viernes, 27 de mayo de 2016

Ruta #18: Al son de los Diablos Danzantes de Naiguatá


Cuando llegas a la casa de la familia Iriarte en el pueblo de Naiguatá, ubicado en el estado Vargas, lo primero que te encuentras en la sala es un altar: El rincón de Beto. Un espacio lleno de reconocimientos, fotografías y figuras de diablos danzantes que tiene 14 años. En un cuadro aparecen las tres generaciones de diablos mayores que tiene esta familia: Ciriaco, Norberto (padre) y Norberto (hijo). Los tres retratos, uno debajo de otro, muestran a tres hombres con sus pechos descubiertos y su mirada fija en un alambre que trabajan con sus manos.

miércoles, 16 de marzo de 2016

Excursiones misioneras: viaje al fondo del delta del Orinoco


Recientemente leí en una crónica esta frase: “El turista nunca sabe dónde estuvo; el viajero nunca sabe a dónde va”. Les cuento esto porque cuando vas en una curiara a motor por el Delta del Orinoco uno no deja de asombrarse de tanta belleza junta. El cielo, los caños, los manglares, los moriches, los palafitos, nuestros hermanos waraos, todo en un perfecto contraste. Pero si profundizas, si preguntas, si te empapas, verás que todo lo que brilla no es oro, verás cómo tanta belleza junta también guarda muchas de las desgracias de la humanidad. Enfermedades que van destrozando la vida de los indígenas waraos. Algunas muy visibles como la escabiosis noruega, la desnutrición y la tuberculosis. Otras de muerte lenta y silenciosa como VIH-SIDA.
Como el viajero de la frase yo pensaba que no sabía a dónde estaba yendo, pero con este viaje descubrí que estaba visitando uno de los lugares más olvidados por los gobiernos de turno. Fueron ocho días los que estuvimos en San Francisco de Guayo, una comunidad fundada como centro misional por los padres capuchinos en 1942, y a la que, posteriormente, llegaron las hermanas terciarias capuchinas en 1951.

domingo, 6 de diciembre de 2015

Subir la montaña con lo necesario

No crean que no he subido a mi montaña. Al contrario, transitar sus caminos me ha brindado toda la paz que necesito por estos días de cambios. Sus verdes vibrantes, sus amaneceres y atardeceres me fortalecen y llenan de vitalidad para continuar investigando sobre esas realidades invisibles para muchos. Ya casi finalizo mi curso de baja y media montaña y no puedo más que agradecer. El fin de semana del 14 y 15 de noviembre acampamos en el Pico Naiguatá y al día siguiente recorrimos toda la Fila Maestra: La Julia – Mirador El Edén – Dos Banderas –Topo Göering – El Cruce – Anfiteatro – Pico Naiguatá – Fila Maestra – Lagunazo – Hotel Humboldt. Aún estoy contando los kilómetros y lo simbólico que fue hacer esta travesía, especialmente la Fila Maestra y llegar a nuestro punto final con la luz del día. El domingo pasado hicimos una ruta muy exigente, nuestro tercer chequeo físico: Cachimbo – Piedra del Indio – Cabeza de Elefante – Cruz de los Palmeros–Pico Oriental – La Silla – Sabas Nieves. Un recorrido de 12 kilómetros con una altura máxima de 2640 msnm, que es lo que mide el Pico Oriental, y se puede hacer en 8 horas. El chequeo era hasta la Cruz de los Palmeros con un tiempo máximo de 3 horas 30 minutos y yo hice 3 horas.  Ayer nos fuimos a correr a la playa: Camurí chico (Macuto) – Playa Caribito- Camurí chico.  Fueron 7 (calurosos) kilómetros donde pudimos medir nuestra resistencia, soportando el vaporón y los latigazos solares. Afortunadamente siempre el señor Caribe con su brisa marina está ahí para darnos una palmadita.  Y el día más importante de todos fue el martes, ya que me fui a mi segundo encendido de la Cruz del Ávila a pedir mi deseo. Muchas rutas por escribir para compartir con ustedes, muchas cimas espirituales para conquistar, porque durante estas semanas he aprendido más que nunca que “cuando vas a subir al monte preparas tu cuerpo y las cosas que vas a llevar, eligiendo las que quieres cargar y las que dejas porque no necesitas, subes con lo necesario”.

martes, 24 de noviembre de 2015

Ruta #17: De Macuto a Cotiza

La ruta Macuto-San José de Galipán-Boca de Tigre-Clavelitos- Cotiza es extrema, especialmente por los tipos de clima que enfrentas y porque todo el camino es de concreto. El domingo 22 de noviembre mis compañeros del curso de baja y media montaña del Centro de Excursionismo y Conservacionismo de la Escuela de Biología de la UCV (Cecobio) y yo la hicimos.
Nos encontramos a las 7:30 am en la estación del metro Capitolio y de ahí agarramos una camionetica hasta Macuto (200 bolívares el pasaje). Esta gente de montaña se coló entre los playeros y un reggaetón estridente que nos acompañó durante todo el camino. Nos quedamos justo en la parada con un letrero que decía: Jardín de Las Piedras Marinas Soñadoras, y que conducía hasta Galipán, por una carretera de concreto similar a la de Cotiza. Tomamos la respectiva foto de grupo y arrancamos. Lo que vendría aun me arde en la piel.

viernes, 13 de noviembre de 2015

Conversaciones de vagón: “Vamos a hacerle un entierro Pakistán”


Chacaíto.
“Aló… Bien marica… Mal… Anoche escogimos la urna. No le compramos de las que se abren así [hace un gesto como para abrir una puerta], sino una que se desliza tipo slider [sonríe y levanta más la voz], nos salió en 90 millones. Si… Le vamos a comprar como 30 coronas… Vamos a hacerle un entierro Pakistán. Sabes que a él le gustaba todo Pakistán… A él le gustaba la rumba. Todos los riales que tenía prácticamente se los vamos a gastar en el entierro”.
Plaza Venezuela.

jueves, 5 de noviembre de 2015

Ocema y el canto yukpa




Adriana y sus morochas nos habían preparado algo. Todos nos sentamos a esperarlas. De pronto salieron de su casa vestidas con trajes típicos cantando en yukpa y pese a que no entendía nada aquellos sonidos me transmitían una profunda tristeza, porque nos estábamos despidiendo de Ipika, una comunidad en la parte alta de la Sierra de Perijá en el estado Zulia, a la que habíamos llegado desde la misión Los Ángeles del Tukuko tras cuatro horas de caminata. Grabé solo unos segundos y no pude más, apagué la cámara y me senté al frente solo a mirar. Una de las niñas se acercó con una danza leve hasta Eumary y le colocó el collar que durante el canto traía puesto. Luego la otra morocha se puso al frente de mí, se agachó y me puso su collar. Me sentí elegida y no pude contener las ganas de llorar. Ellas nos cantaron el mismo día en que Ocema pasó por Ipika en forma de temblor. Ellas nos cantaron y yo agradecí inmensamente haber acompañado a mis compañeros del Campamento Pazando aquel marzo de 2015, una experiencia de trabajo impulsada por la Dirección de Identidad y Misión UCAB que nos cambió la vida. Gracias infinitas a mi querido fray Nelson Sandoval y a los niños y niñas de la misión.

Haz click para leer el reportaje completo: Excursiones misioneras: Los Ángeles del Tukuko.