jueves, 24 de septiembre de 2015

La hermana Zaida Pérez

La hermana Zaida Pérez tiene 10 años viviendo en Kavanayén, una comunidad al sur del estado Bolívar donde viven los indígenas de la etnia pemón. Trabaja en el internado de las niñas y apoya como docente en la escuela de la comunidad. Ahí está junto a un sacerdote capuchino y tres hermanas franciscanas más. El 7 de septiembre estuvo en el Centro Gumilla y el padre Trigo me la presentó.

Ella me contó que el año pasado entró con más fuerza la minería en Kavanayén por lo que muchas veces la hermana confiesa no saber cómo abordar esta realidad, cómo evangelizar a esta gente que de cierta manera consigue una manera de subsistir en estas minas. También conversamos sobre la necesidad de personal tanto laico como misionero en las comunidades en el Vicariato del Caroní conformado por: Santa Elena de Uairén, Kamarata, Urimán, Canaima, Wonkén y Kavanayén. Justo ahora el padre de Canaima apoya en Urimán y Kamarata. En la comunidad de Wonkén va a veces monseñor Felipe desde Santa Elena de Uairén o el padre Jesús que está en La Línea, Brasil. Dice que ya los profesores no quieren ir a Wonkén, un pasaje aéreo desde Santa Elena cuesta 20 mil bolívares y obviamente su salario no les da para salir del lugar (en la mina ganan hasta 50 mil bolívares semanales).

Entiendo que la evangelización debe ser integral, y para ello es preciso un conocimiento profundo de la palabra de Dios con un enfoque de justicia social y DDHH. Pero en estas realidades ¿cómo podemos aterrizar el evangelio? Entiendo que los pemones pueden perder parte de su identidad como etnia al desbocarse con la minería, al dejar de ser sujetos, ya varias personas me han contado todos los problemas sociales que esta actividad genera: deserción escolar, ausentismo de los docentes, falta de atención de los padres, embarazos adolescentes, violencia. Porque todo empieza a girar en torno a la mina, incluso el precio de la comida.

Afortunadamente muchos pemones han denunciado los estragos que está generando la minería en sus ambientes, ya en junio conversamos con Domingo Castro, indígena del pueblo pemón kamakoto, sobre por qué tomaron la decisión de cerrar la pista en el aeropuerto de Canaima, estado Bolívar.

Sin embargo hay un grupo que sigue practicando la minería y yo me pregunto: ¿Cómo puedo hacer resistencia ante una realidad tan hostil? ¿Cuánto necesito para vivir dignamente? ¿Puedo dedicarle a la mina una mañana y el resto del día hacer mis actividades? ¿Puedo ser cociente que si lo hago a gran escala genero daño al ambiente e incluso a mi comunidad? ¿Por qué ya no quiero o no me da tiempo de sembrar? ¿Me da más estatus comprar casabe que hacerlo yo mismo? ¿Por qué voy dejando de ser lo que soy cuando me dedico completamente a la minería? ¿En qué punto dejo de ser sujeto? Simplemente me sigo preguntando antes de volver para tratar de obtener las respuestas.

 

2 comentarios:

Alejandro Álvarez Iragorry dijo...

Hola Minerva, muy interesante tu blog y esta entrada. La preocupación por el avance de la minería ilegal es generalizado entre las distintas comunidades indígenas. Me gustaría enviarte una información si puedes envíame un correo. Mi nombre es Alejandro Álvarez (www.forotuqueque.blogspot.com) nos vimos en el IESA en el Foro sobre deforestación en la amazonía y tomaste mi correo.

Minerva Vitti dijo...

Hola Alejandro. Un gusto que hayas pasado por acá y que te haya gustado la entrada.Ya te envié mi correo por mensaje privado en Twitter. En la revista SIC del Centro Gumilla hay otros artículos que he ido publicando sobre nuestros hermanos indígenas. Acá el linK: http://revistasic.gumilla.org/?s=minerva+vitti