viernes, 20 de noviembre de 2020

Octubre 2020

 


Sé que no puedo permanecer aferrada al vientre de la cueva. Otra luz llama afuera. Puedo verla cuando se cuela entre las grietas. Es como un agua amarilla, nutriente, con miles de partículas danzando. Yo intento atraparla con mis manos pero se vuelve aire. Miro la puerta, alfombra mágica que me alcanza los lugares. Lo decido y salgo. Me reencuentro con el parque, los afectos, el trabajo. Sobre la cuerda equilibro mis pasos, la respiración, las alas que me balancean para no chocar con este mundo de concreto. Atragantada de luz, cuento las horas para volver dentro del hueco del árbol, donde preparo la miel, que llevaré cuando salga, de nuevo.  


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