un tono de mayor frecuencia para el ascenso y otro para el descenso, y
permite centrar las corrientes térmicas para ganar altura o acelerar para salir
de las descendencias. Yo me asustaba cuando sonaba más fuerte y resulta que ahí
estábamos de maravilla.
Vi
a otros compañeros en sus parapentes y también a Alberto. Del resto me
concentré en aquel momento y luego de unos minutos arriba, quizás 15, comenzó
el miedo.
No
sé si es que tengo un periodo específico para estar en el aire pero quería
bajar ya. Frank me tranquilizó y me motivó a sacar mi cámara y hacer fotos. Me
daba un poco de pánico soltarme pero tuve que hacerlo porque ya mis manos
estaban moradas de tanto apretar la cuerda, en vano, porque Frank tenía todo
bajo control.
No
hicimos piruetas porque podía morir del susto pero si dimos vueltas, vimos todo
el lugar, casitas con piscina y confieso que por algunos segundos entendí
verdaderamente lo que me decía Frank de volar y sentirse vivo. También pensé en
cómo uno se arriesga con estas cosas y en la necesidad de aventura y novedad
que ha caracterizado toda mi vida.
—Cuando
te diga que subas las piernas, lo haces en ese momento— Frank me preparaba para
el descenso.
—Yo
pensaba que nos íbamos a caer de una.
—Ni
lo vas a sentir, vamos a caer sentados, en aquella loma—Frank señaló un costado
de la montaña, a escasos metros de nuestro despegue.
Y
luego de un par de intentos, porque el viendo no nos dejaba, descendimos
lentamente y rozamos la grama. Yo estaba más que relajada. Caminé hacia
adelante con el peso de mi silla aérea. Y nos reunimos con Carmen y Jonny que
también volarían. Alberto no estaba por ningún lado y me preocupé un poco.
Carmen
despegó. Y Jonny y yo nos quedamos esperando. Luego de unos minutos Frank nos
gritó desde los cielos que fuésemos a la casa porque Alberto y los demás
despegarían desde allá por la dirección de viento. Si, escuchamos todo eso
desde el aire. También les puedo decir que no hablen de nada comprometedor
mientras estén entre las nubes porque los terrestres lo escucharemos todo.
Desde tierra firme
Alberto
e Igor estaban en la rampa verde, justo debajo de la casa. El viento dio su
permiso y volaron, volaron muy alto, en este su segundo intento. Me senté en la
tierra y me deleité con lo bello que también se ven los parapentes de este ángulo.
La
gente en el balcón daba palabras de aliento o chalequeaba desafiando el valor
de los aspirantes a volar.
El
parapente de Alberto se veía imponente en los cielos y pronto desapareció
detrás de la montaña que caminamos para nuestro primer despegue. Pasada media
hora o un poco menos regresaron, pero no por el mismo lugar. Así que Alberto
apareció arriba en la casa.
Me
tomé mi foto con Frank y nos despedimos para seguir con mi cumpleaños. Señores
volar es una de las cosas que hay que hacer en esta vida.
Comer, otro placer
cumpleañero
Continuamos
hasta la Colonia Tovar y mucho antes de llegar a El Junquito nos paramos en un
negocio en plena carretera, donde nunca habíamos comido antes, y almorzamos una
deliciosa cachapa con cochino frito.
Tomar
este riesgo nos trajo buenos resultados porque la comida estuvo muy rica, especialmente
los juguitos de durazno que parecían compota por lo espeso. Y para que fuese aun más perfecto seguimos
rodando hasta Los Golfeados El Rey, todo un emblema porque están desde 1945 en
este negocio. Me sorprendió la remodelación del lugar porque tenía tiempo sin
ir. Quedó muy bonito y confortable, y los golfeados con queso encima siguen
jugosos y deliciosos. Acompañados con un café con leche fue la gloria.
Ya
en Caracas me dolían un poco las nalgas de estar tantas horas sentada/ rodando,
pero me faltaba algo por hacer y que sin duda amo demasiado: bailar. Aquí comenzó
otra aventura, la citadina, porque elegí Tequilibrio y había una cola muy larga
y no pudimos entrar. Luego fuimos a La Patana y ya eran las 11pm, cierra a las
12am y no había donde estacionar. Finalmente, por sugerencia de Alberto, llegamos a Little Rock Café. Lo
mejor de esta parte del día fue la gente que estuvo: mis amigos esenciales.
Gracias a la vida que
me ha dado tanto
El
cumpleaños te sirve para darte cuenta también quiénes han estado presentes a lo
largo de toda tu vida y luego cuando echas números te das cuenta que son muchos
años. Este día estuvieron presentes mis dos amigas/hermanas de la infancia
Naibelys e Inair, con quienes he compartido muchísimo. Nos conocemos prácticamente
desde que teníamos ocho años de edad.
También
fueron dos amigas de la universidad, otra etapa de la vida muy importante, y
con quienes he permanecido en contacto y compartido, no solo desde la carrera, en
el caso de Lorena, sino también muchas actividades extracátedra, como con
Luisanna.
