lunes, 7 de julio de 2014

Ruta #3.1: Cota Mil extrema

Hace una semana les conté mi experiencia haciendo la ruta del cortafuegos. Este domingo decidí llevarme a mi amiga Luisanna para que la conociera. También quedó fascinada, pero por alguna extraña razón cuando las dos estamos juntas alguna situación extrema sucede.
Nos embelesamos con las vistas y disfrutando la caminata, y cuando ya estábamos de regreso desde Loma de Viento a Chacaito nos dimos cuenta que era tarde. A mitad de camino ya hacían las 12:40pm... Y la preocupación comenzó a aflorar: "La Cota Mil abre a la 1pm".
Para los que no saben esta autopista, cuyo nombre formal es Avenida Boyacá,  la cierran todos los domingos para que la gente haga ejercicio, lleve a sus mascotas, patine, monte bicicleta o cualquier otra actividad que quiera realizar. 
El detalle está en que nuestro regreso sería justamente desde el acceso de Chacaito hasta el de Sabasnieves (Altamira), por la Cota Mil, un trayecto de aproximadamente 15 minutos.
Cuando llegamos al guardaparques de Chacaito tenía que mostrarle la virgen dorada a Luisanna y ahi, desde lo alto, vimos materializados los sonidos que veníamos escuchando mientras caminábamos: carros pasando por la autopista. "¡Co...! Y ahora cómo llegamos".
Muchas ideas pasaron por nuestra mente: caminar nuevamente hasta Loma de Viento, como 6 kilómetros más (estábamos reventadas); esperar que alguna persona estuviera en la misma situación que nosotras (la espera desesperaba) y la menos atractiva: caminar por la Cota Mil con carros y todo. 
Yo me senté en todo el medio del camino empedrado del cortafuegos, entregada al cansancio (tres horas caminando). Mientras Luisanna avanzó para explorar el área. Y el leitmotiv: "Somos demasiado locas. Por qué siempre nos pasa una vaina de estas?", bla bla bla...
Desde abajo Luisanna comenzó a hacerme una seña para que volteara y ahí estaban, tres personas en la misma situación que nosotras. Decidimos seguirlos. Luego también apareció un señor y le tuvimos que preguntar. En realidad no estábamos muy seguras del otro grupo.
—Bueno yo la cruzo corriendo, eso si, tienen que ser muy pacientes— nos dijo el señor con toda la naturalidad del mundo.
Luisanna y yo nos miramos. De verdad que no íbamos a hacer eso. Una cosa es ser atleta en la montaña y otra ser atleta suicida. Pienso que el señor descifró nuestras caras y comenzó a darnos otras alternativas. La solución fue bajar por un montazal  que está a uno de los lados de cortafuegos. Al final de este nos encontramos a unos militares y pensamos que nos detendrían: "Actuemos con naturalidad". "No los veas a la cara". "¡Vamos! Segura de ti misma" (risas nerviosas). Todas esta frases motivadoras para que los verdes ni se inmutaran. 
Cuando llegamos al borde de la autopista nos encontramos al trío que habíamos esquivado antes. Terminamos detrás de ellos, caminando por todo el hombrillo, rosadas por las ráfagas de vientos que hacían los carros al pasar. Seguimos por el distribuidor de La Castellana. Respirando profundo para controlar el vértigo y la adrenalina, más por la emoción culposa de la infracción.
Entramos a la urbanización La Castellana y no habían pasado ni cinco minutos cuando apareció el bus de la gloria. Finalmente estábamos sentadas, impactadas y rumbo a nuestras casas. 




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