¿Cómo estar adentro y afuera? Ese fue el
experimento de noviembre. Yo la ardilla correteando en la selva subterránea con
un cordón amarrado a la pata. A veces la responsabilidad tiraba tan fuerte de
la cuerda que el jamaqueo aturdía, otras veces se distendía tanto que podía caminar
hasta las profundidades de aquellas cascadas de agua, buscar la sonrisa en la
roca de la montaña, su humedad feliz, y cómo costaba volver, pero volvía, volvía
a levantarme de la cama para volver a empezar.
¿Cómo no voy a estar cansada? ¿Cómo escribes un reportaje con la mitad de tu corazón en pausa? ¿Qué clase de hilo soy dentro de este tejido? ¿Cómo se nombra este deslugar? ¿Acaso importa? ¿Es tiempo ahora de decir adiós? ¿Se encenderá de nuevo una vela? ¿No es esta carta infinita que me escribo a mí misma, un registro para no olvidarme?
Balbuceo con miedo, finalmente, escribo un
poema:
Los
que confinan su horizonte
son
como la sal insípida
¿cómo
recordarán el sabor
con
el bozal atado a las orejas?
yo
me miro en ellos
guardando
la lámpara encendida
en
un cajón
ocultando
la
luz que alumbra toda la casa
solo
el llanto
un
crujir de dientes
masticando
las sombras
y
esa voz que insiste
en
decirme:
“Sígueme
y
deja que los muertos
entierren
a sus muertos”.
.
(Foto de Frank Cone en Pexels)
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