No
crean que no he subido a mi montaña. Al contrario, transitar sus caminos me ha
brindado toda la paz que necesito por estos días de cambios. Sus verdes
vibrantes, sus amaneceres y atardeceres me fortalecen y llenan de vitalidad para
continuar investigando sobre esas realidades invisibles para muchos. Ya casi
finalizo mi curso de baja y media montaña y no puedo más que agradecer. El fin
de semana del 14 y 15 de noviembre acampamos en el Pico Naiguatá y al día
siguiente recorrimos toda la Fila Maestra: La Julia – Mirador El Edén – Dos
Banderas –Topo Göering – El Cruce – Anfiteatro – Pico Naiguatá – Fila Maestra –
Lagunazo – Hotel Humboldt. Aún estoy contando los kilómetros y lo simbólico que
fue hacer esta travesía, especialmente la Fila Maestra y llegar a nuestro punto
final con la luz del día. El domingo pasado hicimos una ruta muy exigente,
nuestro tercer chequeo físico: Cachimbo – Piedra del Indio – Cabeza de Elefante
– Cruz de los Palmeros–Pico Oriental – La Silla – Sabas Nieves. Un recorrido de
12 kilómetros con una altura máxima de 2640 msnm, que es lo que mide el Pico
Oriental, y se puede hacer en 8 horas. El chequeo era hasta la Cruz de los
Palmeros con un tiempo máximo de 3 horas 30 minutos y yo hice 3 horas. Ayer nos fuimos a correr a la playa: Camurí
chico (Macuto) – Playa Caribito- Camurí chico. Fueron 7 (calurosos) kilómetros donde pudimos
medir nuestra resistencia, soportando el vaporón y los latigazos solares.
Afortunadamente siempre el señor Caribe con su brisa marina está ahí para
darnos una palmadita. Y el día más
importante de todos fue el martes, ya que me fui a mi segundo encendido de la
Cruz del Ávila a pedir mi deseo. Muchas rutas por escribir para compartir con
ustedes, muchas cimas espirituales para conquistar, porque durante estas
semanas he aprendido más que nunca que “cuando vas a subir al monte preparas tu
cuerpo y las cosas que vas a llevar, eligiendo las que quieres cargar y las que
dejas porque no necesitas, subes con lo necesario”.
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