lunes, 20 de abril de 2015

Los indígenas a escena

Cuando leí la sinopsis de Itekaton muruntö yukpa, tanon toron quedé enganchada: “Es una obra ambientada en la selva de Imataca, original del pueblo pemón. Se presentará con un escenario muy básico: un teatrino hecho de lona y unos títeres representando a Sabino, al morrocoy y al águila harpía, donde ellos dialogarán con el público presente sobre el tema de la depredación y la destrucción de la selva y sus seres vivos y como todos podemos colaborar para impedir tal destrucción de la naturaleza y de las etnias que habitan en nuestro territorio”. Sin embargo lo que vimos esa noche del sábado 19 de abril no se parecía para nada al teatro habitual.
Ya estaba incómoda porque entrando uno de los jóvenes de logística nos dijo que los puestos eran por orden de llegada y no el que estaba asignado en el boleto. Respiré profundo. De pronto comenzamos a escuchar: “Tomen los puestos reservados, tomen los puestos reservados”, y otra tanda de cosas que no alcancé a entender. Corrimos hacia esas butacas, justo donde debíamos estar sentados de acuerdo a la numeración de nuestras entradas.
Resultó que la persona que gritaba era uno de los personajes de la obra, un hombre con una bata blanca y una máscara. No sé si era parte del espectáculo o no pero ya estábamos ahí. Y empezó la obra: Un títere del águila harpía explicaba que era el ave más grande del Hemisferio Occidental y del Hemisferio Austral, solo sus alas extendidas podían medir dos metros. Pero también contaba cómo la depredación de su hábitat la ha dejado sin alimentos. Luego apareció el morrocoy, un animal muy utilizado para elaborar un plato gastronómico en Semana Santa, para también hacer sus demandas. Después una pareja de ancianos pemones cantaron en su lengua y se desplazaron por toda la sala.  
Admito que no podía quitar de mi mente lo que sabía de montaje de una obra y constantemente detallaba algunas falencias técnicas como la imprecisión con la que entrada la luz a escena, los murmullos de alguno de los personajes que no estaba actuando, repotenciados porque tenía un micrófono, o la administración del espacio.
En ese momento el personaje principal llamó a un compañero que ese mismo día había llegado de La Guajira y comenzó a hablar sobre la problemática del carbón en la Sierra de Perijá y los nuevos proyectos energéticos que estaban realizando en esa zona.
Paré mis críticas mentales y entendí que esto no era una obra de teatro sino que era totalmente real. Aquellos indígenas nos habían venido a contar su realidad.
Luego entró al escenario un capitán warao junto con los dos ancianos que habían cantado. Contó que se había desplazado del bajo delta, en Delta Amacuro,  a Las Galderas, una comunidad ubicada entre el kilómetro 55 y 56 de la autopista Puerto Ordaz- Ciudad Bolívar en una de las riberas del río Orinoco. En este lugar tenían muchos problemas, especialmente porque no contaban con una embarcación para desplazarse, y denunció que lo estaban persiguiendo para matarlo: “Miren yo no soy gordo, ni rubio, yo soy indio”. En cuanto terminó su intervención entró nuevamente el personaje principal de la obra, está vez vestido de doctor: “Me gradué en Massachusetts y he venido a decirles cómo se deben alimentar”. Sacó un pedazo de tela y comenzó a leer: Azúcar refinada, sal, harinas y “Coca-Coooolaaa”. Una burla total al sistema. Ya al inicio de la obra había criticado la forma de alimentación de los no indígenas, esa vez vestido con guayuco: “Ustedes comen pollo congelado no saben que tiene plumas y cómo camina, comen cochino congelado, todo congelado”.
En otro momento de la obra también apareció un títere del cacique Sabino Romero, asesinato el 3 de marzo de 2013. Un indígena que saltó a la palestra pública porque se dedicó a recuperar por la fuerza las tierras que no habían sido demarcadas en la Sierra de Perijá. Su modo de proceder le trajo gran cantidad de enemigos y actualmente está abierto un juicio contra uno de los supuestos implicados en el asesinato.
Minutos antes de que terminara la obra entró a escena otro personaje que se presentó como “periodista de CNN”, prendieron todas las luces, comenzó a entrevistar al público, y lo que ya no era una obra de teatro sino la vida se convirtió en una gran asamblea.
Esa noche si alguien no sabía lo que estaba pasando con algunos de los pueblos indígenas de Venezuela se enteró, aunque muy por encima, de la situación, pero también es importante conocer por qué estructuralmente nuestros indígenas están así, si precisamente tienen un Capitulo VIII de la Constitución dedicados a ellos, si en total tienen 52 leyes que reivindican indirectamente sus derechos y 6 instrumentos que los benefician directamente.

 



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