martes, 19 de mayo de 2020

Lloraron los perros



Antes de que los gallos cantaran, lloraron los perros. La mujer en la cama llamó al esposo y le dijo que tenía miedo, había recordado que su abuela decía que cuando los perros lloran es porque algo están viendo. “Esas son creencias tuyas, los perros lloran, las personas lloran”, le dijo el esposo y siguió durmiendo. Era la madrugada del Sábado de Gloria y la madera de los muebles crujía por toda la casa.

La tarde del Viernes Santo los perros habían llorado. El lamento se alzaba sobre la música de los años ochenta que tenía el vecino mecánico en el estacionamiento. “Seguro están viendo un espíritu”, dijo la mujer. “¿Por qué le tienes tanto miedo a los espíritus?”, le replicó el esposo. “Mi abuela decía que cuando los perros lloran es porque alguien va a morir. Las mariposas oscuras tienen otra historia, una vez una mujer las mató, el carro de la familia que iba a visitarla se volcó, se les atravesó una vaca…”, le contestó mirando por la ventana.
Todo eso ella recordaba y se levantó a escribirlo la madrugada del sábado. Estaba ahí, sentada en la mesa de la sala, envuelta en el ronroneo de la nevera. Los insectos saltaban como chispas de los postes en la avenida. No había luna en el cielo. Lentamente se comenzaron a incorporar las guacharacas, los pájaros diminutos y los primeros carros. Aun no se veía la montaña. Y justo cuando la mujer se explayaba en su relato, los gallos comenzaron a llamar al alba con sus gárgaras de aire. “Estas muriendo y no te cansas de perdonarnos”, escribió.
La mujer levantó la vista. Ahora los perros ladraban frenéticamente. “Esto si es un asunto de vivos”, se dijo y sonrió porque la abuela le respondió que a ella le daban más miedo los vivos que los muertos. 
El esposo, que tenía rato observándola desde el umbral, caminó muy lentamente hacia ella, se sentó a su lado y le preguntó: “Si tuvieras que irte, ¿qué te llevarías de Caracas?”. La mujer soltó el lápiz y con un gesto recién hecho, dorado por los primeros rayos del amanecer, le respondió: “A la montaña y a mis muertos”.
Ese día Funvisis reportó un sismo de magnitud 3,4 a 14 km del sureste de Irapa.
Irapa, el pueblo de la abuela.
Eran las 7:45am.


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