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domingo, 31 de diciembre de 2017

31 de diciembre de 2017





"Cuando la montaña no nos enseña algo, nos refresca lo aprendido", dijo uno de nuestros compañeros del Centro Excursionismo Caracas. Quizás por eso siempre volvemos a ellas, porque siempre el camino te da claridad, serenidad y de alguna forma te centra en lo sencillo de la vida, en las cosas básicas que te dan felicidad: el agua, el calorcito, el paisaje, una comida, un gesto de humanidad.
En las montañas decidimos (sin planearlo) pasar los últimos días del año. Fue un llamado que fue escuchado por nosotros.

miércoles, 24 de diciembre de 2014

Ruta #12: Ver un amanecer desde la montaña


Cuando la montaña duerme está oscura y en silencio.  Una leve brisa golpea las hojas y las luces de la ciudad titilan a lo lejos. Las ráfagas de viento que crean los carros  en su andar apresurado y el roce de sus ruedas con el pavimento de la avenida Boyacá suenan como el vaivén de las olas del mar. Tus sentidos se afinan pero aun necesitas de la ayuda de tu linterna, porque apenas son las cuatro de la mañana y la montaña aun duerme.
Empiezas a subir. Avanzas y tu frente, brazos, pecho, vientre, piernas sudan frío aunque te sientes cálido por dentro, porque la emoción genera cobijo.
Cuando la montaña duerme cuidas cada uno de tus pasos, el suelo es más suave y un tropezón con alguna piedra te pone en alerta. De tanto en tanto te tambaleas y extiendes tus brazos, porque en la oscuridad la montaña puede ser una cuerda floja y tu un equilibrista...

viernes, 12 de diciembre de 2014

Ruta #11: Ascenso al Pico Naiguatá

El 15 y 16 de noviembre estuve en el Pico Naiguatá, el más elevado de la Cordillera de la Costa (2765 msnm). Una cima espiritual ubicada entre los estados Miranda y Vargas, en el sector centro-occidental del Parque Nacional El Ávila al norte de la ciudad de Caracas, Venezuela.
Para hacer esta ruta contacté a la gente del Centro Excursionista de Caracas (CEC). Y aunque al principio estuve a punto de rendirme, porque necesitaba hacer varias rutas con ellos antes del Naiguatá, un amigo me motivó a resistir, principalmente porque desde hace un año (y ya varios meses) me había estado preparando para este ascenso.
Para mí el Naiguatá fue liberarme de mis miedos y lanzarme a la aventura, esa que no se toca, que solo se siente con cada gota de sudor derramada y el gozo en el alma. Con esta ruta descubrí que en la montaña estaban muchas de mis respuestas, porque Dios está en las alturas. Una lectura que me regalaron antes de subir fue mi guía, por eso compartiré con ustedes algunos fragmentos.