domingo, 23 de junio de 2019

Mayo



Día 1. Cierro los ojos y entro a la cámara de tortura: mi mente. Me siento cansada, respiro intentando hacer anapana (atención a la respiración) y me hundo en un mar sin oxígeno. Mi cabeza se balancea de un lado a otro. No sé si duermo o ya estoy ahogada. Es un entrar y salir del cuerpo, recuperar la carne con un pequeño brinco. Apenas es el primer día y serán diez: levantarse con el primer gong a las cuatro de la mañana, meditar casi once horas diarias, desayunar a las seis y media, almorzar a las once, merendar a las cinco, acostarse a las nueve y media. Todo vegano, todo en noble silencio, todo en una completa segregación de sexos.

Acepté los cinco preceptos que se nos piden para estar aquí: abstenerme de matar cualquier ser vivo, abstenerme de robar, abstenerme de una conducta sexual inadecuada, abstenerme de mentir, abstenerme de todo tipo de intoxicantes.

Cuando bajo a las comidas me detengo ante un laguito con lirios dibujados en el agua. Ellos se cierran en algún momento del día y se sumergen al morir, como en uno de los tantos espectáculos leves de la vida. Alrededor los colibríes se alimentan de las aves del paraíso, los roedores de monte corren entre  las ramas y los peces dan saltos certeros para devorar a los insectos. Estamos en un centro de meditación Vipassana, bajo las instrucciones de S. N. Goenka (1924-2013), que fue un hombre que quiso difundir, sin sectarismo, la técnica que posiblemente practicó Siddharta Gautama (Budda) para llegar a la extinción del sufrimiento en sí mismo.

Día 2. Sigo ahogada. Mi mente se domina sola. Yo que cierro los ojos y ella que prende la bacanal de los recuerdos. Pensamientos tan guardados que ya los daba por olvidados. Goenka nos habla (a través de grabaciones) y nuestra profesora, piernas cruzadas, ojos cerrados, espalda erguida, cabeza levantada, sonrisa plena, no mueve ni una pestaña. ¿Yo? Ya abrí los ojos que no podía abrir, me rasqué veinte veces, moví la pierna, me cambié de postura otras cinco. El silencio es lo que me cuesta menos, de la boca para afuera, porque adentro ya me canso de escucharme. Me quiero largar.

Día 3. Seguimos con la técnica de anapana, es decir calmar la mente a través de la observación de la respiración natural. Concentrarse en el aire que entra por cada una de las ventanas de la nariz. Ya casi no me duermo sentada. Goenka nos dice que los diez días están dedicados a ejercitarse en tres adiestramientos: moralidad (sila), concentración y dominio de la mente (samadhi), y sabiduría, o visión cabal que purifica la mente (pañña). Siguen doliendo las rodillas y la espalda por tantas horas en la misma postura.

Día 4. Comenzamos la técnica de Vipassana (ver las cosas tal cual son). Me hago consciente de las sensaciones en mi cuerpo. Se supone que si experimentamos sensaciones bruscas o sutiles debemos ser ecuánimes. Solo observar, no reaccionar (como si fuera tan fácil Goenka) Empiezo anapana, solo unos minutos para ver si los pensamientos se detienen y puedo estar en el presente. Pero ya voy: escribiré un cuento sobre una escritora que solo vivía entre el pasado y el futuro… (Increíble, no puedo aguantar ni un minuto sin pensar) Una hora sentada sobre mi cuerpo: “desde la punta de los dedos de los pies hasta la cima de la cabeza” (una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez). Me recorro completa. (“Trabajad con diligencia”, dice Goenka. Tal vez falta media hora para terminar la meditación, le contesto) Ya mi sien es un lamento. Los sankaras (dolores, bloqueos, molestias, representaciones físicas del karma) desembocan en mis rodillas, crujo de dolor. (“Observad”, dice Goenka) Observo en vano (debo cambiar de postura, debo cambiar de postura, debo cambiar de postura) Cambio de postura.

Día 5. Me enamoro de todo lo que gime. Mi útero envuelto en aguas tibias se derrama. Por minutos se me olvida la ecuanimidad (¡Qué bien hacer el recorrido por mi cuerpo sin dolor!). Paseo con el deseo. Me apego a todas las vibraciones que ocurren en mi cuerpo (“ser ecuánime, aprender a ser ecuánime (upekkha), sin esperar nada, sin engancharse a nada, sin rechazar nada”, dice Goenka) Ajá Goenka, ¿cómo voy a ser ecuánime cuando mis rodillas y mi espalda duelen?

Día 6. Me compadezco, dejo de ser dura conmigo (con Goenka) y Vipassana comienza a ocurrir. Trato de no alegrarme cuando puedo hacer el recorrido por las sensaciones de mi cuerpo. Trato de no molestarme cuando las rodillas comienzan a doler. Trato de comprender que todo cuanto me sucede es impermanente. Poco a poco la tranquilidad y las vibraciones me recorren (Ahhh, de esto se trataba Goenka…) Me hundo en el Ganges del Vipassana.

Día 7. Me siento sobre mi miedo. Mi cerebro escupe pensamientos. Son tantos, tan variados, tan tristes, tan intensos que al final de la tarde creo que estoy en la mente de un enfermo mental (me quiero ir, definitivamente me quiero ir). Quiero salir corriendo. Necesito leer, escribir. No puedo (de hecho entregué mis lápices, libretas y libros el primer día). Leo los envases de los productos de higiene “cloro”, leo la cartelera “horario”, el cartel que dice “límite del curso”. Escribo en mi cabeza un poema y un artículo: “Arraigo te fuiste apenas salí disparada del vientre materno…”. “Cierro los ojos y entro a la cámara de tortura: mi mente…” (“anicca, anicca, anicca. La naturaleza de todas las cosas es impermanente, surgen y cesan, nacen y mueren. Lo mismo ocurre con las emociones, los pensamientos”, dice Goenka. ¡Basta Goenka!)

Día 8 y 9. Recorro mi cuerpo con la mente en calma “desde la punta de los dedos de los pies hasta la cima de la cabeza”. Lo hago muchas veces. Todo en un surgir y cesar continuo. No rechazo ni me apego tanto. Mis piernas se duermen y observo. Mi mente se desconcentra y observo. Siempre tratando de volver a recorrerme desde la punta de los dedos de los pies hasta la cima de la cabeza”. Me es muy difícil hacerlo de forma simultánea en algunas partes del cuerpo. Siempre tengo algún bloqueo.

Día 10. Me siento sobre mi miedo en la oscuridad. Empezamos el último día de noble silencio. Con las primeras luces, unos insectos que suenan como maraquitas empiezan su concierto (como todos los días). La melodía se une a los cantos en pali de Goenka (como todos los días). Permanecemos sentados, con los ojos cerrados, conscientes de nuestras sensaciones. Con el gong desayuno. Con el gong regreso a la sala de meditación. Transcurre una hora. “Sean felices”, nos dice nuestra profesora de Vipassana. Son las 9am y ha terminado el noble silencio.

Yo no puedo abrir los ojos, todo mi cuerpo vibra, comienzo a llorar. Transcurren unos minutos y cuando finalmente salgo del ensueño profundo en el salón solo quedan tres personas.

—Minerva, si escribes sobre esto me gustaría leerlo—me dice Adriana.

Son las primeras palabras que escucho de una compañera de Vipassana tras 10 largos días de noble silencio. Sonrío, me seco las lágrimas y vuelvo a cerrar los ojos. Al cabo de un rato, me levanto, en silencio. Ya no queda nadie más en el salón. Todos están hablando afuera. Me voy directo al cuarto, en silencio. (No puedo hablar, se me acabaron las palabras, déjenme estar vacía) Me doy un baño largo con agua caliente, en silencio: lavo mis escombros.

Bajo a almorzar y escucho. Segundos después rompo el silencio, pero solo me dura unos minutos. Quiero volver a estar sola.

***

Es noche de luna llena y todas las mujeres nos vamos al patio, tendemos unas mantas y transcurren las horas contando y escuchando historias únicas, maravillosas. Seguro así fue en Las mil y una noches. En el laguito ya no quedan lirios de agua, solo luciérnagas que levitan como destellos en las sombras. Estoy en un nido de mujeres, sanando, riendo, soñando. Fusionando mis restos con el despertar. No aprendemos Vipassana para hacernos budistas, sino para comprendernos como humanos, tomamos lo bueno y dejamos lo que no nos gusta.

Anicca, anicca, anicca… cambio, cambio, cambio.

Vuelvo a casa.

Todavía mi viaje no termina.
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*Este es el diario de mi primera experiencia en un retiro de diez días en el Centro de meditación Vipassana - Dhamma Venuvana, ubicado en el estado Aragua, Venezuela. La experiencia la realicé desde el 7 hasta el 18 de mayo de 2019. También es mi #Mensuario correspondiente a mayo.




1 comentario:

Soraya Reyes dijo...

Leyendo, regresé a la sala de meditación, emociones parecidas,las mismas ganas de salir corriendo jeje, disfruté tu sincero relato, mi hermana en Vipassana.