I
Llegamos
a ti por tierra. Sorteamos tres bombas de gasolina, vimos un camión cava repleto
de bidones, “quédese calladita, póngase en un ladito y espere, sino no le van a
echar”, le dijeron a nuestra compañera. Seguimos por la carretera agujereada,
cansada de esperar. Nos montamos en la gabarra con la oscuridad sobre nuestras
cabezas, mientras una parte del cielo se rasgaba amenazante iluminando las
ondulaciones frenéticas del Orinoco. Si Venezuela fuera un rompecabezas, tu,
Amazonas, estarías despegada por esa anchura líquida, agua paterna. Tú eres la
pieza que no termina de cuajar, no porque no cuadres, sino porque te olvidan.
II
El
domingo un tiroteo: enfrentamiento entre grupos armados irregulares y guardia
nacional bolivariana. Tres muertos, diez heridos, varios prisioneros. ¿Quién
cuenta el llanto del niño? ¿Quién cuenta el desplazamiento de las familias por
miedo, a los chinos metiéndose hasta los tuétanos, los operativos militares en
desarrollo, que se robaron el ataúd de uno de los guardias asesinados (“es que
estamos en crisis y la gente recicla”), que la primera vez que los indígenas
denunciaron la presencia de estos grupos fue en 2013?
III
El
cielo amazonense nos guía a Cacurí. A la justicia le tuercen el cuello, pero los
yekuanas insisten, resisten, caminan y navegan horas, se reúnen. Es derecho la
esperanza. Van a lo importante: la jurisdicción especial indígena. Conforman su
tribunal. Protegen su territorio, nuestro territorio.
Conocemos
al sabio más antiguo que nos sumerge en los tiempos de Wanadi, Kuyujani, Kuyunu.
No hay luz, pero los yekuanas trabajan hasta bien tarde, se iluminan con sus
linternas. Afuera del Öttö: el cielo cargado de estrellas fugaces, el río Ventuari
que baña y da de beber, los cocuyos sobre la hierba, la mujer que arranca al
alba para preparar el casabe, los niños que ríen y juegan. Son cuatro días y
hacen falta años aquí, en esta tierra que pare. El espíritu del hermano Korta
vuela a sus anchas por todo Cacurí y se encarna en las palabras.
̶
Esta es caraña para la protección ̶ la mujer me pinta la cara. Cherry me regala
una bolsa inmensa de mañoco y la muchachera nos despide.
No
me olvido.
IV
Puerto
Ayacucho. Siguen los operativos militares. También ocurre el I Encuentro de
indígenas en contexto urbano, impulsado por la Oficina de DDHH del Vicariato de
Puerto Ayacucho. La gente se encuentra en una churuata nueva. Rememora sus
orígenes. Comparte la soledad de sentirse solos. Se acompañan.
Antes
un reencuentro con Lisa, y en ella todas las mujeres del pueblo huottöja.
Nuestras almas se alegran… se entristecen.
V
Conversatorio
sobre extractivismo. Yo que presento y los indígenas que me enseñan más con la
densidad de sus intervenciones. Guillermo habla y la tierra se rompe desde
adentro: “Se están haciendo consultas a las comunidades para aprobar la
explotación minera”. En el salón se oye una sonora indigna: “Abrieron una
oficina del Arco Minero del Orinoco en Puerto Ayacucho”. En Amazonas está
prohibida la minería.
VI
Amazonas.
Garganta uterina. Descubro mi pecho derecho de guerrera, no lo corto. Soy
mujer, no varón. Rompo el mito. El cuidado también es lucha. Femenino. Danzo en
círculos. La mujer rodea mi cuello con un collar. “Esta es caraña para la protección”,
la mujer me pinta la cara. Y mientras
escribo agradezco. Porque aquí en Kajushawa las cosas van mal.
.
.
.
Amazonas: profundización del extractivismo, disputas
territoriales, y conflictos
El siguiente artículo analiza las causas estructurales de lo
que está pasando en el estado Amazonas, un territorio donde sus habitantes
enfrentan la profundización del extractivismo, a través del Arco Minero del
Orinoco, la presencia de grupos armados irregulares, la corrupción, la minería,
y la violación de los derechos de los pueblos y comunidades indígenas:
http://revistasic.gumilla.org/2018/amazonas-profundizacion-del-extractivismo-disputas-territoriales-y-conflictos/
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