Sentada frente a una pared en zazen.
Dejo que los pensamientos pasen como nubes en el cielo. Pasa una, pasa otra, se
deforman, se aplanan, se acumulan. No me detengo en ninguno. No me aferro a
ninguno. Diez minutos después mi pierna derecha deja de existir, es un pedazo
de carne sin tonicidad, la sangre ha dejado de fluir. Me asusto. Van cuatro
domingos así. ¿Qué hago yo aquí?
Vuelvo al momento presente. Me
concentro en la respiración. Sudo mis escaras.
Me veo en
mi propia naturaleza. Agotada. Triste. Rafaela, Mayell, José… Abuela, feminicidio,
asesinato de otro indígena pemón... Me vuelve a patear la realidad. Me
aterroriza la cultura de muerte que se sigue instaurando.
Vuelvo al momento presente. Me
concentro en la respiración. Sudo mis escaras.
La pierna
sigue dormida. Septiembre. Horas de cola para comprar un
ticket, para que un miliciano, un viejito que puede ser tu abuelo, te reciba el
boleto con una sonrisa, lo rasgue en dos, y lo eche en un pote de plástico.
Ahora puedes pasar por el mismo torniquete dañado que usaste durante un año sin
pagar. Septiembre. “Tiene edemas por desnutrición”. Septiembre. Berta Cáceres me mira todo el día. Está detrás de mi computadora. Septiembre.
Septiembre. Ahora si me fui con los pensamientos.
Vuelvo al
momento presente. Me concentro en la respiración. Sudo mis escaras. Destellos
de oscuridad hacen que los ojos descansen de tanta luz. Para encontrar es
necesario perder. Perder. Estoy vacía y el polvo no puede posarse en mí. Ahora
sé por qué estoy aquí.
.
Bienvenidos al vuelo 2950 con destino
a la ciudad de Caracas.
Ponerse primero la máscara de oxígeno
antes de asistir a otro.
.
.
.
La falta de oxígeno en la sangre, hace
que nuestra capacidad de reaccionar y usar el juicio sano disminuya
significativamente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario