Camino por el medio de los armarios de mármol
que guardan a mis muertos. Los velones de parafina y las luces artificiales
danzan en una llama eterna. Benedetta va apoyada en su bastón, Mimí y yo la
seguimos con las flores y la luz. Yo pregunto por una cosa y me responden con
la loza sin nombre. “É per me”, me dice la zia con sus 80 años y sonríe. Yo la
abrazo y le digo que no diga eso. Niego la muerte. Descubro que Mimí no es de
piedra.
Caminamos y las montañas se abren veteadas de
blanco. Cuando te sientas desolado mira hacia los montes, solo de ellos vendrá
tu auxilio, parafraseo una frase muchas veces leída en la biblia. Benedetta
insiste en contarme nuestro panteón familiar. Para mi todos fueron Vitti,
María, Angelo, Domenico, Dangela, Benedetta y una repetición infinita de
nombres con rostros distintos. Por ejemplo, mi papá es Vitti Vitti.
Escucho un llanto lejano de una mujer que entra
a un mausoleo y recuerda…
El duelo por mi abuela Rafaela, la madre, se
renueva cada día, ¿acaso no lo llevaba antes, desde el principio de los tiempos,
cuando comenzaron a matar a todos los seres? ¿Dónde está tu hermano?, no es solo
una pregunta de Dios a Caín sino para todos nosotros. ¿Dónde está tu hermano?, también fue la
pregunta que usaron los hombres que asesinaron a Oscar Meya, indígena pemón, o
la que olvidaron recientemente los que mataron a la indígena Cristina Bautista
Taquinás, en Colombia. No hemos entendido el significado de esta pregunta
medular en nuestra historia.
Hoy la madre indígena me duele tanto como mi
familia, porque ya he comprendido que todos estamos interconectados. El dolor
no me paraliza. Soy mujer y puedo llorar, luchar, todo a su tiempo. Nuestra
lucha es diferente porque la hacemos desde lo femenino que significa cuidado,
belleza, intuición, familia. Nuestra sangre da semillas y lo Supremo solo se
revela en el amor jamás en el poder.
Intenté dormir en la casa de piedra en día de
“Tutti Santi”, todos los santos, pero no pude hacerlo. Entre el 31 de octubre y
el 1 de noviembre los antiguos regresan y quería esperar, aunque más por mi
miedo a cerrar los ojos y sentir su abrazo caldo. Me levantaré el 2 de
noviembre, Giorno dei Morti, día de muertos, para atravesar el umbral y
entender lo quebrado de esta historia familiar de migraciones que apenas
empiezo a tocar. Para enterrar la muerte. Mientras tanto sigo inmersa en los
detalles felices de lo cotidiano, la piel del tomate, el olor del perejil, el
terciopelo de los hongos, lo dulce del caquis, la rugosidad de la piedra, la
acidez del vino, las montañas en mi ventana, mi soledad en este templo familiar.
La lucha se hace con el corazón tranquilo.
Grotte dell' Acqua, 1 de noviembre de 2019.
Cuaderno de viajes. Estampas de Italia.
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