A
ellos se añadieron sus amigos, novios, hermanas, y Papelón con el que siempre
coincido en mis cumpleaños, porque el mundo es una caraota. Como no mencionar a
Pedro y el primo Carlos, quienes a pesar de que no nos pudieron acompañar
debido a la discriminación que existe en algunos lugares de Caracas, entre
estos Tequilibrio donde hasta el tipo de calzado cuenta para entrar, estuvieron
ahí hasta que yo llegara para felicitarme. Y por supuesto a mi novio Alberto
que todo el día estuvo conmigo en pie de lucha con toda esta aventura. Gracias
por compartir mi ritmo.
En
Little Rock Café bailamos, conversamos, reímos, compartimos birras y cantamos
cumpleaños con una rica torta de chocolate y fresas que me regaló mi amiga
Inair. Si no hubiese sido por ella este día habría sido incompleto tanto por su
presencia como por el pastel, ya que yo estuve resistente a planificar y a
comprarme torta porque este año quería que me consintieran y no mover ni un
dedo. Por eso también los que fueron realmente son valiosos ya que avisé como
tres horas antes.
Acompañaron
mi día mensajes de texto, llamadas, inbox en Facebook y mi muro cargado de
buenas energías, de aquellos que no pudieron estar físicamente pero lo hicieron
virtualmente logrando meterse en mi mente, porque a medida que leía una
felicitación recordaba algún momento, anécdota o actividad en que conocí a esa
persona especial que ahora es parte de mi historia de vida, valioso lugar.
Estos
28 también resultaron ser increíbles por increíblemente nadie cree mi edad y
aun necesito mostrar mi cédula en cualquier local, cines (dependiendo de la
película), incluso en aeropuertos me han solicitado el permiso de mis padres
para viajar.
Increíbles
porque cuento con gente que me ama y ese día también recibí el mejor piropo de
toda mi vida cuando mi querida María José Álvarez me dijo: “Keep strong en la
construcción de este mundo que soñamos,
no es fácil pero ciertamente eres importante e inspiradora para muchas personas”.
La
verdad no había pensado en que yo fuese inspiradora para los demás y le dije
que ojalá tuviera ese don para arreglar un poquito este mundo antes de que
muriera, a lo que ella me respondió: “Lo tenés boluda. Para salvar el mundo te
tenemos que hacer masivaaa”. No pude más que reír y pensar: tremenda responsabilidad.
Masiva, me repetí. Menos mal que me quedan más años por vivir.
Aquí algunas felicitaciones que me robaron el aliento...
Hoy
el cielo amanece acompañado de un sol radiante, que deslumbrar e ilumina hasta
lo más profundo de mi alma. Me pregunto: Por qué tanta alegría? Por qué tanta
luz? Qué cosa especial hay hoy? Y sigo mi jornada. Sigo examinando mi alma por
el motivo que me hace regocijarme y encuentro en mi corazón, ahí donde solo
entran personas especiales, la celebración del aniversario de una persona
pequeña de tamaño, de un corazón tan grande que irradia a muchos casi como el
sol, de una sonrisa tierna, soñadora, en ocasiones, un poco ingenua como un
niño y sobre todo profunda y amante de las personas más vulnerables. El motivo de mi gran felicidad, es gracia a que me siento parte de tu vida y
porque he podido disfrutar de esos rayitos de luz que inundan el ser de quién
se acerca a ti. Al hacer consciente todo
esto, hago una profunda reverencia a tu vida y le agradezco a Papá Dios por
ella. Le agradezco por todo lo que me ha dado a través de ti y de tu amistad.
Agradezco tu cariño, tu cercanía y tu confianza. Por eso, hoy y todos los días
le pido que te llene de alegrías, felicidad, profundidad de espíritu,
confianza, sabiduría y, sobre todo, de su amor para que puedas seguir dándote y
sintiéndote amada. Feliz cumpleaños mi amiga y hermana, Dios te bendiga. Te
quiero mucho y un gran abrazo lleno del calor humano y alegría africana.
(Marcos Castañeda, s.j.)
Querida
Vitti, Dios te bendiga y te siga dando alas en la vida para volar tras de tus
sueños, que te siga dando profundidad para que sigas descubriendo que es en las
entrañas de la realidad y del corazón humano donde se encuentra el sagrado
misterio de la sabiduría. Que Dios te bendiga para que seas siempre una
periodista al servicio de las causas más nobles. Gracias por tu amistad, amiga,
hermana, hija, compañera... Gracia por el don de tu vida. Ya brindaremos con un
café!
Querida
Vitti. Mi silencio ante el misterio hermoso del don de tu vida. Hoy, elevo mi
oración a Dios, con mi corazón poblado de ti, para que el Señor te siga
bendiciendo cada día y crezcan tus alas y tu pasión por la vida y las causas
nobles. Que tu imaginación, cual volcán, estalle en palabras de luz, y, nos
siga descubriendo la belleza de saber nombrar y crear con la palabra. Gracias
por tu presencia! (Alfredo Infante, s.j.)
Mini a la gente q me ha hecho reflexionar y se convierten en gente de vida no suelo escribirle en su fb, no tengo tu cel me encantaría conversar. ... no es mucho lo q hemos conversado pero tus escritos me han acompañado... un mega abrazo, que diosito te siga regalando ese don de escritura y sigas acompanando a muchos en decisiones... a ver si nos vemos aquí en Caracas... otro mega abrazo. (Maribel Mejía)
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