lunes, 3 de septiembre de 2018

Agosto



1 y 2
En agosto grabamos las entrevistas para un cortodocumental sobre un decreto que tiene en vilo a los ríos, a la Amazonía, y a nuestra gente. Me dí cuenta de lo disponible que están mis compañerxs de causa, de sus miedos y sus esperanzas, que tambièn son las mìas. En ese interín escribí las pautas, cargué agua, preparé comida para el equipo, me caí por unas escaleras, soñé que mi abuela se moría, conté un montón de vallas de compra y venta de oro y plata, vi muchos atardeceres, y el último día del rodaje, me enfermé. Una puntada me atravesó hasta abajo. Y comenzaron a aparecer los amigos: Carlos Chirinos, Lucy, Rafa e Ignacio, que acompañaron mi dolorosa espera desde el diagnóstico, los exámenes, y la recuperación. Necesité una semana dopada, sin apetito, para comprender que tanta mala noticia enferma, y que el descanso sana.

Sana.


3
Sana me enrumbé a Guatemala, para asistir al XV Encuentro de la Red de Solidaridad y Apostolado Indígena de la Compañía de Jesús en América Latina. Que traducido significa un montón de indígenas, organizaciones, y jesuitas metidos con los pueblos indígenas para acompañarlos en sus luchas y para mostrar sus modos de vida, como alternativa a este modelo que mata. Significa la resistencia en los territorios. Compartí con gente de 15 países: desde México hasta Chile. Conocí a mayas (k'iche', Kaqchikel, Mam…) tarahumaras, mapuches, miskitos, garífonas, quechuas, aymaras. A los que caminaron junto a Berta Cáceres.

Cuando un día en una de mis intervenciones dije: “Yo, como no indígena...”, una compañera garífona y otro de Honduras, me agarraron al final y me pararon en seco: “¿Y tú de dónde crees que sacaste ese pelo?”. Comprendí. Desde entonces me suelto más el cabello.
Esos días estuvimos conversando sobre el Buen Vivir, y una de las casas temáticas que cobró más fuerza fue la de la mujer. Ahí hicimos un círculo y me reconocí entre tantos rostros de mujeres  indígenas y afro que han sufrido opresión. Nos escuchamos, reímos, conmovimos. Por la noche danzamos. El sagrado femenino estaba sobre y dentro de nosotras.

En Guatemala conocí mi nahualt: Toj.

En Guatemala comí muy rico, me monté en unas camionetas-camiones de muchos colores que iban a más de 100 km por hora (como las que van a Choroní), en los tuc-tuc, y dediqué dos días a conocer La Antigua y las Ruinas de Iximché: me fui sola, en camionetica, y comí en los mercados donde come el pueblo.

Toj.

4
Regresé sana y contenta con muchas ganas de contar. En ese interín: llevé a un eslovaco a conocer el Ávila, compartí con mis gumilleras, hospitalizaron a mi abuela, a las 48 horas murió; y un día después de enterrar a la persona que me crió desde los siete días de nacida, cumplí años.

El día del entierro me armé de valor y quise compartir símbolos que identifican a mi abuela como sus plantas, los botones, las agujas, el agua.

Lo que sigue ya lo he contado. Solo quiero añadir que muchas veces la muerte permite que la familia se reencuentre. Terminó agosto, sus cuatro semanas que son estos párrafos, pero yo le sumo un día más a este mes: el 1 de septiembre, fecha en que pude reunir a los más cercanos, mi familia,  para poder cantarme cumpleaños. Y esto no pasaba desde hace un montón de años. Hasta vino mi morrocoy, que lo cuidaba mi abuela.

Familia, soplemos juntos las velas que hay deseos para todos.

5
Mujer maíz de todo color:
Mujer oprimida
Mujer vejada
Mujer violentada
Mujer maíz de todo color:
Mujer amaranto
Mujer vida
Mujer vientre
Mujer sangre
Mujer calor
Mujer que cuida y sostiene la humanidad.
No sacrifiques tu buen vivir por el de los demás
Porque todas y todos tenemos nuestro náhuatl
Haz las paces antes de la puesta del sol
Mujer semilla
Mujer rebeldía con causa
“Volveré y seré millones”
Habla Berta
Habla Rafaela

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